
A pocos días de celebrar el Día de la Madre en Costa Rica, envío mi bendición y felicitación a todas las mujeres que han recibido el don de la maternidad como disposición de apertura a la vida.
Es importante que meditemos alrededor de esta celebración en cuanto regalo que viene de Dios, máxime en una sociedad que cada vez quiere dar menos importancia a lo trascendental y quiere borrar aquello que es sagrado en el ser humano.
“En la maternidad de la mujer, unida a la paternidad del hombre, se refleja el eterno misterio del engendrar que existe en Dios mismo, uno y trino (cf. Ef 3, 14-15). El humano engendrar es común al hombre y a la mujer”, nos decía San Juan Pablo II en su Carta Apostólica Mulieris Dignitatem, numeral 18.
Recientemente celebramos también, en Costa Rica, el pasado 27 de julio, el Día Nacional “Vida antes de Nacer”, según Decreto Ejecutivo N°20043-S, establecido en el gobierno de don Miguel Ángel Rodríguez Echeverría, en el año 1999.
Esta vocación e idiosincrasia en Costa Rica, respetuosa de la vida antes de nacer, y defensora de la vida como sagrado derecho, debe en estos días afianzarse con mucha más razón en beneficio de la sociedad y de nuestro futuro.
Alrededor de esta celebración, tan apreciada por todos nosotros, del Día de la Madre, cabe recordar también palabras de San Juan Pablo II.
“La Iglesia, por consiguiente, da gracias por todas las mujeres y por cada una: por las madres, las hermanas, las esposas; por las mujeres consagradas a Dios en la virginidad; por las mujeres dedicadas a tantos y tantos seres humanos que esperan el amor gratuito de otra persona; por las mujeres que velan por el ser humano en la familia, la cual es el signo fundamental de la comunidad humana; por las mujeres que trabajan profesionalmente, mujeres cargadas a veces con una gran responsabilidad social” (Carta Apostólica Mulieris Dignitatem, numeral 31).
No dejemos que la sociedad líquida, los anti valores y las corrientes ideológicas quiten del camino este rol tan importante en las mujeres llamadas a ser madres.
Sabemos también que muchas mujeres, queriendo tener hijos, en muchas ocasiones no pueden. Sabemos que muchos matrimonios sufren por esta causa. Sepan que Dios y la Iglesia les acompañan. “Por otro lado, sabemos también que el matrimonio no ha sido instituido solamente para la procreación. Por ello, aunque la prole, tan deseada, muchas veces falte, el matrimonio, como amistad y comunión de la vida toda, sigue existiendo y conserva su valor e indisolubilidad. Además, la maternidad no es una realidad exclusivamente biológica, sino que se expresa de diversas maneras”, dice el Papa Francisco en Amoris Laetitia, 178.
Uno de esos caminos de apertura a la vida es la adopción. Este valor del amor incondicional y gratuito, es también un don de Dios.
Que nuestro país afiance y fortalezca su vocación a la vida. Que dejemos de lado esas corrientes que promueven la cultura de la muerte, que el aborto y las técnicas de concepción que atentan contra la vida queden de lado.
Pidamos a María, Madre del amor perfecto, que nos ha sido dada como Madre en la cruz, para que acoja todo aquello que tenemos en el corazón, que nos permita decir sí a la vida y seguir celebrando el don de la maternidad y de la paternidad, como fruto del amor de Dios hacia nosotros sus hijos.
Fermento 124. Martes 11 de agosto, 2020