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Revalorizar la Palabra de Dios

“Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo”, decía San Jerónimo, presbítero y doctor de la Iglesia, cuya memoria celebraremos el próximo 30 de setiembre.

Traigo estas palabras que se convierten en una verdadera sentencia con motivo del Mes de la Biblia, el cual hemos estado viviendo y que, con buen tino, en muchas comunidades parroquiales se ha dado espacio a la Palabra en el altar, con signos que realmente nos motivan a entender la importancia de ella en nuestras vidas y en la vida de la Iglesia.

Es momento de que podamos revalorizar la Palabra de Dios en nuestra sociedad. La Biblia no es un libro cualquiera, en ella se encuentran “las verdades reveladas por Dios” y que “se consignaron por inspiración del Espíritu Santo”, como nos dice la Constitución Dogmática, Dei Verbum, n. 11.

Esta misma Constitución expresa que “es conveniente que los cristianos tengan amplio acceso a la Sagrada Escritura” (n. 22), sin embargo, tal parece que en muchas ocasiones solo tenemos la Biblia como adorno en nuestros hogares, y no apreciamos las verdades de fe que en ella se contienen.

Para nosotros los católicos nuestro aprecio por la Biblia debe reflejarse en nuestras acciones; debemos testimoniarlo no solo en este mes, cuando muchas iniciativas se ponen en práctica para realizar encuentros alrededor de la Palabra de Dios: deberíamos ser más constantes para comprender y beneficiarnos de la riqueza que implica la lectura asidua de las Sagradas Escrituras.

“Todos, entonces, llevamos en nosotros el aliento vital de Dios, y toda vida humana —nos dice la Biblia— está bajo la especial protección de Dios. Esta es la razón más profunda de la inviolabilidad de la dignidad humana contra toda tentación de valorar a la persona según criterios utilitaristas y de poder. El ser a imagen y semejanza de Dios indica luego que el hombre no está cerrado en sí mismo, sino que tiene una referencia esencial en Dios”, nos decía Benedicto XVI en Audiencia General, el 6 de febrero de 2013.

Él mismo nos señalaba: “La Biblia no quiere ser un manual de ciencias naturales; quiere en cambio hacer comprender la verdad auténtica y profunda de las cosas (…) la Escritura nos dice que el origen del ser, del mundo, nuestro origen no es lo irracional y la necesidad, sino la razón y el amor y la libertad”.

En una verdadera compenetración con los textos sagrados podremos lograr poco a poco la conversión de nuestras vidas, porque como lo indica esta fuente de riqueza y verdad “la Palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que cualquier espada de doble filo: ella penetra hasta la raíz del alma y del espíritu, de las articulaciones y de la médula, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4, 12).

Disponiendo nuestro corazón podremos conocer más las Sagradas Escrituras y por ende podremos configurarnos aún más a Cristo, pero solo podremos hacerlo si nos abocamos a vivir con profundidad nuestra cercanía a esta fuente inspirada por el Espíritu Santo.

Recuperemos la Palabra de Dios desde nuestras familias, lo he dicho en otras ocasiones, volvamos al rezo del Santo Rosario en nuestras casas, y volvamos la mirada a la Biblia para que los más pequeños también inicien una sólida formación y apego a la Palabra de Dios.

Fermento 287. Martes 26 de setiembre, 2023

Nuestros niños son sagrados: gran marcha el 30 de setiembre

En un llamado dirigido a sacerdotes y fieles de la Diócesis de Ciudad Quesada, se invita a la marcha del próximo 30 de setiembre en favor de la niñez, el respeto a la vida desde la concepción, la promoción de la familia y a una sana educación libre de imposiciones ideológicas.

La organización de la marcha se lleva a cabo de manera conjunta entre la Conferencia Episcopal de Costa Rica, el Frente Nacional por la Vida y la Federación Alianza Evangélica Costarricense, con el lema “Nuestros Niños son Sagrados”.

El Obispo de Ciudad Quesada, Monseñor José Manuel Garita Herrera, exhortó a atender esta convocatoria para que puedan ser muchas personas las que participen de la marcha.

“Hacemos un llamado, especialmente a todos los creyentes, pero el mensaje se dirige también a todas las personas de buena voluntad que quieren un mejor futuro para nuestra sociedad, el cual está depositado en la niñez costarricense”, dijo Monseñor Garita.

Por su parte, el Padre Omar Francisco Solís Villalobos, Responsable de Pastoral Familiar de la Diócesis de Ciudad Quesada, también ha hecho una invitación para que desde las parroquias y desde los grupos de Pastoral Familiar se puede animar para que las personas asistan a la marcha.

