
Una peligrosa crispación se manifiesta, cada vez, de forma más acelerada en nuestra sociedad. En medio de la pandemia, el descontento se nota, el debate que vemos mediáticamente, con proliferación en las redes sociales, denota precisamente ese ánimo de descalificación y hasta de insulto.
También, ciertos signos incitando a la violencia desde algunos sectores, se muestran en el horizonte. La tensión crece, la agresividad se apodera del discurso en muchos escenarios.
Si bien, la desigualdad imperante en nuestra sociedad es un factor presente en nuestra realidad, al tiempo que se manifiesta la disconformidad de algunos sectores que sienten que se les ha tratado injustamente, son parte del reflejo de un ausente rumbo político que integre un proyecto país en aras del bien común. No podemos permitir que las cosas se resuelvan por vías que no son las democráticas, o que se sustituya el diálogo por la confrontación desmedida o violenta. Que la única confrontación sea la de las ideas, en función de definir lo mejor para todos quienes habitamos en esta nación.
Mi llamado para que nos comprometamos a fortalecer el Estado social de derecho, para que luchemos por fortalecer lo que ha hecho grande a nuestro país, por fortalecer su institucionalidad, por cuidar de todos sin perjudicar a unos u otros. Insto a todos los sectores para que se comprometan en una sociedad que integre la justicia, la equidad de aquellos que se han quedado atrás, de los más pobres, de los desempleados, que en medio de la pandemia han visto recrudecer dramáticamente su situación.
Al mismo tiempo, las autoridades gubernamentales deben procurar medidas justas para nuestra sociedad. En medio de esta crisis sanitaria que vivimos, ponderar la salud ha sido crucial. La institucionalidad de nuestra insigne Caja Costarricense de Seguro Social confirma que lo que hace más de 70 años fue creado con visión y patriotismo, ha dado sus frutos para mostrar la solidaridad y la justicia social.
No obstante, la ansiada reactivación económica que ya esperábamos antes de la pandemia, las respuestas al desempleo y al aumento de pobreza, requieren hoy, más que nunca, de esa misma visión, solidaridad, justicia y paz social con la que Costa Rica ha hecho frente a grandes crisis en su historia.
Desde el Magisterio de la Iglesia debemos decir: “El poder ha de ejercitarse en provecho de los ciudadanos, porque la única razón legitimadora del poder es precisamente asegurar el bienestar público. No se puede permitir en modo alguno que la autoridad civil sirva al interés de uno o de pocos, porque está constituida para el bien común de la totalidad social” (Encíclica Inmortale Dei, numeral 2).
El Papa León XIII, en este escrito anterior, nos refiere a la constitución cristiana del Estado, pues, para nosotros creyentes cristianos el poder viene de Dios, y las cosas han sido creadas para el buen uso y bienestar de las personas. Esto no podemos ni debemos olvidarlo. Dios quiere el bien para todos, y quienes ostentan la autoridad deben dirigir sus decisiones al cuidado de las cosas temporales, al bienestar de sus semejantes y al cuidado integral de todos.
Pidamos a Dios que guíe a nuestros gobernantes para que ejerzan su mandato en bienestar de nuestra sociedad. Contribuyamos todos a la mejora del clima social y a trabajar para que todos podamos salir adelante, especialmente, los más necesitados.
Fermento 119. Jueves 23 de julio, 2020