Fe, responsabilidad, compromiso y servicio

La Constitución Dogmática Lumen Gentium nos ilumina sobre el quehacer de la Iglesia en medio del mundo. Nos habla de su misión y organización. Es para todos los creyentes una forma de entender cómo podemos responder al llamado del Señor.

En su numeral 31, encontramos una reflexión sobre el papel de los laicos a quienes “corresponde, por propia vocación, tratar de obtener el reino de Dios gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios. Viven en el siglo, es decir, en todos y cada uno de los deberes y ocupaciones del mundo, y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, con las que su existencia está como entretejida. Allí están llamados por Dios, para que, desempeñando su propia profesión guiados por el espíritu evangélico, contribuyan a la santificación del mundo como desde dentro, a modo de fermento”.

Al respecto, el Papa Francisco, dirigió unas palabras, el pasado 29 de mayo, al recibir en audiencia especial a los miembros del Instituto Pablo VI, de Brescia, con ocasión de la entrega del Premio Pablo VI al presidente de la República Italiana, el señor Sergio Matarella.

El Santo Padre centraba su discurso en lo que fue el legado de San Pablo VI, en cuanto al llamado de los laicos a servir en la sociedad, y cómo el servicio es inherente a la autoridad, hablando desde luego del papel de los laicos en la política.

“¡Qué fácil es subirse a un pedestal y qué difícil rebajarse al servicio de los demás! (…) para el cristiano, grandeza es sinónimo de servicio. Me gusta decir que ‘quien no vive para servir, no sirve para vivir’”, enfatizó.

Precisamente, para el creyente, asemejarse a la persona de Jesucristo, solamente es posible al asumir sus palabras y obras. No se puede seguir al Señor sin reflejar lo que ha sido su propuesta en nuestra propia vida. Debemos ser coherentes entre lo que decimos y lo que hacemos.

Por eso, como se describía en Lumen Gentium, tampoco podemos vivir nuestra vida en este mundo, y apartar nuestra certeza de la vida eterna. Nuestra existencia, aquí y ahora, la vivimos con claro convencimiento de que todo lo que hacemos nos prepara para alcanzar la eternidad. Dios nos ha elegido para ser testigos de su Evangelio, para anunciarlo, para llevar a más personas a su Reino.

Asimismo, tomando el ejemplo que se daba sobre San Pablo VI, aquellos creyentes, laicos, presentes en la vida política, tienen una mayor y más grave responsabilidad de asumir su fe y ponerla en práctica, sirviendo con honestidad y transparencia, con auténtico espíritu de servicio, en búsqueda del bien común.  

Se nos llama a ser cristianos que demos testimonio, a traducir nuestra fe en la vida pública y privada, a ser testigos para otros con quienes compartimos.

“Así Cristo, a través de los miembros de la Iglesia, iluminará más y más con su luz salvadora a toda la sociedad humana. Igualmente coordinen los laicos sus fuerzas para sanear las estructuras y los ambientes del mundo cuando inciten al pecado, de manera que todas estas cosas sean conformes a las normas de la justicia (…). Obrando de este modo, impregnarán de valor moral la cultura y las realizaciones humanas. Con este proceder simultáneamente se prepara mejor el campo del mundo para la siembra de la palabra divina, y a la Iglesia se le abren más de par en par las puertas por las que introducir en el mundo el mensaje de la paz”, Lumen Gentium, n. 36.

Pidamos al Señor que nos guíe e ilumine para vivir nuestra misión y testimonio en espíritu de servicio, coherencia y responsabilidad.

Fermento 273. Martes 20 de junio, 2023