
Fiesta patronal en honor de Santo Domingo de Guzmán, presbítero, Parroquia de Monterrey,
Martes 8 de agosto de 2023.
Hermanos todos en el Señor:
Un año más nos concede el Señor la gracia de celebrar la fiesta patronal de esta querida comunidad de Monterrey, para renovar nuestra fe y confianza en el Señor, nuestro compromiso apostólico con la Iglesia y nuestro firme propósito de imitar las virtudes de Santo Domingo de Guzmán, patrono de esta comunidad parroquial. Quiera el Señor que esta festividad patronal parroquial traiga abundantes frutos espirituales y pastorales para esta comunidad, sobre todo un verdadero impulso evangelizador a imitación de Santo Domingo.
Santo Domingo de Guzmán fue un hombre emprendedor, predicador infatigable, fundador y organizador de la Orden de Predicadores. Fue un hombre sencillo con una profunda vida interior, de gran ecuanimidad y compasivo. Dejó un testamento de paz, como heredero de lo que fue la pasión de su vida: vivir con Cristo y aprender de Él la vida apostólica. Configurarse con Cristo, esa fue la santidad de Domingo: su ardiente deseo de que la Luz de Cristo brillara para todos los hombres, su compasión por un mundo sufriente llamado a nacer a su verdadera vida, su celo en servir a una Iglesia que alcanzara las dimensiones del mundo.
Nació en Caleruega, Burgos, España, en 1170, en el seno de una familia profundamente creyente y muy encumbrada por sus orígenes nobles. Estudió Humanidades, Filosofía y Teología en Palencia. Ya ordenado presbítero fue Canónigo Regular en la Catedral de Osma.
En 1205, a causa de un viaje por el sur de Francia conoció los estragos que en las almas producía la herejía albigense (que creía en una visión dualista del mundo y en la salvación mediante la ascesis y el rechazo a todo lo material). Para remediar los males que la ignorancia religiosa y los errores doctrinales producían en la sociedad, en 1215 establece en Tolosa la primera casa de su Orden de Predicadores. En 1215 asiste al Concilio de Letrán donde solicita la aprobación de su Orden. Será un año después, el 22 de diciembre de 1216, cuando reciba del Papa Honorio III la Bula “Religiosam Vitam” por la que confirma la Orden de Frailes Predicadores.
Al año siguiente retorna a Francia y en el mes de agosto dispersa a sus frailes, enviando cuatro a España y tres a París, decidiendo marchar él a Roma. Meses después enviará los primeros Frailes a Bolonia. En la Fiesta de Pentecostés de 1220 asiste al primer Capítulo General de la Orden, celebrado en Bolonia. En él se redacta la segunda parte de las Constituciones. Un año después, en el siguiente Capítulo celebrado también en Bolonia, acordará la creación de ocho Provincias.
Con su Orden perfectamente estructurada y más de sesenta comunidades en funcionamiento, agotado físicamente, tras breve enfermedad, murió el 6 de agosto de 1221, a los 51 años de edad, en el convento de Bolonia, donde sus restos permanecen sepultados. En 1234, su gran amigo y admirador, el Papa Gregorio IX, lo canonizó.
Toda esta reseña histórica nos demuestra la trayectoria de este gran predicador y evangelizador. Precisamente, los textos de la palabra de Dios que hemos escuchado se resumen en estas palabras claves predicación/predicador.
Primero, tenemos la experiencia vocacional y llamado del gran profeta Jeremías. Desde el seno materno fue consagrado como profeta de las naciones, por ello el Señor puso sus palabras en la boca de aquel joven profeta que anunció con valentía y convicción el mensaje de Dios. Profeta es el que habla de Dios, el que predica y anuncia su mensaje a los demás. Fue la experiencia de Santo Domingo también y ha de ser la misión que nosotros actualmente tengamos como discípulos del Señor.
Luego tenemos, en la segunda lectura, la experiencia misional y evangelizadora de San Pablo, quien pide a su discípulo Timoteo anunciar y predicar la palabra de Dios insistentemente, a tiempo y a destiempo; le invita a que reprenda y exhorte con toda paciencia y sabiduría. Y lo hace llamándolo a conservar la doctrina sana en medio del falseamiento de la verdad. Es lo que hizo también Santo Domingo: en medio de errores y herejías anunció y defendió la verdad única del evangelio de Jesús con toda fuerza y valentía. Este también es un desafío para nosotros hoy en contextos donde abundan distintas ideologías y se pone en crisis la verdad. Lamentablemente vivimos hoy también en medio de errores doctrinales que deforman e incluso niegan la verdad de Cristo y de su Evangelio; por ello, cuán necesaria es la formación en la fe, ante todo para conocerla y vivirla, pero también para defenderla cuando se ve amenazada. Esto fue lo que hizo Santo Domingo como insigne y preclaro predicador de la verdad. Tenemos que formarnos permanentemente en la fe.
Finalmente, tenemos en el evangelio de San Mateo el mandato misionero de Jesús a sus apóstoles antes de subir al cielo. “Vayan, enseñen a todas las naciones, bautícenlas, enséñenles a cumplir todo cuanto les he mandado”. Hay que ir, caminar, moverse para anunciar la buena noticia del Evangelio que es vida y salvación para los hombres de todos los tiempos. Esta misión es también nuestra desde que recibimos el bautismo. Estamos llamados a evangelizar y predicar a semejanza de Santo Domingo: hablar de Jesús, de su Evangelio, de nuestras convicciones de fe.
Por ello, el testimonio y legado de Santo Domingo nos desafía hoy a nosotros a tener su misma valentía por predicar y defender la verdad en medio de errores, ataques y persecuciones contra el Evangelio y la Iglesia. Santo Domingo no se quedó callado, no tuvo miedo, dijo las cosas como son, a pesar de quienes quieren sacar a Dios de en medio y de ir en contra de la Iglesia. Siempre tuvo clara la supremacía de la verdad del Evangelio. En medio de tanta confusión, dispersión y relativismo, pidamos al Señor, por intercesión de Santo Domingo, un verdadero amor por la verdad, conscientes de que el Señor Jesús es la verdad plena, y a quien como tal hemos de anunciar.
La Iglesia necesita de cristianos-católicos convencidos, valientes y decididos en el testimonio y defensa de la fe, auténticos predicadores y anunciadores de la verdad del Evangelio. Vamos a pedir en esta Eucaristía la fuerza que necesitamos para predicar la verdad, para llevar a la práctica los valores de nuestra fe y para ser testigos valientes de Cristo y de la Iglesia en medio del mundo.
Junto al Evangelio, Santo Domingo contó con la poderosa y eficaz arma espiritual del Santo Rosario, del cual fue impulsor y propagador. Que él, con su intercesión, y con la ayuda de la Santísima Virgen María, nos encendamos en una auténtica pasión por el Evangelio, así como la tuvo y vivió él ¡Santo Domingo de Guzmán! Ruega por nosotros. Amén.