Vivamos para el amor y la verdad que se han revelado extremamente en el misterio pascual

Miércoles Santo 2023.

5 de abril, Catedral de Ciudad Quesada, 8:00 a.m.

La primera lectura de este día Miércoles Santo recoge el tercero de los cánticos o poemas del siervo de Dios (Is 50,4-9a). En él se evoca la fidelidad de aquel profeta misterioso. Fue llamado desde el seno materno a escuchar fielmente la palabra de Dios para que pudiera transmitir a los abatidos una palabra de aliento. Esa fidelidad a su vocación habría de llevarlo a sufrir insultos, afrentas y azotes. Es la contradictoria suerte del justo y bueno.

Pero al fin y al cabo nadie podrá probar ninguna culpa en él, y Dios saldrá en su defensa, como afirma él mismo: “Mi Señor me ayudaba, por eso no quedaba confundido, por eso ofrecí el rostro como pedernal, y sé que no quedaré avergonzado”.

Aquella figura del profeta perseguido centra hoy nuestra meditación en la misión y especialmente en la pasión de Jesús. Él es el Mensajero y el mensaje de Dios al mismo tiempo, el justo injustamente ajusticiado, cuyo honor Dios ha reivindicado para siempre por su entrega hasta la muerte de cruz.

En el evangelio según san Mateo, que hoy se proclama, aparece de nuevo la figura de Judas Iscariote (Mt 26, 14-25). Por una parte, se nos cuenta del pacto perverso y traidor que propuso a los sumos sacerdotes: “¿Qué están dispuestos a darme si se lo entrego?” Ellos se ajustaron con él en treinta monedas. Fue el precio acordado y pagado por la muerte de Jesús, en una humana y política componenda.

Asimismo, el texto evangélico describe a continuación los preparativos para la cena de Pascua que Jesús había de celebrar con sus discípulos. Cuando está a la mesa con los Doce, Jesús anuncia sorpresiva y dramáticamente que uno de ellos lo va a entregar. Uno y otro preguntan: “¿Soy yo acaso, Señor? Imaginemos la tensión y la incertidumbre de aquel momento.

El relato retorna aquí a su comienzo, como la antífona que inicia y cierra un salmo.  Ante la pregunta de Judas, Jesús responde secamente: “Así es”.

Es como si el texto evangélico quisiera subrayar en este día que la Pascua de Jesús y su entrega han sido facilitadas por la conjura de los jefes religiosos del pueblo y por la traición ni más ni menos que de un discípulo suyo. Es decir, la muerte del justo maquinada por mentiras y traiciones.

Nosotros nos preparamos para la inminente celebración de la cena del Señor y la memoria de su muerte y resurrección. Evidentemente no estamos ante una simple representación. Son hechos reales y dramáticos a través de los cuales nos ha venido la redención en Cristo. Como dice el prefacio que estos días se proclama en la Misa, en los días santos que se acercan “celebramos el triunfo del Señor sobre el poder de nuestro enemigo y renovamos el misterio de nuestra redención”.

Con el espíritu de fe y de gratitud que requiere la celebración de estos misterios, hacemos nuestra la oración litúrgica de hoy: “¡Oh Dios!, que para librarnos del poder del enemigo, quisiste que tu Hijo muriera en la cruz, concédenos alcanzar la gracia de la resurrección”. Que liberados del mal y la mentira, vivamos para el amor y la verdad que se han revelado extremamente en el misterio pascual del Señor que nos aprestamos a conmemorar. Amén.