“Con esta marcha queremos decir que estamos a favor de la familia, queremos unirnos todos. Estamos invitando a todos aquellos que puedan participar, ojalá con una camiseta o blusa blanca como un signo en bien de todos los niños”, destacó.

La marcha será el próximo sábado 30 de setiembre, saliendo a las 9:00 a.m. del Parque Central de San José, sobre la Avenida Segunda, hacia el Paseo Colón, y concluyendo frente a la Estatua de León Cortés, en La Sabana.

Desde la organización se pide que las personas confeccionen pancartas y mantas con consignas en favor de los niños, de la familia y de la vida. Asimismo, mediante un comunicado de los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica se hace un especial llamado a crear conciencia en favor “de la protección física, mental y espiritual de los niños, sobre todo los que están en situación de especial vulnerabilidad”.

El soporte logístico de la marcha recae sobre la Asociación Obras del Espíritu Santo, la cual también ha anunciado la distribución de cerca de 500 personas para atender a los participantes del evento, tomando en cuenta adultos mayores y la Ley 7.600 para personas con discapacidad.

Desde la Diócesis de Ciudad Quesada se invita a que desde las parroquias puedan organizarse los grupos y de manera ordenada salir en buses hacia San José.

Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica han señalado en su invitación la necesidad de “comprometernos en favor del bienestar de nuestros niños, creando el mejor ambiente familiar y social para su crecimiento”.

Acoger al peregrino

Cada vez es más preocupante la situación que viven millones de personas en el mundo por tener que dejar sus tierras. Muchos aspiran a una vida mejor y buscan las vías que les permita llegar a completar esta aspiración. También, muchos otros simplemente ya no pueden vivir en sus naciones o deben huir en condiciones apremiantes.

Ningún país debería darle la espalda a esta realidad que nos obliga a todos a luchar por cuidar de nuestros hermanos, por acogerlos cuando realmente lo necesitan. Desde luego, cada nación debe ocuparse en proveer de una mejor calidad de vida a todos quienes habitan en ella.

El drama humanitario de la migración se vuelve asfixiante en ocasiones; lamentablemente, sabemos que muchas personas son despojadas de su dignidad, sufren ultrajes y muchos otros mueren en el tránsito que realizan para cumplir ese sueño que procuraba cambiar la realidad en la que habían nacido o en la que han nacido sus familias.

Especialmente, los países más desarrollados deberían tender la mano para tratar de encontrar verdaderas soluciones a una realidad que golpea a niños y adultos, a hombres y mujeres: a personas provenientes de gran variedad de países.

“Es necesario un esfuerzo conjunto de cada uno de los países y de la comunidad internacional para que se asegure a todos el derecho a no tener que emigrar, es decir, la posibilidad de vivir en paz y con dignidad en la propia tierra. Se trata de un derecho aún no codificado, pero de fundamental importancia, cuya garantía se comprende como corresponsabilidad de todos los estados respecto a un bien común que va más allá de los límites nacionales”, decía el Papa Francisco, justamente con motivo de la 109 Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado 2023, a celebrarse el próximo 24 de setiembre.

Hemos escuchado a nuestras autoridades clamar por apoyo internacional ante una realidad que se escapa de nuestras manos, apoyo que va más allá de una buena intención. Se necesitan recursos, con el fin de suscitar un trato humanitario a estas personas que están sufriendo; el país no debe actuar indiferentemente. El Papa Francisco también lo señala en su mensaje, al decir que “los recursos mundiales no son ilimitados”. Por eso, se procura y urge solidaridad, humanidad, un tratamiento serio a la problemática y la búsqueda de promover los derechos humanos en su máxima expresión.

Desde la enseñanza bíblica se nos llama a acoger al peregrino (Mateo 25, 35); es una enseñanza de la Iglesia el vivir esta obra de misericordia con auténtico amor cristiano.

Solo poniéndonos en lugar de quienes sufren esta situación de vida que obliga a dejar la Patria, el hogar, podremos entender un poco y respetar la dignidad de tantos que vienen a Costa Rica, muchas veces solo vienen de paso, otros se quedan, porque aquí encuentran el cumplimiento de la meta emprendida cuando huyeron de sus tierras.

Por eso, es tan importante que cuidemos también de nuestra nación, de nuestra democracia, de nuestros valores, para que nuestros habitantes encuentren las mejores condiciones de vida que les permita vivir en paz.

Sepamos compartir y ser parte de la solución que para muchos representa venir a Costa Rica, a instalarse, o de paso, como decíamos. Pidamos a Dios que les permita a estas personas encontrar la tierra que les dé la oportunidad de encontrar bienestar y desarrollo integral de acuerdo a su propia dignidad.

