
El Papa Francisco nos dice: “La Iglesia está llamada a ser siempre la casa abierta del Padre. Uno de los signos concretos de esa apertura es tener templos con las puertas abiertas en todas partes. De ese modo, si alguien quiere seguir una moción del Espíritu y se acerca buscando a Dios, no se encontrará con la frialdad de unas puertas cerradas. Pero hay otras puertas que tampoco se deben cerrar” (Evangelii Gaudium, numeral 47).
Justamente vamos a hablar de dos expresiones: la casa abierta del Padre y las puertas que tampoco se deben cerrar.
De manera extraordinaria, la Conferencia Episcopal de Costa Rica, como otras conferencias en el mundo, tomó la decisión, en beneficio de un bien mayor, como es la vida, la cual es sagrada, de cerrar los templos al culto público, para colaborar en esta crisis que nos afecta, como lo es la pandemia generada por el COVID-19.
Pero, de ninguna manera, se ha cerrado la acción de la Iglesia a seguir anunciando el Evangelio como nos lo ha pedido Jesucristo. La casa abierta del Padre se ha mantenido abierta para realizar distintas acciones que el mismo Jesús nos llama a realizar.
Al respecto, dice el Santo Padre, siempre en Evangelii Gaudium, numeral 48: “Hoy y siempre, ‘los pobres son los destinatarios privilegiados del Evangelio’, y la evangelización dirigida gratuitamente a ellos es signo del Reino que Jesús vino a traer. Hay que decir sin vueltas que existe un vínculo inseparable entre nuestra fe y los pobres. Nunca los dejemos solos”.
Y ahí ha estado presente la Iglesia, nuestra Iglesia diocesana, la Iglesia costarricense como provincia eclesiástica y la Iglesia en el mundo.
Solo en la Diócesis de Ciudad Quesada, la ayuda y asistencia de alimentos para las familias se ha triplicado. Si de manera frecuente, mes a mes, por medio de la acción de la Pastoral Social de la Iglesia, se daban, aproximadamente, 400 diarios a los más necesitados, en medio de la pandemia, en el último mes, esta cifra llegó a los 1200 diarios.
El aporte generoso de los fieles que con sus donaciones, en víveres o dinero, en artículos de limpieza y en tiempo, el aporte de personas de buena voluntad, el aporte de empresas, especialmente comercio local que se ha sumado a esta acción, ha permitido que la Iglesia mantenga sus puertas abiertas para dar de comer al hambriento.
Todas estas personas necesitadas tienen un rostro concreto. A ellas hemos podido llegar llevando el evangelio de Jesús que nos pide dar de comer al hambriento (cfr. Mateo 25, 35).
Como Iglesia, sigamos teniendo esta capacidad de ayudar al más débil, de llegar hasta donde está el más necesitado. Son muchas las necesidades de tanta gente que se ha visto afectada por esta situación y que ya estaba afectada por la situación general del país.
Retomo de Evangelii Gaudium (numeral 49) las palabras del Papa: “mientras afuera hay una multitud hambrienta y Jesús nos repite sin cansarse: ‘¡Dadles vosotros de comer!’ (Mc 6,37)”.
No nos cansemos hermanos de tener abiertas las puertas de la Iglesia, que somos todos nosotros, para dar la mano al más pobre y necesitado y sigamos orando para que pronto podamos también reunirnos alrededor de la mesa del Señor en la Eucaristía, la cual sigue celebrándose todos los días para bien espiritual de todos los hijos de la Iglesia.
Fermento 111. Martes 2 de junio, 2020