Herencia de valores, fe y esperanza

Con la celebración de la Jornada Mundial de los Abuelos y Mayores la Iglesia manifiesta que todas las personas son importantes, a diferencia de lo que muchas veces encontramos en el mundo alrededor de una cultura de descarte, por razón de edad, enfermedad u otros motivos.

El Papa Francisco, en su mensaje para esta III Jornada, a celebrarse el 23 de julio, destaca sobre nuestros abuelos y mayores: “No los dejemos solos, su presencia en las familias y en las comunidades es valiosa, nos da la conciencia de compartir la misma herencia y de formar parte de un pueblo en el que se conservan las raíces. Sí, son los ancianos quienes nos transmiten la pertenencia al Pueblo santo de Dios. Tanto la Iglesia como la sociedad los necesita. Ellos entregan al presente un pasado necesario para construir el futuro. Honrémoslos, no nos privemos de su compañía y no los privemos de la nuestra; no permitamos que sean descartados”.

La herencia de fe que nos dejan nuestros abuelos y mayores debe ser rescatada y protegida. ¡Cuánto bien nos haría que retomemos el Santo Rosario en familia, cada día! Solo cito este ejemplo porque permite a las familias reunirse, porque permite ponernos ante la presencia de Dios y nos ayuda también a desconectarnos del estrés diario, de la televisión o los teléfonos inteligentes por un momento.

Nos recuerda el Papa Francisco, en sus palabras para esta Jornada, que “las realidades más grandes y los sueños más hermosos no se realizan en un momento, sino a través de un crecimiento y una maduración”.

Mucho bien nos hará, en medio del trajín en que vivimos, el tener calma, paciencia o el saber esperar; desde luego, sin dejar de trabajar y luchar, pero esperando también la sabiduría que viene de Dios para tomar decisiones de forma serena y reposada.

Sabemos que la población adulta mayor está aumentando al igual que su proporción. Según las Naciones Unidas: “El envejecimiento de la población está a punto de convertirse en una de las transformaciones sociales más significativas del siglo XXI, con consecuencias para casi todos los sectores de la sociedad, entre ellos, el mercado laboral y financiero y la demanda de bienes y servicios (viviendas, transportes, protección social…), así como para la estructura familiar y los lazos intergeneracionales”. Esto a raíz del Informe “Perspectivas de la población mundial 2019”.

Se indica que, en 2050, una de cada seis personas en el mundo tendrá más de 65 años (16%), más que la proporción actual de una de cada 11 en 2019 (9%). Para 2050, una de cada cuatro personas que viven en Europa y América del Norte podría tener 65 años o más.

Debemos prepararnos para acoger y proteger a nuestros abuelos y mayores, respetar su dignidad y promover también su participación social, en nuestras comunidades, en nuestras familias y, por supuesto, en la Iglesia.

A nivel de políticas gubernamentales, también se debe buscar la protección y seguridad social de estas personas, para que puedan tener una pensión digna y posibilidades de desarrollo integral.

Es preciso ser conscientes de que también llegaremos a esa etapa en que envejecemos: procuremos hacerlo dejando detrás de nosotros una herencia de valores, de fe y esperanza para las nuevas generaciones. Dios nos dé la sabiduría y nos ayude para ello.

Fermento 276. Martes 11 de julio, 2023