Fermento 286. Martes 19 de setiembre, 2023

Orgullosos de ser costarricenses

Mensaje para el Acto Cívico del 14 de setiembre de 2023.

Parque de Ciudad Quesada, 6:00 p.m.

Celebramos un año más de vida independiente en Costa Rica y lo hacemos con la conciencia puesta en Dios, que nos ha permitido la bendición de nacer en una tierra que ha privilegiado los valores cristianos y morales, que ha respetado la vida humana como sagrada y que ha hundido sus raíces en favor de un Estado social de derecho.

Me complace compartir, una vez más, este acto cívico en el cantón de San Carlos, el más grande del país y el cual también se ha forjado mediante el esfuerzo de sus habitantes por el bien común y el desarrollo integral de la persona humana.

Por supuesto que la celebración de un aniversario de nuestra Independencia es un motivo para comprender los desafíos que se nos presentan para seguir protegiendo y promoviendo esta libertad de la cual gozamos bajo los colores blanco, azul y rojo de nuestra bandera.

Desde luego que es también una oportunidad para agradecer, para sentirnos orgullosos de ser costarricenses y para continuar enalteciendo los valores patrios que todos compartimos.

Asimismo, en momentos de dificultad, todavía reponiéndonos de una extensa pandemia que trajo mucho dolor a nuestra nación y a nuestro cantón, es cuando debemos volver nuestra mirada al pasado, para retomar esos valores fundantes de Costa Rica que la convirtieron en una nación modelo para el mundo, a fin de salir adelante de las secuelas de la pandemia.

Es momento de que se tomen decisiones y de que trabajemos juntos para superar los índices de pobreza y desempleo que todavía tienen a muchos de nuestros hermanos sin posibilidades de acceder a una vida digna. Debemos luchar también por una mejor educación y por promover la familia.

Este es un momento urgente para recuperar la seguridad y la paz en el país, cuando está siendo afectado grave y dolorosamente por una crisis de violencia y criminalidad sin precedentes. Hay que tomar acciones concretas a nivel nacional, local, comunitario y familiar para recuperar el respeto, la concordia, la seguridad y la tranquilidad. 

Corresponde, además, combatir una serie de ideologías que lamentablemente quieren penetrar en nuestro país y destruir la vida humana. Tenemos que ser valientes para defender nuestra Patria, y seguir siendo esa nación que defiende a todos sus hijos sin distinción de raza, credo o condición social.

Vivimos en un país que ha respetado la libertad religiosa, que mayoritariamente cree en Dios, y por ello nos encomendamos a él en esta celebración de vida independiente.

Quiero hacer eco de lo siguiente: el próximo año se cumplen 200 años desde que Nuestra Señora de los Ángeles fue declarada patrona de Costa Rica, por la Asamblea Constituyente del entonces Estado de Costa Rica, y se cumplen 100 años desde que el Congreso de la República renovó dicha declaratoria en 1924. Esto también es motivo de orgullo porque nos hemos sentido bendecidos y agradecidos por la presencia de nuestra Madre del cielo, que nos ha acompañado en esta sociedad democrática, libre e independiente.

¡Dios bendiga a nuestro cantón y a nuestro país! Celebremos, agradecidos, este don que hoy conmemoramos de ser una nación libre e independiente.

Muchas gracias.

Dos siglos de libertad e independencia

Al celebrar la Independencia de Costa Rica el próximo 15 de setiembre, pongámonos a reflexionar sobre el país que hemos forjado, sobre sus valores fundantes y sobre el futuro que queremos.

Damos gracias a Dios por la oportunidad de vivir en libertad y en democracia, por lo que hicieron nuestros antepasados para llegar a este momento; pidamos al Señor que nos siga permitiendo fortalecer este modelo que lleve a nuestra sociedad a continuar fortaleciendo nuestro sistema de seguridad social y de paz.

A este punto, también recordamos la labor que generaciones de católicos, clérigos y laicos realizaron y continúan realizando en la gestación de la identidad de Costa Rica aportando desde su propia realidad lo mejor de sí. La Iglesia ha estado presente en la historia de nuestra nación y confiamos con la ayuda de Dios que siga prestando su servicio en beneficio de los demás.

Las raíces cristianas de esta nación han dado fortaleza e identidad a nuestro país y permitieron fortalecer los valores de una nación que ha sido ejemplo en el mundo por su modelo de justicia social. Debemos seguir defendiendo y cuidando estos valores en defensa de la vida, en búsqueda del bien común y de la solidaridad.

