Migración, hambre y solidaridad

“Se necesitan 51.500 millones de dólares, una cifra récord, para ayudar a 230 millones de las personas más vulnerables del mundo en casi 70 países el próximo año”.

Esta sentencia la dio la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en las últimas semanas del año anterior. Advirtieron: “el tamaño del llamamiento, un 25% más alto que el de este 2022, refleja el hecho de que el número total de personas necesitadas es 65 millones más que en 2022”.

Todavía, dice la ONU aún más sobre el dramático momento que vive la humanidad: “En 2023, 45 millones de personas de 37 países corren el riesgo de morir de hambre, según el Panorama Humanitario Mundial”.

El COVID-19, la situación de guerra en Ucrania, el clima, son solo algunos de los factores que tienen a estos hermanos al “borde del abismo” como lo describe la propia ONU.

Como lo hemos hablado, si algo debe dejar la experiencia de la pandemia provocada por el COVID-19 es que todos estamos conectados, que nos encontramos en un “mismo barco”, que no podemos voltear la espalda a hechos que ocurren en otras naciones del mundo, por lejos que nos parezca que se encuentran.

Se impone la solidaridad no solo como medida de urgencia, sino más bien como un testimonio constante que nos debe permitir tender la mano en todo momento y lugar. Tampoco podemos desconocer que muchas personas huyen de sus naciones porque las condiciones de vida no les permiten seguir allí y buscan entonces nuevos caminos y horizontes para surgir; salen con la esperanza de proteger la vida de sus familias y la vida propia.

“El escándalo de los pueblos hambrientos nos duele. Hemos de desarrollar, con políticas adecuadas, la acogida y la integración, especialmente de los migrantes y de los que viven como descartados en nuestras sociedades. Sólo invirtiendo en estas situaciones, con un deseo altruista inspirado por el amor infinito y misericordioso de Dios, podremos construir un mundo nuevo y ayudar a edificar el Reino de Dios, que es un Reino de amor, de justicia y de paz”, decía el Papa Francisco en su Mensaje para la Jornada Mundial de la Paz de este año 2023.

Muchas veces perdemos la conciencia de que este tipo de situaciones golpean a seres humanos, a hermanos nuestros, muchos que viven muy cerca de nosotros. Teniendo una verdadera actitud cristiana podemos abrirnos a tantas personas que sufren y ayudarles a salir adelante.

Como proponía el Papa en la Jornada Mundial de la Paz, se impone un tiempo para recomenzar… todavía tenemos las secuelas que ha dejado el COVID-19, todavía es tiempo de que en verdad humanicemos nuestras actitudes que deben ser movidas por aquél que dio su vida por nosotros. Para los creyentes, la raíz que nos mueve a hacer el bien nace de Jesús que, asumiendo nuestra carne mortal, nos inspira al verdadero amor y fraternidad.

Ante el clamor y el grito de muchos que sufren se impone una escucha efectiva que nos permita proponer acciones no solo para atender las inmediatas necesidades que se requieren, sino también para construir mecanismos que permitan una mejor vida para todos, no solo para unos cuantos.

Fermento 252. Martes 24 de enero, 2023