Que el amor al Señor no nos haga olvidar a los pobres con los que él se identifica

Lunes Santo 2023.

3 de abril, Catedral de Ciudad Quesada, 8:00 a.m.

Hermanos todos en el Señor:

A lo largo de la Semana Santa vamos a leer los hermosos cánticos o poemas del Siervo de Dios que se encuentran en la segunda parte del libro de Isaías.

En este día de Lunes Santo, el Siervo se nos presenta como un hombre manso y humilde. En el imperio babilónico cuando el pregonero real rompía una caña y apagaba una lámpara, el pueblo entendía que se había decretado una pena de muerte. Pero el elegido por Dios “no quebrará la caña cascada ni apagará la mecha vacilante”. Él es el Señor de la vida. Ha sido llamado por Dios para convertirlo en signo de su alianza y promotor de su justicia. Él abrirá los ojos de los ciegos y sacará a los cautivos de la prisión (Is 42, 1-7). Sin duda alguna, en esta figura misteriosa e impresionante del Siervo de Dios se anuncia y anticipa ya la misión de Jesús, elegido por Dios para ser testigo de su misericordia y de su salvación. Y lo hará a través de la entrega de la propia vida en su pasión y muerte; en silencio, mansedumbre y humildad.

La lectura del evangelio según san Juan (Jn 12,1-11) nos dice que seis días antes de la Pascua fue Jesús a Betania. Allí se encuentra con sus amigos Lázaro, Marta y María. El ambiente tiene el aire de una despedida, marcada por un dramático contraste.

Por una parte, se recuerda el costoso perfume de nardo, con el que María unge amorosamente los pies de Jesús. El gesto anticipa de alguna manera su sepultura, como el mismo Jesús declara.

Pero, frente a la delicadeza de los amigos, se oye la amarga crítica de Judas, escandalizado del homenaje que María tributa a Jesús. Anticipando un cinismo que se repetirá a lo largo de los tiempos, Judas aparenta preocuparse por los pobres, precisamente él, que es recordado como ladrón por el mismo evangelista. Qué drama y qué contraste. 

Al mismo tiempo, en el evangelio se nos advierte de que el fin de Jesús está próximo. Baste para recordarlo la conjura de los sumos sacerdotes, decididos a matar no sólo a Jesús, sino también a Lázaro, a quien el Señor ha devuelto a la vida.

Hermanos, también nosotros nos encontramos hoy a seis días de la celebración de la fiesta de Pascua. Todo nos habla ya de los acontecimientos dramáticos pero salvíficos que vamos a celebrar en esta semana.

Esperamos que, también en nuestro mundo y en nuestras comunidades, el Señor se vea confortado por los gestos afectuosos, caritativos y hospitalarios de nosotros sus amigos y discípulos en la persona del hermano. Y deseamos que el amor al Señor no nos haga olvidar a los pobres con los que él se identifica. No olvidarnos con gestos reales y acciones concretas.

Con un corazón conmovido, hacemos nuestra en este lunes santo la oración litúrgica de este día: “Dios todopoderoso, mira la fragilidad de nuestra naturaleza y levanta nuestra débil esperanza con la fuerza de la pasión de tu Hijo”. Amén.