Costa Rica ha sido y es una nación con profundos sentimientos religiosos de marcado y hondo contenido cristiano. No podemos darle la espalda a Dios, sin él no tenemos un futuro esperanzador. Lamentablemente, en los últimos tiempos se ha querido sacar a Dios de la vida nacional.

Nos corresponde, especialmente a los católicos y creyentes en general, demostrar, con nuestro testimonio y coherencia, la riqueza de valores humanos y cristianos que se pueden ofrecer al país para que este siga creciendo en procura del desarrollo integral de todos sus habitantes.

“Todo ser humano tiene derecho a vivir con dignidad y a desarrollarse integralmente, y ese derecho básico no puede ser negado por ningún país. Lo tiene, aunque sea poco eficiente, aunque haya nacido o crecido con limitaciones. Porque eso no menoscaba su inmensa dignidad como persona humana, que no se fundamenta en las circunstancias sino en el valor de su ser. Cuando este principio elemental no queda a salvo, no hay futuro ni para la fraternidad ni para la sobrevivencia de la humanidad”, nos dice el Papa Francisco en su Encíclica Fratelli tutti, n. 107.

Hay que poner a la persona humana en el centro del desarrollo y de la vida nacional, para garantizar este desarrollo y fortalecimiento de nuestra sociedad.

Al celebrar la Independencia, hacemos también un llamado a las autoridades para encaminar las clases más desprotegidas, a las personas que viven en pobreza, a quienes no tienen empleo, con el fin de ser esa Patria orgullosa de sus valores y una sociedad que sea cada día más próspera. Igualmente, entre todos, trabajemos por combatir la criminalidad y la violencia, para recuperar la tranquilidad en nuestras familias.

Pongamos en manos de Dios el presente y futuro de Costa Rica, solo con él podremos salir adelante. Encomendémonos también a Nuestra Señora de los Ángeles, Patrona de nuestra nación, que pronto también cumplirá 200 años de ostentar esta distinción, desde que el Congreso así lo decretó. Sigamos afianzando las raíces cristianas de este país y confiémonos al Señor para que vivan siempre el trabajo y la paz.

Fermento 285. Martes 12 de setiembre, 2023

Evangelio del niño

Celebramos el 9 de setiembre el Día del Niño en Costa Rica, el cual nos ayuda a hacer conciencia de la importancia de proteger la dignidad de las personas menores de 18 años y de garantizar sus derechos. En muchos países también se dedica un día para los niños luego de una iniciativa de la Asamblea General de las Naciones Unidas, hace casi 70 años, que buscó instituir el Día Universal del Niño.

Qué importante es que las naciones se preocupen por el desarrollo de los niños, que se promueva su vida, que se les permita vivir esta importante etapa de sus vidas, protegiendo su derecho a “disfrutar plenamente de juegos y recreaciones”, que tenga derecho a “alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados”, así como “a recibir educación, que será gratuita y obligatoria por lo menos en las etapas elementales”, como dicta, entre otros importantes señalamientos, la Declaración Universal de los Derechos del Niño.

Sabemos, lamentablemente, del abandono que sufren muchos de nuestros niños, de la obligación que sufren otros tantos para trabajar, de la mala alimentación y el nulo acceso a educarse, entre otras situaciones.

No menos preocupante es ver cuando ideologías perversas quieren convertir a los niños en sus carnadas para que puedan a los 12 años cambiar su sexo y nombre registral, en un franco ataque a la familia, y hasta alterando de manera libre sus cuerpos, pues, se abren peligrosos portillos que además terminarían por robar la propia niñez de estas personas menores de edad.

Del mismo modo, nunca será suficiente ningún esfuerzo para buscar la protección de los menores, pues también es un delito cualquier abuso sexual, físico, sicológico o espiritual que se cometa contra un niño. Es nuestro deber en la sociedad y en la Iglesia garantizar el cuidado de los preferidos de Jesús. Es nuestro deber, también, garantizar el futuro de la sociedad, el cual son los niños.

Quiero traer a colación una carta que dirigió San Juan Pablo II a los niños, en el Año de la Familia, el 13 de diciembre de 1994, en la cual, expresa lo importante que es el niño para Jesús y cómo el Evangelio contiene de modo especial lo que podría ser leído en su conjunto, según decía, como el “Evangelio del Niño”.

“¿Qué quiere decir: ‘Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos’? ¿Acaso no pone Jesús al niño como modelo incluso para los adultos? En el niño hay algo que nunca puede faltar a quien quiere entrar en el Reino de los cielos. Al cielo van los que son sencillos como los niños, los que como ellos están llenos de entrega confiada y son ricos de bondad y puros. Sólo éstos pueden encontrar en Dios un Padre y llegar a ser, a su vez, gracias a Jesús, hijos de Dios”, decía el Santo Padre hace casi 30 años.

