Abrámonos a la experiencia de la fe

A pocos días y horas de finalizar el año 2021, mi mensaje de paz y bendición para todos, en particular a los fieles de la Diócesis de Ciudad Quesada y a todas las personas de buena voluntad.

Tras dos años muy duros para la humanidad que ha afrontado una pandemia con consecuencias inimaginables y algunas que todavía no conocemos, abrámonos a la experiencia de la fe, dejemos en manos de Dios todas nuestras realidades, permitamos que él haga su obra en nosotros.

Estamos tan acostumbrados a depositar nuestra confianza en aquello que podemos medir, en lo material, en logros personales, incluso muchas veces dejamos que la vida se pierda en medio del acelerado paso en que se mueve el mundo.

Muchas veces esta sociedad nos impide nuestro encuentro con Dios, pareciera que se encamina a un mundo sin fe y en contra de toda forma de expresar las creencias personales y los valores que por mucho tiempo han marcado a la sociedad.

El Papa Francisco advertía el 21 de setiembre de 2014 en un encuentro con líderes de otras religiones y otras denominaciones cristianas, en su viaje a Albania: “Cuando, en nombre de una ideología, se quiere expulsar a Dios de la sociedad, se acaba por adorar ídolos, y enseguida el hombre se pierde, su dignidad es pisoteada, sus derechos violados. Ustedes saben bien a qué atrocidades puede conducir la privación de la libertad de conciencia y de la libertad religiosa, y cómo esa herida deja a la humanidad radicalmente empobrecida, privada de esperanza y de ideales”.

La humanidad debe retomar su camino para que pueda haber un futuro en la sociedad. Ideologías de descarte pretenden, además de acabar con Dios, acabar con la vida del no nacido, con la vida del adulto mayor, con la vida del enfermo… con la vida de aquel que no se ajuste a ciertas condiciones “de salud”.

Cuando la pandemia ha provocado estragos y nos ha desnudado un mundo frágil, es momento de recapacitar sobre el rumbo que toman los países a la hora de asumir decisiones que afectan la vida en sociedad.

Más que nunca, tras estos dos años, hemos visto la necesidad de unirnos, de entender que no hay países todopoderosos, que nadie es inmune a un virus que enferma y que mata, sin importar la condición social, de género, raza o credo religioso.

En pocos días estaremos, con la ayuda de Dios, iniciando el año 2022. Lo hacemos con la esperanza y confianza puestas en el Dios amor que quiere que tengamos vida eterna.

Unidos a Dios, pongamos de nuestra parte para forjar un mejor futuro; que todos nuestros anhelos tengan como eje central al ser humano, que reine el respeto a la vida y a la fraternidad, que dejemos atrás toda cultura de rechazo o indiferencia y podamos vivir como una sola familia.

Abramos nuestra existencia e historia al Señor, él es el camino, la verdad y la vida. Con esta certeza que nos reanima en la esperanza, dispongámonos a iniciar gozosos y agradecidos el año nuevo.

Fermento 196. Martes 28 de diciembre, 2021