Misterios centrales de nuestra fe

La Semana Santa que estamos viviendo nos permite celebrar los misterios centrales de nuestra fe cristiana: la pasión, muerte y resurrección del Señor Jesús. Precisamente, el Domingo de Ramos conmemoramos la entrada de Jesús en la ciudad santa de Jerusalén para asumir y consumar su misterio pascual, por el cual nos ha salvado y redimido.

Dice el Catecismo de la Iglesia Católica en su numeral 514: “Lo que se ha escrito en los Evangelios ha sido ‘para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo tengáis vida en su nombre’ (Jn 20, 31)”.

Tomémonos el tiempo para hacer de esta Semana Santa un auténtico espacio de reflexión alrededor de aquél que siendo Hijo de Dios ha tomado la condición de nuestra humanidad para entregarnos vida eterna; para entender cómo el que es Todopoderoso se hace el más humilde para dar su vida en rescate por todos.

“Cristo no vivió su vida para sí mismo, sino para nosotros, desde su Encarnación ‘por nosotros los hombres y por nuestra salvación’ hasta su muerte ‘por nuestros pecados’ (1 Co 15, 3)”, reafirma el Catecismo en su numeral 519.

Para nuestro tiempo y cultura, cada vez es más contradictorio encontrar este tipo de ejemplos de despojarse de lo que tenemos o de lo que somos para entregarnos a los demás.

Para los creyentes esta no puede ser una semana más, no puede ser solo para que descansemos de nuestras labores cotidianas. Para los creyentes el llamado es a vivir esta Semana Santa conmemorando y meditando la pasión, muerte y resurrección del Señor. Entrar en la experiencia de reflexión, oración y contemplación.

Pasadas las duras restricciones que vivimos durante los primeros meses de la pandemia, aprovechemos la posibilidad de volver a los templos; de celebrar juntos y en comunidad los misterios centrales de nuestra fe. Ojalá que durante las celebraciones litúrgicas pudiéramos ver la expresión viva de la fe de nuestro pueblo católico y aprovechar también las oportunidades que se presentan a través de la religiosidad popular.

Asimismo, nuestra participación presencial en la Semana Santa va más allá, pues requiere una actitud de corazón de conversión para acoger el llamado del Señor: él también quiere que hagamos Pascua, es decir, nos llama a que muramos a todo lo que sea mal, pecado e injusticia, para pasar y resucitar a una vida nueva marcada por el amor, la humildad, la paz, el servicio, la capacidad de hacer el bien y de dar la vida por los demás.

Cristo se ha entregado en la cruz: este es el acto de amor más grande del mundo por la humanidad, y él quiere que también nosotros tengamos capacidad de entrega para gloria de Dios y bien de los demás.

El paso del Señor no puede quedar marcado como algo ajeno a nuestras vidas. Creer en su resurrección debe movernos a convertirnos en verdaderos testigos en el mundo de una vida radicalmente nueva y distinta.

Miremos con fe y esperanza esta Semana Santa, contemplemos reverentes y asombrados al Señor que se entrega para que tengamos vida eterna. Al contemplar estos misterios de la Pasión de Jesús, miremos con ojos de fe lo que pasa a nuestro alrededor, para saber llevar allí la vida de Dios y transformar muchas de nuestras realidades de dolor, confiados en aquél que es la salvación, la vida y la resurrección.

Fermento 262. Martes 4 de abril, 2023