
Con mucho dolor, presenciamos en Costa Rica el hecho de que la criminalidad continúa ganando terreno en diferentes zonas y afectando a muchas personas, no importa su condición social o su edad.
Sin embargo, en particular, este año el país ha sido golpeado por actos de criminalidad que acaban con la vida de jóvenes, mostrando a esta generación un concepto de que la vida es descartable, como si no valiera nada. Esto, más allá de las ideologías promotoras del aborto o la eutanasia.
También, en medio de la pandemia, hemos sido testigos del aumento de casos en que se atenta contra la propia vida, siendo jóvenes muchas de estas personas que han tomado este camino. De hecho, la Organización Panamericana de la Salud, entre otras entidades, ha hecho fuertes llamados a prevenir el suicidio.
Es necesario que repasemos lo que hacemos en nuestro país, el rumbo que estamos tomando, los pasos que son necesarios para superar muchos de estos flagelos y que pongamos atención a nuestras generaciones más jóvenes para permitirles mejores condiciones de vida.
Recientemente, en un discurso dirigido a jóvenes, el 5 de noviembre, el Papa Francisco en su Viaje Apostólico al Reino de Baréin, proponía la “cultura del cuidado” como una forma de apreciar la vida propia, pero también la vida de los demás, apreciando y cuidando la creación que el Señor nos ha regalado.
“Amigos, ¡qué maravilloso es convertirse en especialistas del cuidado y artistas de las relaciones! Pero esto requiere, como todo en la vida, un entrenamiento constante. Así que no se olviden de cuidarse primero a ustedes mismos, no tanto del exterior, sino del interior, la parte más oculta y preciosa de ustedes. ¿Cuál es? El alma, el corazón. ¿Y cómo se hace para cuidar el corazón? Traten de escucharlo en silencio, de encontrar espacios para estar en contacto con su interioridad, para sentir el regalo que son, para acoger su propia existencia y no dejar que se les escape de las manos. Que no les suceda ser “turistas de la vida”, que sólo la miran desde fuera, superficialmente”, decía el Santo Padre.
Se corre la tentación de valorar la vida según los logros humanos, nos dejamos ir por la superficialidad de muchas cosas que nos propone el mundo, de una alegría pasajera… Valorar la vida es algo que debemos recordar en nuestra cultura, en nuestro presente. Recordar que la vida es sagrada se vuelve obligatorio, como creación divina que somos.
No podemos acostumbrarnos a mirar en noticias cómo se quita la vida de alguien, sin preocuparnos por las causas que están golpeando a nuestra sociedad. La reflexión debemos hacerla todos.
En sus palabras a los jóvenes, el Papa les dijo: “¡Cada uno de nosotros necesita ser acompañado en el camino de la vida! Repito lo que les he dicho, ¡nunca solos! Necesitamos ser acompañados en el camino de la vida”.
Practiquemos más, dondequiera que nos encontremos, el acompañarnos, el acoger la cultura del cuidado, el abrazar y valorar la vida… No dejemos que la criminalidad gane, ni dejemos que la desesperanza se apodere de nosotros. Especialmente, cuidemos de nuestras nuevas generaciones.
Fermento 246. Martes 13 de diciembre, 2022