También nos recordaba San Juan Pablo II en esa carta que “el Hijo predilecto de Dios se presenta entre nosotros como un recién nacido; en torno a Él los niños de todas las Naciones de la tierra sienten sobre sí mismos la mirada amorosa del Padre celestial y se alegran porque Dios los ama”.

Como discípulos de Jesús, es nuestro deber proteger y amar a los niños como él lo hizo; cuidarlos, promover su vida, respetar su dignidad. Desde ya, deseo a los niños, con motivo de la celebración del 9 de setiembre, un feliz día y les envío mi bendición; al tiempo que, de manera especial, hago un llamado a los padres de familia y responsables de los niños a protegerlos, a permitirles ser niños y a guiarles en la fe.

Fermento 284. Martes 5 de setiembre, 2023

El ser catequista es un llamado y un don

XXII Domingo Tiempo Ordinario, Ciclo A.

Domingo 3 de setiembre de 2023.

Día diocesano del catequista.

Hermanos y hermanas catequistas:

Para este día diocesano del catequista, me parece providencial y muy oportuno el tema de la Palabra de Dios de este domingo. Se nos habla de la actitud fundamental del discípulo con relación al Señor: el seguimiento. El discípulo sigue al maestro, lo imita, hace suyas sus enseñanzas. Y según el mensaje de hoy, este seguimiento tiene unas características muy particulares y exigentes: es radical, supone renuncia y sufrimiento, demanda fidelidad. Así fue como vivieron su experiencia de respuesta el profeta Jeremías y el Señor Jesús. Seguir al Señor significa e implica irse con él, optar por él, asumir su enseñanza y propuesta de vida. Recibimos una llamada para seguirlo y ser fieles a él; esta es la tarea y el compromiso que nos corresponde.

Hemos escuchado, en la primera lectura, la difícil y dolorosa misión del profeta Jeremías en respuesta al llamado del Señor para seguirlo como profeta suyo. Dios lo había seducido con su llamado y Jeremías se dejó seducir. Pero, por la infidelidad y la descomposición moral y religiosa del pueblo, Jeremías tuvo que anunciar la destrucción del templo y de la ciudad santa de Jerusalén. Ante dicho anuncio, que, por supuesto no gustaba, a cambio recibió incomprensión, burlas, rechazo e incluso persecución. Ante esa experiencia humana dura y difícil, el profeta llegó a sentir que no quería ni podía más con su misión. Por el contrario, quería huir de todo aquello que le adversaba y mortificaba. Pero, en el fondo, siente que no pude abandonar la misión y el seguimiento del Señor. Sus entrañas estaban llenas de un fuego que no puede sofocar; era la Palabra de Dios que se ha apoderado de él y que le quemaba como un fuego interior que no podía contener. Por ello, siguió adelante fielmente con su misión, pese a las dificultades, sufrimientos y persecuciones. Nosotros hoy estamos llamados al seguimiento y a la misión sin temores ni cobardías; por el contrario, siendo valientes, auténticos, coherentes y fieles. Hemos recibido la llamada y la misión de Otro, que es el Señor. No es llamada ni misión nuestra; por tanto, la consigna es ser fieles al Señor; no acomodarse ni contentar a los hombres, dejando el camino y el seguimiento del Señor.

El evangelio de San Mateo nos presenta el primer anuncio de la pasión y muerte de Jesús; el encuentro con Pedro, luego de que éste confesó a Jesús como el Mesías e Hijo del Dios vivo, que escuchamos el domingo pasado; y también nos presenta las exigencias para el seguimiento de Jesús. Ahora nos encontramos con un Pedro que no entiende ni acepta el camino y la misión de Jesús; quiere impedir la pasión y muerte del Señor. Por ello, Jesús lo reprende fuertemente; pues su misión salvadora pasa por la pasión, el sufrimiento, la cruz y la muerte hasta entregar la vida.

La reprensión de Jesús a Pedro le da pie para plantear claramente las exigencias para ser discípulos del Señor ¿Cuáles son? 1.- Renunciar a nosotros mismos; 2.- Tomar la propia cruz. 3.- Y seguirlo. Renunciar a uno mismo significa no centrar la vida en nuestro propio egoísmo e interés, sino en Dios y en su proyecto. Descentrarse de uno mismo, renunciar a nosotros mismos, supondrá prueba, sufrimiento y cruz. Aunque nos cueste entender y nos resistamos a ello, la prueba, el sufrimiento y la cruz son parte de la misión, por ende, del seguimiento. “Perder la vida” por Jesús es poner los ojos y el corazón en él, en su camino y en su seguimiento; en definitiva, poner la mirada en la vida eterna. Porque, ¿de qué nos vale ganar esta vida si perdemos la eterna, por no cumplir la misión y no seguir al Señor? Esta pregunta cambió la vida de muchos santos como San Antonio Abad y San Francisco Javier. No vale para nada ganar esta vida si se pierde la eterna. Aquí estará la consecuencia de seguir o no al Señor, de cumplir fielmente o no la misión.

