
Fiesta San Carlos Borromeo
Jueves 4 de noviembre 2021, Catedral Ciudad Quesada, 6:00 p.m.
Un año más nos concede el Señor la gracia de celebrar la fiesta de nuestro patrono diocesano San Carlos Borromeo (1538-1584), para pedir su intercesión sobre nuestra Iglesia Particular y para motivarnos en la fe con sus virtudes y testimonio. Todavía, en medio de la pandemia, podemos este año celebrar esta fiesta con más normalidad y mayor participación tanto de sacerdotes como de laicos. Recordando la famosa y dolorosa peste de Milán, en 1576, en medio de la cual San Carlos hizo tanto bien y llevó tanto consuelo, pedimos hoy a nuestro Santo Patrono que interceda ante el Señor para superar esta crisis sanitaria de la pandemia que nos aqueja ya casi por dos años.
Otro aspecto importante que vivimos en la Iglesia, en estos momentos, es el contexto sinodal, tanto a nivel universal como particular, el cual estamos experimentando gracias a la convocatoria del Papa Francisco, para ser una Iglesia en salida, que nos motiva a caminar juntos, a escuchar al Espíritu Santo y a escucharnos a nosotros mismos; camino y experiencia que tiene como objetivo discernir cuál es la voluntad de Dios para cumplir la misión que nos corresponde a todos como bautizados en estos momentos y circunstancias del mundo y de la Iglesia. La experiencia y la celebración de Sínodos fue muy cercana y constante en el ministerio de San Carlos como arzobispo de Milán entre 1564 y 1584, pues, ni más ni menos, reunió 5 Sínodos provinciales y celebró 11 Sínodos diocesanos, en total 16, para la aplicación de las disposiciones del Concilio de Trento, a fin de reformar y renovar a la Iglesia de entonces. Sin duda, toda esta experiencia sinodal de San Carlos tenía como objetivo, conocer, acompañar, caminar conjuntamente, evangelizar, renovar, formar y catequizar a la comunidad diocesana.
Qué consciencia y compromiso de renovación eclesial la de San Carlos, la cual nos desafía y motiva a nosotros en nuestras actuales circunstancias. Sin duda, el de San Carlos es todo un ejemplo de pastor cercano, testimonio y desafío para una Iglesia Particular que camina junta, que se renueva y se compromete pastoralmente. Este legado de San Carlos, sus virtudes y actitudes nos involucran a todos para amar más a la Iglesia, a nuestra diócesis y entregarnos de lleno por ella en el cumplimiento de la misión evangelizadora y pastoral.
En el contenido de la Palabra de Dios, que hemos escuchado, nos ha quedado muy clara y viva la presencia e imagen del Señor como Buen Pastor, del cual San Carlos fue testimonio fiel y acabado por la intensidad y grandeza de su caridad pastoral. Por ello, quiero compartir algunos aspectos particulares desde el testimonio de San Carlos y desde la experiencia sinodal actual que estamos llevando adelante en la Iglesia, especialmente para la presente fase diocesana. Cuando hablemos de la Iglesia, pensemos en nosotros mismos que la conformamos como piedras vivas y en la misión que todos tenemos dentro de ella.
1.-La necesaria cercanía para caminar juntos:
La primera lectura del profeta Ezequiel, ante la mala experiencia de los pastores de Israel, nos presenta a un Dios sumamente cercano que apacentará y cuidará personalmente a sus ovejas. El texto señala seis acciones concretas de esta cercanía divina y pastoral: el Señor irá a buscar las ovejas, velará por ellas, las congregará de entre las naciones, las alimentará en pastizales escogidos, curará a las heridas y fortalecerá a las débiles.
Estas actitudes del Dios Buen Pastor deben ser las actitudes propias hoy en día de una Iglesia cercana, que sale, que va en búsqueda y al encuentro de las personas; una Iglesia samaritana, servidora, compasiva y misericordiosa para caminar junto a las personas de la sociedad y del mundo de hoy, así como lo hizo en su tiempo y exigencias pastorales San Carlos Borromeo.
