La paz se construye entre todos

Hace algunos años, el Papa Francisco mostró su preocupación por lo que considera es una “una guerra mundial a pedazos”, a causa de las diferentes tensiones que se vivían o se viven aún en diferentes partes del orbe, por el tráfico de armas, por diferentes formas de violencia y maltrato y por el abandono o descarte de los más débiles, solo por citar algunos casos.

Recientemente, sobre el auténtico anhelo de paz, el Santo Padre ha vuelto a publicar algunos pensamientos que merecen nuestra mayor atención. La ocasión ha sido con motivo de la publicación reciente de Librería Editora Vaticana del libro Para un conocimiento de la paz, y justamente, el prefacio es del Papa.

En este texto, que ha escrito el Santo Padre, una vez más pone de manifiesto el peligro en que está inmerso el mundo, este clima de violencia y guerra que se percibe, y ante ello, la invitación es a reflexionar y a actuar.

Incluso, hace una pregunta muy interesante en el prólogo que ha realizado: “¿Por qué en un mundo en el que la globalización ha derribado tantas fronteras, en el que todos -se dice- estamos interconectados, seguimos practicando la violencia en las relaciones entre los individuos y las comunidades?”.

No hay duda que la respuesta exige revisar profundamente nuestras convicciones, nuestros pensamientos y acciones. El Papa, además, aprovecha para hacer un fuerte llamado a la acción laical. El llamado es a los hombres y mujeres de nuestro tiempo, y especialmente a los jóvenes.

Dice el prólogo del libro: “Realmente necesitamos hombres y mujeres, bien preparados, equipados con todas las herramientas necesarias para leer e interpretar las dinámicas sociales, económicas y políticas de nuestro tiempo. Comprometerse en estos caminos de formación puede ser una ayuda válida para que muchos jóvenes descubran que ‘la vocación laical es ante todo caridad en la familia y caridad social o política: es un compromiso concreto a partir de la fe para la construcción de una nueva sociedad, es vivir en medio del mundo y de la sociedad para evangelizar sus diversas exigencias, hacer la paz, la convivencia, la justicia, los derechos humanos, la misericordia, y así extender el Reino de Dios en el mundo’. (Exhortación postsinodal Christus vivit, 168)”.

Muchas veces hemos hablado de que la fe es vida, que nuestro paso por este mundo es pasajero, porque vivimos para trascender a algo más, para alcanzar la vida eterna.

En esa perspectiva, la fe no es para vivirla de manera privada, o para encerrarnos alrededor de ella. La fe debe inspirarnos a movernos a acciones que también tengan trascendencia para el momento en que nos corresponde vivir.

La pandemia ciertamente ha tomado por sorpresa al mundo; la incertidumbre que vivimos, las crisis sanitarias y económicas, por citar algunas de ellas, nos exigen transformar nuestra forma de vivir, a sabiendas de que, en este mundo globalizado, y en esta Casa Común que habitamos, todo lo que hagamos tiene sus efectos.

La paz la construimos entre todos. No es sólo un ideal. Somos constructores de paz desde la vocación a la que el Señor nos ha llamado. En medio de la pandemia, tenemos también que asumir nuestras responsabilidades, no sólo para afrontar la crisis, sino para reconstruir un mundo mejor, sin esas tensiones o guerras, sin esa violencia que daña, especialmente a los más débiles.

Que Dios nos ilumine, nos guíe y nos ayude a todos a mejorar el mundo en que vivimos, para aspirar al bienestar de todos.

Fermento 131. Martes 29 de setiembre, 2020