
Con suma preocupación, en los últimos meses, hemos visto el aumento del costo de la vida que nos afecta a todos y que, en particular, sabemos golpea con más fuerza a las clases más desprotegidas.
Desde el surgimiento de la pandemia, a causa del COVID-19, se ha desnudado el incremento de la desigualdad, el desempleo, la pobreza y pobreza extrema. Muchas de estas problemáticas ya existían; con la pandemia se han recrudecido. Conforme ha pasado el tiempo, llegó la crisis de los contenedores y posteriormente la guerra entre Rusia y Ucrania.
Con mayor razón, la pandemia ha reflejado que somos dependientes unos de otros en el mundo. No es ajeno a nuestra realidad lo que pase al otro lado del océano. Por el contrario, son muchos los embates que llegan a nuestro país, a pesar de que el origen de estas situaciones se produzca en otras naciones.
Lo cierto es que, si bien surgen gestos de solidaridad entre las personas y se hacen esfuerzos para ayudar a quienes más lo necesitan, urgen medidas, desde la clase gobernante, que puedan llevar calma a las familias que sufren.
Todos debemos contribuir desde cada sector para aportar ideas, para que surjan diálogos que permitan trabajar en función del bien común. Acá no caben confrontaciones para decidir si hay ganadores o vencidos.
El país viene arrastrando un endeudamiento que también nos golpea a todos. Se requiere mucha responsabilidad; lejos debe quedar cualquier signo de politiquería. No hay espacio para señalar culpables o sugerir ocultas intenciones. Debe privar, en quienes tienen que tomar las decisiones, el patriotismo verdadero y razones técnicas para que nuestra nación pueda surgir.
Tampoco podemos ocultar que la corrupción ha carcomido las finanzas del Estado en las últimas décadas. La falta de ética se apoderó de muchas de las estructuras de poder y ni qué decir de la sensación de ausencia de justicia para señalar responsables por el daño causado.
Atrás deben quedar intereses de grupos particulares en detrimento de los intereses de la mayoría. La asfixia económica que sienten nuestras familias debe ser motivo para buscar soluciones duraderas, de ello también dependerá nuestra paz social, el bienestar de la ciudadanía en general y la consolidación de caminos para lograr el desarrollo integral.
Temas como la inflación, el alza en las gasolinas, el aumento de materias primas, el déficit fiscal, etc., podrían escucharse como temas muy lejanos a una comprensión accesible; pero lo que todos deben entender, especialmente los expertos en la materia y las autoridades, es que al final del día hay gente a la que el dinero no le alcanza para cubrir sus necesidades más básicas; hay personas que no pueden cubrir ni siquiera la comida del día. Por tanto, debemos dar un rostro humano a la situación global que atraviesa la economía costarricense.
Quiera Dios iluminar a quienes deben tomar decisiones a fin de encontrar soluciones inmediatas para muchas personas que no aguantan más y, a la vez, que esto no signifique hipotecar el futuro de nuevas generaciones.
Fermento 230. Martes 23 de agosto, 2022