Esta actitud de cercanía para caminar juntos nos toca a todos en la Iglesia: a los sacerdotes, a los consagrados, a los laicos, a los servidores, a los de una edad u otra, a los más o a los menos comprometidos. Dios nos libre ser personas de Iglesia lejanos o indiferentes; así será imposible caminar juntos entre nosotros mismos, con la sociedad y la cultura de hoy. Cercanía para emprender la ruta de caminar juntos.
2.-Dejarnos llevar por la sabiduría de Dios para caminar juntos:
En la segunda lectura de su primera carta a los corintios, el apóstol Pablo nos recuerda que lo esencial de la misión es evangelizar, pero no con los criterios de eficacia y eficiencia del mundo, sino con las palabras y la sabiduría de Dios, teniendo al centro la cruz de Cristo. San Carlos Borromeo, los grandes personajes y testigos de la Iglesia han predicado a Cristo crucificado que sigue siendo escándalo y necedad para muchos hoy en día, pero para nosotros fuerza y sabiduría de Dios.
En esa gran e importante verdad está el misterio y la eficacia de la acción de Dios y de la misión de la Iglesia; esta sabiduría y fuerza redentora de la cruz son las que hacen posible que caminemos juntos, que cumplamos nuestra tarea evangelizadora y eclesial. Solo desde la sabiduría de Dios podremos hacer experiencia de sinodalidad. Para ello, hemos de entender y asimilar que la obra no es nuestra, sino de Dios; que la eficacia y el fruto de la misión no dependen de nosotros, sino del Señor. Por consiguiente, dejémonos llevar por el Espíritu de Dios, no por nosotros mismos ni por el mundo. Seamos sabios, no necios.
3.-Conocernos y dar la vida para caminar juntos:
Dos afirmaciones fundamentales sobre sí mismo nos ofrece Jesús en el evangelio de San Juan. Él es el Buen Pastor porque conoce a sus ovejas y porque da la vida por ellas. Nadie puede amar a quien no conoce. El amor del Señor por cada uno de nosotros, sus ovejas, es personal y personalizante, lo cual hace posible que Él nos conozca y que nosotros lo conozcamos a Él, estableciéndose así una relación de diálogo, comunión y conocimiento mutuo. Para caminar juntos hemos de conocernos, saber quiénes somos y qué necesitamos. Para amar de verdad, al estilo de Jesús, tendremos que estar dispuestos a dar la vida a través del servicio, la entrega desinteresada y la capacidad de hacer siempre el bien.
Estas actitudes y características de Jesús, Buen Pastor, las encarnó y asumió San Carlos Borromeo en su intenso y generoso servicio como pastor de su diócesis. Humilde, cercano y entregado, pudo conocer a su grey a través de las visitas pastorales, los sínodos, las catequesis, la atención a enfermos y necesitados. Queda demostrado que solo a través de la cercanía y del mutuo conocimiento de quienes formamos la comunidad es posible caminar juntos como una Iglesia verdaderamente sinodal. Precisamente, por ello, decía la Comisión Teológica Internacional en 2018 que el: “Camino de sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia para el tercer milenio”. Este es el reto que recibimos de Jesús, el Buen Pastor que nos conoce y da la vida por nosotros; esta es la inspiración que nos da San Carlos Borromeo como obispo y pastor que recorrió incansablemente su diócesis para conocer y apacentar personalmente a sus ovejas. Se trata de un llamado para todos nosotros a conocer tantas realidades y personas en nuestro entorno y ser así una Iglesia que camina junto a quien necesita y desea tener un encuentro vivo y personal con Jesús.
Como fruto de esta celebración patronal en honor de San Carlos, vamos a pedir al Señor en esta Eucaristía que nos ayude a vivir la fase diocesana del camino sinodal con verdaderos deseos de acercarnos, conocernos y escucharnos los unos a los otros en los encuentros vicariales, dejándonos llevar de verdad por el Espíritu de Dios, a fin de discernir qué quiere el Señor de nosotros en los momentos y circunstancias actuales de la Iglesia, en especial de nuestra diócesis.
Nos inspire e interceda por nosotros San Carlos Borromeo, quien en su tiempo vivió la experiencia de una Iglesia cercana, misionera, servidora y sinodal.