
Providencialmente, el Señor nos volvió a regalar, el pasado 1 de setiembre, la oportunidad de celebrar la Misa Vocacional en el Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles, tras los momentos más duros de la pandemia provocada por el COVID-19. En la homilía, decía a los seminaristas de nuestro país, que “el sacerdocio no se trata de una actividad puramente humana o de simple acción social”.
En el llamado al sacerdocio hay una grave responsabilidad a la que se nos llama pues “está en juego la salvación eterna de aquellos que nos ha confiado el Señor, de los que debemos buscar y conquistar para Dios”.
Repito, nada de esto es acción humana, la Iglesia, la obra, la misión y la vocación son dones del Señor.
En el proceso sinodal que vive nuestra Iglesia, de repente puede surgir la tentación de querer cambiar la misión que nos ha dado el Señor, o a veces podríamos desatender su voz para acomodarnos a las “exigencias” o “modas” de este mundo.
El Papa Francisco, en la misa de apertura del Sínodo de los Obispos, del pasado 10 de octubre, decía: “Hacer sínodo es ponerse en el mismo camino del Verbo hecho hombre, es seguir sus huellas, escuchando su Palabra junto a las palabras de los demás. Es descubrir con asombro que el Espíritu Santo siempre sopla de modo sorprendente, sugiriendo recorridos y lenguajes nuevos”.
No podemos inventar una nueva dirección para la Iglesia, porque el camino ha sido señalado claramente por Cristo, quien nos dio su promesa de que estaría con nosotros hasta el fin del mundo (Mateo 28, 20).
Debemos confiarnos a la voluntad de Dios, permitir que su Espíritu Santo nos ilumine para estar dispuestos a seguir cumpliendo la misión que se nos ha encomendado.
“El GPS es el Espíritu Santo que nos orienta. Hace poco me decía un hermano en el episcopado que, cuando nosotros nos equivocamos de ruta, el GPS se reprograma. Si vamos por otro camino o lo bloqueamos, el Espíritu Santo se las arregla para ponernos otra vez en la dirección correcta. Y si nos equivocamos otra vez, otra vez nos reorienta a Cristo”, decía recientemente Mons. Luis Marín de San Martín, subsecretario del Sínodo en una entrevista para ADN CELAM, medio de comunicación del episcopado latinoamericano.
Anunciar la Buena Noticia sigue siendo el mandato que el Señor nos da, anunciar la Resurrección de Cristo y llevar su mensaje de salvación es tarea no solo de quienes dan una respuesta a la vocación sacerdotal, sino de todos en la Iglesia.
“La exigencia de testimoniar a Cristo es para todos y cada uno de los cristianos, todos debemos evangelizar, comenzando por tantos ámbitos de nuestra sociedad, ajenos al Evangelio”, expresaba Monseñor Luis Marín.
Vivamos este tiempo de gracia que el Señor nos regala para responder a su llamada. Este tiempo sinodal nos enriquece como Iglesia porque es la acción del Espíritu Santo la que sigue guiando sus pasos.
Seamos valientes testigos del Evangelio, en nuestro mundo concreto, en donde nos llama el Señor, ahí debemos responder con auténtico testimonio cristiano. Este mundo es pasajero; caminamos hacia la vida eterna y así debemos proclamarlo con todo nuestro ser.
Fermento 234. Martes 20 de setiembre, 2022