Queridos catequistas, ustedes, además de recibir la misión de ser discípulos de Jesús por el bautismo, han recibido el llamado y la misión particular de ser educadores en la fe para muchos niños y jóvenes. Tienen en sus manos la tarea de enseñar a seguir al Señor y de cumplir la misión que él encomienda a cada catequizando. En estos tiempos difíciles, confusos y exigentes es primordial que no pierdan de vista ni olviden nunca dos aspectos fundamentales en el seguimiento y en el cumplimiento de la misión de ustedes:

1.- La consciencia de que son llamados por el Señor y enviados por la Iglesia: el ser cristiano, discípulo o catequista no es algo nuestro; es un llamado y un don, una gracia que recibimos del Señor a través de la Iglesia. Es una misión y un encargo que hemos recibido de Otro como es el Señor; por ello el seguimiento y la misión se hacen en nombre del Señor y de la Iglesia, no en nombre propio o con ideas y acciones propias como si fuera cosa nuestra y no del Señor y la Iglesia.

2.- La consciencia de que deben ser fieles: si son conscientes de que el llamado es del Señor y el envío de la Iglesia, de que la misión y el encargo no es propio sino de Dios, la consecuencia de ello es, pues, ser fieles y honestos; transmitir, enseñar y testimoniar lo que han recibido del Señor y de la Iglesia; no cosas o ideas de ustedes. Fieles como Jeremías, al punto de pasar pruebas, burlas y persecuciones. Fieles como Jesús, al punto de pasar por la pasión y la cruz. Hoy, en medio de tanto relativismo, ideología, negación y crisis de la verdad, el cristiano tiene que ser fiel, honesto y de una pieza; máxime ustedes que han recibido el llamado, el envío y la misión de ser educadores en la fe. Por tanto, no pueden decir ni hacer otra cosa distinta de lo que han recibido del Señor y de la Iglesia. Fidelidad y honestidad porque son llamados y enviados de parte de Otro. Ofrezcan sus vidas, sus cuerpos, sus mentes, sus energías y sus carismas como “ofrenda agradable a Dios”, tal y como decía San Pablo en la segunda lectura de romanos; así serán fieles en el seguimiento y el cumplimiento de la misión.

Que el Espíritu de Dios, el alimento y fuerza del cuerpo y sangre de Cristo que recibimos en la Eucaristía, les ayuden hoy y siempre a sentirse llamados y enviados; a cumplir fielmente, con alegría y generosidad la misión -a semejanza de Jeremías y Jesús- para que puedan sentir la satisfacción de ser servidores y administradores fieles y honestos en favor de todos aquellos que se les han encomendado para educarlos y acompañarlos en la fe. Dios les pague y bendiga por todo lo que hacen en la Iglesia y en la Diócesis con su servicio catequístico. Amen y entreguen su vida en esta bella y noble misión de ser catequistas. Así sea, amén.

Fieles a la Iglesia

Durante la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Lisboa, Portugal, se ha repetido mucho la expresión del Papa Francisco: “En la Iglesia, hay espacio para todos. Para todos. En la Iglesia ninguno sobra”. Esto, de igual modo, el Santo Padre lo ha expresado en su Magisterio de más de 10 años, abriéndonos a la misericordia de Dios, recordándonos, como en otro momento nos ha dicho, que el Señor “nunca se cansa de perdonar”.

En el camino de regreso de Lisboa, como es usual, el Papa brindó una conferencia de prensa en el avión, y esta pregunta surgió entre los periodistas, en ella se le cuestionaba sobre esa expresión: “no todos tienen los mismos derechos y oportunidades, en el sentido de que, por ejemplo, las mujeres y los homosexuales no pueden recibir todos los sacramentos”.

De manera muy clara el Papa Francisco respondió: “La Iglesia está abierta para todos; luego hay legislaciones que regulan la vida dentro de la Iglesia. Y el que está dentro está de acuerdo con la legislación”.

El Papa no ha minimizado de ningún modo el acceso a los sacramentos, pero ha sido claro que el no poder recibir uno de ellos, no hace de la Iglesia de Jesucristo una Iglesia cerrada. “La Iglesia es madre, recibe a todos; cada uno sigue su propio camino dentro de la Iglesia”, decía en su respuesta.

