Rezar en comunión con María

Nos encontramos en este mes de mayo, dedicado a nuestra Madre, la santísima Virgen María, y de modo especial el Papa Francisco ha querido que nos unamos a ella, por medio del Rosario, para pedir al Señor el fin de la pandemia provocada por el COVID-19.

Fue el propio Santo Padre quien inició el 1 de mayo lo que se ha llamado una maratón de oración, en la cual, durante cada día de este mes, un santuario mariano a lo largo y ancho del planeta, se unirá a esta iniciativa.

Desde la Conferencia Episcopal de Costa Rica hemos motivado a unirnos a esta maratón, desde las comunidades parroquiales, las casas y lugares de trabajo. No cesemos en la oración, imploremos al Señor que nos cuide y nos proteja ante esta enfermedad, y que lleve consuelo a las familias más afectadas por esta pandemia. Nada mejor que hacer esta petición de la mano de nuestra Madre santísima.

Precisamente, hace algunas semanas, en Audiencia General, específicamente el 24 de marzo, el Papa dedicaba la catequesis a rezar en comunión con María, porque ella ocupa un lugar privilegiado en nuestra vida cristiana.

“Sus manos, sus ojos, su actitud son un ‘catecismo’ viviente y siempre apuntan al fundamento, el centro: Jesús. María está totalmente dirigida a Él. Hasta el punto que podemos decir que es más discípula que Madre. Esa indicación, en las bodas de Caná: María dice ‘haced lo que Él os diga’. Siempre señala a Cristo; es la primera discípula”, destacó el Papa Francisco. Con esta actitud, nosotros como cristianos tenemos la responsabilidad de ser obedientes, atentos, solidarios, cuidadosos con la propia vida y con la de los demás. Debemos tener actitud de escucha para atender todas aquellas razones que nos invitan a aplicar medidas sanitarias acordes para protegernos de este virus.

Desde luego, este modo responsable de vivir no nos separa de la fe que tenemos en el Señor Jesús, de la certeza de que él nos protege, que está a nuestro lado y que podemos implorarle con esperanza, para hacer frente a este virus que nos ha golpeado duramente por más de un año. En nuestra frágil humanidad, acudimos al Señor para que nos fortalezca en espíritu y en verdad.

Al mismo tiempo, agradecemos la maternal protección de la Madre de Dios que nos cuida y acompaña en el dolor. “María está siempre presente en la cabecera de sus hijos que dejan este mundo. Si alguno se encuentra solo y abandonado, ella es Madre, está allí cerca, como estaba junto a su Hijo cuando todos le habían abandonado”, decía el Papa en su Catequesis.

Agregaba el Santo Padre: “María ha estado presente en los días de pandemia, cerca de las personas que lamentablemente han concluido su camino terreno en una condición de aislamiento, sin el consuelo de la cercanía de sus seres queridos. María está siempre allí, junto a nosotros, con su ternura materna”.

Hermanos, no perdamos la fe, el Señor nos acompaña siempre, roguemos con confianza renovada, que nos ilumine también para no caer en la desesperación, para no ser presa de la tentación de pensar que Dios nos ha olvidado, o que no hay salida a este mal que enfrenta la humanidad.

Por medio del Santo Rosario, redescubramos nuestra cercanía con nuestra Madre y con el Señor. Esta bella oración debemos retomarla en la tradición popular, rezarla en familia, en público o en privado. No cesemos en la oración, confiemos en el poder de orar, no solo durante este mes, sino cada día del año; no solo en este momento de dificultad, sino siempre.

Fermento 163. Martes 11 de mayo, 2021