Llamados a ser felices

Hace pocas semanas la Iglesia celebró la Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones, la cual no se restringe a orar por nuevos sacerdotes o consagrados. La vocación va más allá y oramos para que toda persona descubra el llamado que Dios hace en su vida.

Con motivo de esta 59 Jornada, que se desarrolló el pasado 8 de mayo, el Papa Francisco en su mensaje, describía: “La palabra vocación no tiene que entenderse en sentido restrictivo, refiriéndola sólo a aquellos que siguen al Señor en el camino de una consagración particular. Todos estamos llamados a participar en la misión de Cristo de reunir a la humanidad dispersa y reconciliarla con Dios. Más en general, toda persona humana, incluso antes de vivir el encuentro con Cristo y de abrazar la fe cristiana, recibe con el don de la vida una llamada fundamental”.

Particularmente, los cristianos estamos llamados a transformar la realidad en que vivimos. Somos llamados a ser sal y luz del mundo, como lo dice la palabra de Dios. Nuestras acciones deben reflejar ese querer de Dios para que podamos ayudar a otros a descubrir la propia vocación.

“Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo”, nos dice Jesús (Mateo 5, 16).

Desde luego, aquellos llamados a la vocación específica de la vida sacerdotal o consagrada, llevan en sus corazones el anhelo de mostrar “que una gran familia unida en el amor no es una utopía, sino el propósito para el que Dios nos ha creado”, destacaba el Santo Padre.

Cada uno de nosotros debe saberse amado por Dios, quien ha enviado a su Hijo único para que tengamos vida y vida eterna. Es, en esa medida, que poco a poco podemos ir descubriendo nuestra vocación al matrimonio, a la soltería, a una vocación específica, etc. Pero, es ahí, donde cada uno debe dar una respuesta al Señor conforme a su voluntad.

Abrirnos a la llamada de Dios, requiere de oración, pero también de acompañamiento desde nuestras familias, con nuestros educadores, en las pastorales en las cuales estemos dando un servicio en la Iglesia. No tengamos miedo de tocar la puerta de nuestras parroquias, pues también ahí se puede ayudar a descubrir y discernir el proyecto de vida que Dios tiene para nosotros.

En estas últimas semanas, en las cuales hemos estado celebrando el Sacramento de la Confirmación, hemos exhortado a los jóvenes a ser testigos del Evangelio, pues al haber recibido el Espíritu Santo tienen la misión propia de vivir conforme a los valores de la fe y testimoniarlos día con día.

El Espíritu Santo es el que da fuerza, impulso y aliento de vida, y es el que debe animar, no solo a los jóvenes, sino a todos los que lo hemos recibido, a proclamar la vida de fe con nuestros pensamientos y acciones.

Como dice el Papa Francisco “toda vocación y ministerio en la Iglesia nos llama a mirar a los demás y al mundo con los ojos de Dios, para servir al bien y difundir el amor, con las obras y con las palabras”.

Que esa sea nuestra respuesta vocacional, y que pueda ser proyectada en el servicio, manifestándose en un testimonio concreto, eficaz y coherente de vida.

Fermento 220. Martes 14 de junio, 2022