También, agregó, entre otras palabras sobre esta Iglesia de puertas abiertas y de quiénes pueden entrar: “¡Todos! Y el Señor es claro: ¡enfermos y sanos, viejos y jóvenes, feos y guapos, buenos y malos!”.

Con esta explicación el llamado es a ser fieles. Dentro de la Iglesia el Señor nos llama a la conversión, a ser mejores, a cumplir sus mandatos, para alcanzar la salvación.

“La Iglesia es, en este mundo, el sacramento de la salvación, el signo y el instrumento de la comunión con Dios y entre los hombres”, dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 780. También el numeral 1427 señala: “Jesús llama a la conversión. Esta llamada es una parte esencial del anuncio del Reino: ‘El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva’”, (Mc 1,15).

Ser fieles a la Iglesia significa aceptar el llamado de nuestro Señor Jesucristo y, quienes hemos sido incorporados a ella por medio del bautismo, por tanto, estamos llamados a vivir y mostrar la gracia que hemos recibido; no podría ser de otra manera.

Ser miembros de la Iglesia nos hace partícipes de esta obra de la salvación, o como dijo San Pablo VI de la Iglesia, esta “es el proyecto visible del amor de Dios hacia la humanidad” (Discurso a los Padres del Sacro Colegio Cardenalicio, 22 de junio de 1973).

Si rechazamos a la Iglesia, estamos rechazando a Cristo. Si no somos fieles a la Iglesia, no somos fieles a nuestro Señor; estaríamos dándole la espalda a su proyecto de amor y salvación.

No se puede reducir la realidad eclesial a ideas, señalaba también el Santo Padre tras la JMJ en su vuelo de regreso. Pidamos al Señor que nos dé la gracia de mantenernos fieles a él y a su Iglesia, lejos de pensamientos propios, ideologías y de la tendencia a asimilarse al mundo, cosa que está totalmente en contra del querer de Dios.

Fermento 283. Martes 29 de agosto, 2023

Alcancías vocacionales reforzarán la formación de los seminaristas

La buena voluntad y el aporte generoso de las familias y personas en general se hizo patente con la recolección diocesana por medio de alcancías que se realizó durante las últimas semanas, en favor de la formación de los seminaristas de la Diócesis de Ciudad Quesada.

“De conformidad con el Decreto Constitutivo del Fondo Diocesano Mons. Osvaldo Brenes Álvarez, emitido 12 de diciembre anterior, y en concordancia con el punto 6 de dicho Decreto, el cual establece que, durante el mes de mayo de cada año, se distribuirán alcancías entre las familias de cada Parroquia, a efecto de que el aporte de ellas contribuya a la formación de nuestros seminaristas diocesanos, como saben, se procedió a realizar esta colecta en mayo de 2023”, destacó Monseñor José Manuel Garita Herrera, en una comunicación a sacerdotes y fieles el pasado 18 de agosto.

“Ante todo, queremos agradecer sincera y profundamente a cada uno de ustedes por haber motivado y organizado en sus Parroquias esta actividad tan importante y necesaria, y especialmente a las familias que con tanta conciencia vocacional y generosidad colaboraron con las alcancías. A todos, que el Señor les pague y bendiga abundantemente”, describió el Obispo de Ciudad Quesada, al dirigirse al clero.

Como debe ser en la Iglesia, se rindió cuentas del resultado general de esta actividad de las alcancías vocacionales, la cual dejó un fruto material importante que permitirá a la Diócesis solventar en buena medida, las obligaciones que tienen que ver con el pago de estudios y manutención en el proceso formativo de los seminaristas.

Monseñor ha agradecido a los sacerdotes y a los fieles “por la generosidad demostrada. Especial reconocimiento y gratitud para el grupo de personas que tuvieron a cargo la actividad ardua, paciente y extensa de contar el contenido de las alcancías”

En total se recaudó un monto de ₡31,036,308.00.

A continuación el detalle de lo recaudado por parroquia.

