
Esta mañana ante miles de fieles que se congregaron en la Eucaristía Solemne de este 2 de agosto, Monseñor José Manuel Garita Herrera, Obispo de Ciudad Quesada, tuvo la oportunidad de realizar la reflexión homilética que llegó a cientos de miles de personas gracias a diferentes medios de comunicación.
Con un mensaje central en el cual la fe debe vivirse con hechos concretos en nuestra vida, nuestro Pastor pronunció una serie de argumentos y postulados que nos invitan a entrar en experiencia con Dios y a mejorar la realidad de nuestra sociedad.
“Como pastores nos corresponde cumplir con la misión de la Iglesia, la cual precisa claramente el decreto conciliar Apostolicam actuositatem, en su n. 5, diciendo que: ‘La obra de la redención de Cristo, que de suyo tiende a salvar a los hombres, comprende también la restauración incluso de todo el orden temporal. Por tanto, la misión de la Iglesia no es sólo anunciar el mensaje de Cristo y su gracia a los hombres, sino también el impregnar y perfeccionar todo el orden temporal con el espíritu evangélico'”, expresó Monseñor Garita.
De manera firme indicó: “se equivocan quienes creen que la misión de la Iglesia se encierra en cuatro paredes o en una sacristía. La dignidad de la persona es sagrada, porque su fuente y origen es Dios; por ello, cada uno -desde su responsabilidad y obligación- está llamado a proteger y promover la dignidad integral de la persona humana, pues ha sido creada a imagen y semejanza de Dios. Y la Iglesia ha de hacerlo especialmente, como Madre, Maestra y experta en humanidad”.
Resaltó el hecho de que “año tras año, el 2 de agosto nos convoca a unirnos -como pueblo creyente- junto a nuestra Madre y Patrona”. Y esa es una forma de celebrar la fe, es la manera también en la que luego de diferentes manifestaciones, siendo la Romería una de ellas, también alrededor de la Eucaristía nos alimentamos “con el Cuerpo y la Sangre del Señor Resucitado” y nos alimentamos de su Palabra.
Además, como personas de fe, como católicos y como creyentes: “celebrar significa agradecer al Señor tantos beneficios recibidos de su amor de Padre, como nación y como Iglesia costarricense, por la mediación de Jesucristo y la intercesión materna de Nuestra Señora de los Ángeles”.
En su mensaje exaltó al Beato de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, quien promovió la justicia en su vida, y por ello lanzó un llamado para que al amparo de nuestra Madre, “cese toda forma de violencia”, especialmente en el hermano país de Nicaragua.
Igualmente, depositó en nuestra Madre Santísima la próxima Jornada Mundial de la Juventud en Panamá, destacando el hecho de la presencia de Monseñor José Domingo Ulloa, Arzobispo de esa nación.
Experiencia de Dios
“Conocer a Dios es la fuente del verdadero conocimiento. Conocer a Dios no es saber sobre Él, sino tener experiencia suya y entrar en comunión con Él, entrar en relación con su designio sobre toda persona y sobre la toda la humanidad”. De este modo, Monseñor Garita nos invitó a que nuestra experiencia de fe se funde en las raíces profundas de entrar en experiencia con Dios, de conocerle por medio de la escucha y de depositar nuestra confianza en él, quien “se revela y entra en comunión con la humanidad -que ‘es obra de sus manos’– es capaz de asociar, en la persona de la Santísima Virgen María, a toda persona a su plan de salvación”.
Además, nos puso a pensar en la razón por la cual Dios nos creó y a retomar el “ideal del proyecto humano que Dios tiene para con cada uno de nosotros”.
“Este proyecto tiene como fin pasar de la esclavitud a la libertad, de la servidumbre a la filiación, y queda muy bien plasmado en una frase de San Pablo en la segunda lectura de hoy: ‘ya no eres siervo, sino hijo; y siendo hijo, eres también heredero por voluntad de Dios'”, manifestó.
Dar razón de nuestra fe
Fue muy claro Monseñor Garita en que nuestra fe debe manifestarse. Debe darse razón de ella y por eso el llamado en el epílogo de su homilía.
“Como pastor de la Iglesia -que es Madre, Maestra y experta en humanidad- por la unidad y el bien común de nuestro país, me dirijo a todos los fieles católicos que deben ser consecuentes con las exigencias de su fe y con las enseñanzas de la Iglesia, me dirijo también a las personas de buena voluntad y recta conciencia; en esta ocasión les digo, trabajemos y comprometámonos todos, especialmente los católicos que tienen responsabilidad legislativa, ejecutiva y judicial, trabajemos de verdad en los siguientes aspectos medulares de actualidad nacional:
- En el respeto irrestricto a la vida humana desde la concepción hasta su fin natural, descartando absolutamente el crimen del aborto, llámese como se llame, o como lo quieran llamar.
- En la conservación y fortalecimiento de la familia, tal y como Dios la ha concebido, basada en el matrimonio entre varón y mujer.
- En la promoción de una cultura de paz y seguridad como respuesta a la violencia desmedida y a la epidemia de homicidios y feminicidios que nos aqueja.
- En la concreción pronta de una reforma fiscal, necesaria para el país, y que habrá de estar basada en los principios de equidad y solidaridad. Como decía Monseñor Romero, “la Iglesia no puede callar ante esas injusticias del orden económico, del orden político y del orden social. Si callara, la Iglesia sería cómplice con el que se margina y duerme un conformismo enfermizo y pecaminoso; o con el que se aprovecha de ese adormecimiento del pueblo para abusar y acaparar económica y políticamente, y marginar una inmensa mayoría del pueblo” (Homilía 24 de julio de 1977, I-II p. 142). Es hora de que en Costa Rica volvamos los ojos hacia los más pobres y se acabe con tanta desigualdad.
- En la implementación de una estrategia migratoria que responda especialmente a las consecuencias que ya tenemos de la grave y lamentable crisis nicaragüense”.
En María destacó el signo de unidad, pues ella, Madre y discípula fiel nos congrega “desde la experiencia del amor de Dios”. Por ello, María tiene un testimonio que debe hacerse vida en nosotros.
“Al celebrar las maravillas que Dios ha realizado en la Santísima Virgen María, el plan divino sobre todo acontecimiento humano queda esclarecido en su verdad más profunda, y el ser humano renueva su llamada a la plenitud de la verdad y del amor. Asociada al misterio redentor desde Nazaret hasta la cruz, la Madre de Cristo nos muestra el camino de la fe que todo bautizado realiza en su propia existencia”.
Monseñor Garita hizo un llamado especial a los bautizados, para retomar esa conciencia “que nos hace a todos ‘luz del mundo’ y ‘sal de la tierra’; y para hacer posible la realización siempre exigente, y a la vez novedosa, del mandamiento del amor fraterno que nos une a todos en Cristo”.