
En el marco de este año dedicado a San José, el Papa Francisco nos ofrece, por medio de su Carta Apostólica Patris corde (Con corazón de padre), un instrumento que nos ayuda a la reflexión y a profundizar en esta figura que Dios quiso fuera el custodio de su hijo Jesucristo.
San José, padre adoptivo de Jesús, es también un padre para nosotros, un padre que nos guía con su testimonio, por medio de la obediencia y la docilidad, de su profunda fe y confianza en el Señor, pues estuvo siempre atento a la voz de Dios para que actuara en su vida.
Recién hemos celebrado la Solemnidad en honor a San José, el pasado 19 de marzo, y es también impulso para que este año no pase inadvertido, pues se nos llama a imitar en nosotros las actitudes que tuvo el esposo de la Virgen María, con el fin de caminar teniendo la mirada puesta en el Reino de los cielos, a pesar de las dificultades que podamos tener en nuestra vida.
“A través de la angustia de José pasa la voluntad de Dios, su historia, su proyecto. Así, José nos enseña que tener fe en Dios incluye además creer que Él puede actuar incluso a través de nuestros miedos, de nuestras fragilidades, de nuestra debilidad. Y nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca. A veces, nosotros quisiéramos tener todo bajo control, pero Él tiene siempre una mirada más amplia”, (Patris corde, número 2).
Este año también se enmarca en el 150 aniversario de la declaración de San José como patrono de la Iglesia Universal, lo cual también debe ser motivo de gozo, pues contamos con un modelo en nuestra Iglesia para perseverar en la escucha de la Palabra y para peregrinar con fe viva y esperanza renovada, como lo hizo José en el seno de la familia de Nazaret.
La figura de San José reviste también una importancia fundamental para nuestra vida, como lo es su apego y vocación al trabajo, por eso le reconocemos también como patrono de los trabajadores.
Como señala el Papa Francisco, en su Carta Apostólica Patris Corde, número 6: “Un aspecto que caracteriza a san José y que se ha destacado desde la época de la primera Encíclica social, la Rerum novarum de León XIII, es su relación con el trabajo. San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo”.
Estamos llamados a valorar el trabajo, y como lo he señalado en otros mensajes de Fermento, la sociedad debe comprender que el ser humano es el verdadero fundamento del trabajo. Por eso también invocamos a San José, para que tantas personas que hoy están sin la posibilidad de trabajar, puedan encontrar el camino para ganarse de forma digna el sustento de cada día.
Hago eco de lo que en este mismo número 6, de la Carta Apostólica, decía el Papa: “La pérdida de trabajo que afecta a tantos hermanos y hermanas, y que ha aumentado en los últimos tiempos debido a la pandemia de Covid-19, debe ser un llamado a revisar nuestras prioridades. Imploremos a san José obrero para que encontremos caminos que nos lleven a decir: ¡Ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!”.
Podemos seguir reflexionando, no solo este año, sino siempre, en San José, como ese modelo de creyente fiel que supo identificar y cumplir la voluntad del Señor. Pidamos a Dios que este Año de San José nos depare muchos frutos en nuestra vida, en nuestra Iglesia y en nuestro país, sabiendo escuchar la voz de Dios, que quiere para todos la salvación.
Fermento 156. Martes 23 de marzo, 2021