
Todavía el mundo no se repone de la dura pandemia que ha provocado el COVID-19 y, en el contexto de lo que algunos llaman nueva normalidad, nos encontramos con nuevas formas de hacer las cosas o enfrentarlas, entre ellas lo que llaman inteligencia artificial.
Por definición lo que se comprende de la inteligencia artificial es que busca imitar los procesos de inteligencia humana o crear máquinas o mecanismos que sustituyan las capacidades humanas. Se habla incluso de que esta puede reemplazar al ser humano.
La falta de interacción entre seres humanos, por causa de que muchos procesos puedan ser reemplazados por la tecnología, es un factor latente que altera a nuestra sociedad, pero también lo es, de manera directa, el impacto que esto podría tener en la sustitución del trabajo realizado por las personas.
Desde luego que, ante estos cambios constantes, debemos tener cuidado y poner la mirada en la persona humana, corona de la creación. Si ante cualquier avance tecnológico del pasado, o de hoy, o del futuro, el hombre no es puesto en el centro, corremos muchos peligros en una sociedad que tiende a deshumanizarse.
Ya el Papa Francisco ha advertido sobre la utilización de la inteligencia artificial, por ejemplo, en su intervención del pasado 27 de marzo en la iniciativa llamada “Diálogos Minerva”, promovida por el Dicasterio para la Cultura y la Educación que reúne anualmente a científicos, ingenieros, empresarios, juristas y filósofos y representantes de la Iglesia.
“Desde esta perspectiva, creo que el desarrollo de la inteligencia artificial y del aprendizaje automático tiene el potencial de aportar una contribución beneficiosa al futuro de la humanidad, no podemos descartarlo. Sin embargo, estoy seguro de que este potencial sólo se hará realidad si existe una voluntad coherente por parte de quienes desarrollan las tecnologías para actuar de forma ética y responsable”, señaló el Santo Padre.
Si los avances de la ciencia, la tecnología o cualquier campo no se ponen al servicio de la persona humana, no tienen sentido. Si no se utilizan, como dice el Papa, de manera ética y responsable, exponemos a la humanidad a serios peligros como ya ha ocurrido en el pasado.
“Sólo formas de diálogo verdaderamente inclusivas pueden permitirnos discernir sabiamente cómo poner la inteligencia artificial y las tecnologías digitales al servicio de la familia humana. La historia bíblica de la Torre de Babel (cf. Gn 11) se ha utilizado a menudo para advertir contra las ambiciones desmedidas de la ciencia y la tecnología”, describía el Papa Francisco.
Ya hemos visto cómo, por medio de la inteligencia artificial, se alteran o se crean fotografías que se vuelven virales y que dañan la integridad o reputación de personas o instituciones. Solo para poner un ejemplo de los malos usos que se dan.
La persona humana, a la cual Dios ha dotado de inteligencia y ha creado a su imagen y semejanza, debe poner al servicio de los demás los logros que puede alcanzar. Ojalá que la sociedad tenga sabiduría para que estos avances lleguen a contribuir a solucionar las grandes problemáticas que afectan a la humanidad. Dios ilumine la inteligencia que nos dio, para utilizarla siempre según su voluntad, y en la búsqueda, ética y responsable, del bien personal y común.
Fermento 265. Martes 25 de abril, 2023