PARROQUIASRECAUDACION ALCANCIAS
SAN CARLOS BORROMEO, CATEDRAL₡4,873,685.00
SAN JOSÉ, AGUAZ ZARCAS₡4,312,353.68
NUESTRA SEÑORA DEL PERPETUO SOCORRO, FLORENCIA₡2,098,051.00
SAN ROQUE, CIUDAD QUESADA₡1,886,140.00
NUESTRA SEÑORA DE LA CANDELARIA, VENECIA₡1,882,748.74
SAN ANTONIO DE PADUA, PITAL₡1,774,455.00
SAN JUAN BOSCO, LA FORTUNA₡1,773,482.92
SAN ISIDRO LABRADOR, PEÑAS BLANCAS₡1,522,984.00
SAN MARTIN DE PORRES, CIUDAD QUESADA₡1,285,815.00
SANTA ROSA DE LIMA, POCOSOL₡1,263,055.00
NUESTRA SEÑORA DE LOURDES, BOCA DE ARENAL₡1,225,895.00
NUESTRA SEÑORA DEL CARMEN, LA TIGRA₡1,185,538.00
EL BUEN PASTOR, RÍO FRÍO₡1,120,215.00
SAN AGUSTÍN, PUERTO VIEJO SARAPIQUÍ₡1,110,628.66
SAN FRANCISCO DE ASÍS, LOS CHILES₡1,018,365.00
SANTO DOMINGO GUZMÁN, MONTERREY₡795,185.00
SAN RAFAEL ARCÁNGEL, EL PAVÓN₡584,146.00
CUASI PARROQUIA SANTA RITA DE CASIA, RÍO CUARTO₡497,795.00
COLEGIO DIOCESAN0₡443,110.00
SAN RAFAEL ARCÁNGEL, GUATUSO₡382,660.00
TOTAL₡31,036,308.00

Por su lado, los seminaristas de la Diócesis de Ciudad Quesada también han dirigido un agradecimiento a los fieles, desde el propio Seminario Nacional, donde llevan adelante el proceso formativo y de discernimiento.

¡No al aborto!

“Todo individuo tiene derecho a la vida, a la libertad y a la seguridad de su persona”, dice el artículo 3 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

Inicio este mensaje con este fundamental artículo que cobija a la persona humana y que, sin embargo, en los últimos años, corrientes ideológicas han querido desfigurar al declarar como seres humanos de segunda clase a los no nacidos, olvidando que la vida humana surge desde el momento mismo de la concepción. O, peor aún, proponiendo que la vida humana surge en otro momento posterior al de la concepción.

Como si fuera poco, las ideologías se han empezado a promover como leyes y cada vez es más frecuente en distintas naciones, entre las cuales no escapa Costa Rica, la legalidad de conceptos que atentan contra la vida, siendo las más indefensas, las personas que están dentro del vientre de una madre, los principales objetivos de esta cultura de muerte.

Recientemente, Tlaleng Mofokeng, relatora especial de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), tras una visita a Costa Rica, pidió despenalizar el aborto y afirma, entre otras justificaciones, “el derecho a controlar” el propio cuerpo, para dar paso a quitar la vida de otra persona; lo cual, a todas luces no se entiende, pues es otro cuerpo, otra vida distinta.

Lo hemos dicho en más de una ocasión, sin el derecho sagrado a la vida, el más importante de todos los derechos y sobre el cual se fundan los demás derechos, la persona humana simplemente quedará desprotegida.

No se entiende la promoción de la salud de parte de “expertos” ni de organizaciones internacionales en las naciones si lo que se quiere imponer es una agenda de destrucción del género humano, dotando de esa lamentable posibilidad a la sociedad: la de quitar la vida a otro ser humano.

“Reivindicar el derecho al aborto, al infanticidio, a la eutanasia, y reconocerlo legalmente, significa atribuir a la libertad humana un significado perverso e inicuo: el de un poder absoluto sobre los demás y contra los demás”, decía San Juan Pablo II, en su Encíclica Evangelium vitae, n. 19.

La intromisión de organismos sobre las políticas de un país tampoco es aceptable. “La vida humana es inviolable”, dice el artículo 21 de la Constitución Política. Cambiarlo, por estas recomendaciones o imposiciones, simplemente será perder nuestra soberanía.

Finalmente, tampoco es aceptable la aseveración que hace la relatora de la ONU contra la moralidad pública y las creencias religiosas de nuestro país. O, acaso, ¿también van a señalar cómo debe vivir nuestra sociedad?, ¿se quiere imponer una única cultura olvidando las raíces de cada país?

Como ataque contra la vida, o como argumento contra quienes nos oponemos al aborto, se nos señala de conservadores, de religiosos y como moralistas. Eso es lo de menos, pues seguiremos defendiendo la vida y diciendo no al aborto. Pero, cuestionar la forma en que un país ha fundado sus valores, deja mucho que desear en alguien que vela supuestamente por derechos humanos, entre los cuales está, desde luego, la libertad religiosa (artículo 16 de la Declaración de los Derechos Humanos).

Dios ilumine a nuestras autoridades y a todos quienes vivimos en esta nación, para conducirnos sobre el respeto a la vida, manteniéndolo como el principal valor y derecho a defender, especialmente cuando se trata de los más desprotegidos.

Fermento 282. Martes 22 de agosto, 2023

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