
Domingo de Ramos de la Pasión del Señor.
2 de abril de 2023, Catedral de Ciudad Quesada, 10:00 a.m.
Hermanos todos en el Señor, brevemente comparto con ustedes los siguientes pensamientos para nuestra reflexión y oración.
Iniciamos hoy la Semana Santa con esta celebración del Domingo de Ramos de la Pasión del Señor. De manera especialísima, a nosotros católicos se nos llama e invita a acompañar a Jesús en los misterios centrales de nuestra salvación; se nos llama e invita a meditar y a revivir hasta dónde ha llegado el misterio de amor más grande del mundo.
En la primera lectura de Isaías, se ha proclamado parte del primer cántico del Siervo del Señor; los otros tres nos acompañarán en estos días. “El Señor Dios me ha abierto el oído; y yo no me he rebelado ni me he echado atrás” (cfr. 50,4-7). Contemplamos acá la figura del siervo profeta que escucha la palabra de Dios y que es claro anticipo del Mesías Jesús, que, como nos dijo san Pablo impresionantemente en la segunda lectura de filipenses, “se humilló a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz” (cfr. 2,6-11).
La bendición y la procesión de los ramos que hicimos, nos introdujo en el ambiente de la Semana Santa. Como los peregrinos que se acercaban a Jerusalén también nosotros hoy cantamos: “¡Viva el Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor! ¡Viva el Altísimo!” (Mt 21,1-11). Cantamos, exclamamos y pedimos para que él traiga la salvación a nuestra vida y a nuestro mundo; sólo en él hay salvación y redención.
Vamos a llevar a nuestras casas uno de los ramos bendecidos en este domingo. Y nos comprometemos a mirar ese ramo con fe para recibir cada día al Señor que viene hasta nosotros; para recordar que él es nuestro Rey, nuestro Señor y nuestro Salvador; para nunca olvidar que hemos sido redimidos a precio de su sangre.
Como sabemos, en el evangelio de este día se lee siempre la pasión del Señor; hoy en la versión de San Mateo. En el relato encontramos algunos rasgos exclusivos de este evangelista. Por ejemplo, estos tres:
1. Sólo en él dice Jesús que podría acudir al Padre, quien pondría a su disposición legiones de ángeles.
2. Sólo en él se narra la muerte de Judas y el destino de los dineros que había percibido por la traición.
3. Sólo en él se anota que en el momento de la muerte de Jesús la tierra tembló, se abrieron los sepulcros y muchos resucitaron.
Por otra parte, vemos que el relato de la pasión de Jesús según san Mateo trata con respeto a Pilato y el poder que representa. Tenemos también otros tres ejemplos:
1. La mujer de Pilato interviene a favor de Jesús, al que reconoce como inocente.
2. El procurador se lava las manos y parece descargar toda responsabilidad sobre los dirigentes de los judíos.
3. Después de la muerte de Jesús, Pilato permite poner guardia frente a su sepulcro.
Recordado este personaje de manera tristemente célebre, en el misterio de Dios, la acción o inacción de Pilato da paso a la muerte salvadora de Jesús. Hechos contrastantes y misteriosos de la pasión del Señor que hoy recordamos reverentes y asombrados.
El evangelio evoca el bien de la paz y la vivencia del mensaje de amor de Jesús al mencionar aquellos momentos tan dolorosos y dramáticos que vivió. Entonces y ahora la evangelización está por encima y al margen de la revancha y del reproche. Hoy contemplamos a Jesús, sumido en el silencio frente a Pilato, mientras el pueblo le desafía gritando:
“Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Podemos aplicarnos a nosotros mismos esta afirmación, conscientes como somos de que nuestras rebeliones contra el proyecto de Dios han hecho correr la sangre de su Hijo y también la de muchos otros hijos de Dios.
“Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Tendríamos que repetir con humildad y confianza este deseo, aparentemente blasfemo, puesto que sólo la sangre de Cristo puede salvarnos de nuestros pecados individuales y sociales.
Hermanos, al entrar hoy en la Semana central y crucial para nuestra fe y salvación, pidamos a Jesús, a quien contemplamos y acompañamos: Señor Jesús, que derramaste tu sangre por nosotros, ayúdanos a vivir en gratitud, ofreciendo lo mejor de nuestra vida por nuestros hermanos, que son hermanos tuyos también. Nos disponga y ayude esta Eucaristía a celebrar la Semana Santa con conciencia de fe, profundidad en la oración y capacidad de asombro ante el misterio de amor más grande del mundo y de todos los tiempos.
¡Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos! Porque con tu santa cruz y muerte redimiste al mundo.