
En un año, el desempleo en nuestro país casi se ha duplicado llegando a la cifra más alta en la historia, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). Este dato se reveló hace pocas semanas, y se afirma que es al cerrar mayo cuando Costa Rica llega a un porcentaje de 20,1% de desempleo.
Según este dato, hay un aumento de 8,8% comparando este periodo de marzo, abril y mayo, al mismo del año anterior. Estamos hablando de casi medio millón de personas sin trabajo. Según el INEC, hablamos de 468 mil personas sin empleo.
Esta situación debe causar la mayor alarma y preocupación para nuestro país, y aunque la pandemia ha podido influir en algún grado, y sin duda, influye en estos momentos para esta crítica situación, ya desde antes las señales de falta de acceso a un trabajo digno indicaban que las cosas no se han venido haciendo de la mejor manera.
Ni siquiera estamos hablando del subempleo, o de las personas que necesitan cambiar de empleo, lo cual también tiene en muy difícil situación a muchos de nuestros hermanos en este país.
Debemos entender que el desempleo genera pobreza y hambre en las familias de nuestro país. La falta de oportunidades para generar trabajo se convierte en toda una problemática social. Es una bomba de tiempo para Costa Rica.
Semanas atrás he insistido también en las advertencias que señalan que la tecnología reemplazará un importante número de empleos. Por tanto, la cuestión va todavía mucho más allá.
En varias ocasiones he llamado al sentido de urgencia que requiere proponer soluciones para generar trabajo. He señalado la prioridad que esto debe tener en cualquier plan o proyecto país. Esto ya no puede esperar más. Las cifras no sólo son de escándalo, sino también llenan de vergüenza a un país cuando hablamos de la falta de generación de empleo. Llenan de angustia y de temor a muchos de nuestros ciudadanos que no saben cómo llevar alimento a hogares, que no saben cómo cubrir sus necesidades más básicas.
Se requieren acciones extraordinarias para llevar no sólo alimento o dinero de forma inmediata a quienes lo requieren. Pero también se requieren acciones extraordinarias, decisiones políticas firmes que enrumben las posibilidades de generar trabajo.
Traigo a colación palabras de San Juan Pablo II sobre la importancia del trabajo en la vida del ser humano. “El trabajo es, como queda dicho, una obligación, es decir, un deber del hombre y esto en el múltiple sentido de esta palabra. El hombre debe trabajar bien sea por el hecho de que el Creador lo ha ordenado, bien sea por el hecho de su propia humanidad, cuyo mantenimiento y desarrollo exigen el trabajo. El hombre debe trabajar por respeto al prójimo, especialmente por respeto a la propia familia, pero también a la sociedad a la que pertenece, a la nación de la que es hijo o hija, a la entera familia humana de la que es miembro” (Encíclica Laborem Exercens, numeral 16).
Una vez más, es hora de establecer una ruta para dar acceso al trabajo a cientos de miles de personas en este país que les ayude a llevar un sustento digno a sus hogares, que les permita dejar atrás el hambre y la pobreza. Esto no puede esperar más.
Fermento 120. Sábado 25 de julio, 2020