“La vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma”

El pasado viernes a las 3 p.m. se llevó a cabo el funeral del Pbro. Rafael Ángel Esquivel Acuña en la Parroquia de Aguas Zarcas, donde prestó su servicio pastoral en sus últimos años de sacerdocio. Familiares, amigos, fieles, el clero diocesano y el Obispo de Ciudad Quesada se reunieron para la celebración eucarística.

“Como Iglesia Particular de Ciudad Quesada, durante este último año hemos sido probados fuertemente por el misterio de la enfermedad y la muerte. A este punto, nos han dejado ya dos sacerdotes en menos de un año (el año pasado murió el Pbro. Aníbal Quesada Paniagua, tras una enfermedad), y varios de ellos, incluso quien les habla, han pasado y hemos pasado por diversas pruebas y enfermedades. Sin embargo, como personas de fe y esperanza que somos, miramos y valoramos estos acontecimientos como parte del misterio amoroso de Dios que se nos manifiesta y acompaña con su providencia y misericordia. Asumimos estas experiencias, que son parte de la vida, con esperanza y confianza en Dios, aunque nos duelan y desconcierten humanamente hablando”.

De esta forma, Monseñor José Manuel Garita abrió su discurso homilético. “Con su muerte, ocurrida anoche (el jueves 10 de mayo), nuestro hermano, el Pbro. Rafael Ángel Esquivel Acuña, ha completado su peregrinación en este mundo y tenemos la esperanza de que pueda gozar del lugar del consuelo, de la luz y de la paz. Estamos celebrando la pascua personal del P. Rafa, en el contexto mismo del tiempo pascual que nos hace celebrar a Cristo Resucitado, triunfador y vencedor de la muerte. De manera particular, como sacerdote, pedimos y confiamos que el Padre Rafa esté gozando y celebrando las bodas del banquete pascual en el Reino eterno”, añadió.

El Padre “Rafa” como cariñosamente se le decía, sirvió tanto en la Diócesis de Alajuela como en la de Ciudad Quesada. Por este servicio, Monseñor Garita mostró su gratitud en las palabras de la homilía al tiempo que fijó la esperanza cristiana de quienes morimos a este mundo.

“Hoy estamos aquí orando y encomendando a nuestro hermano Rafael Ángel, sacerdote, con la esperanza de que entre en el festín de los manjares suculentos del amor y de la perfección de Dios para siempre en la eternidad. Esta convicción de esperanza nos sostiene, nos fortalece y nos llena de consuelo. Para el creyente, la muerte siempre será principio de vida y germen de eternidad”.

Tras las lecturas escuchadas, Monseñor animó a todos los presentes “porque sabemos y creemos que el Padre Rafa no ha muerto para siempre, sino que está llamado a vivir en Dios y para Dios eternamente. Evoquemos también en este momento aquellas hermosas palabras del prefacio primero de los difuntos que nos dice: ‘En él, en Cristo, brilla la esperanza de nuestra feliz resurrección; y así, aunque la certeza de morir nos entristece, nos consuela la promesa de la futura inmortalidad. Porque la vida de los que en ti creemos, Señor, no termina, se transforma; y, al deshacerse nuestra morada terrenal, adquirimos una mansión eterna en el cielo'”.

En 31 años de sacerdocio, los cuales el Padre Rafael Ángel cumplió el pasado 19 de marzo, sirvió en Parroquias como Monterrey, Pital, Boca de Arenal, San Martín, Florencia en dos ocasiones, La Tigra, Santa Rosa, Venecia, Catedral y últimamente en Aguas Zarcas, esto en la Diócesis de Ciudad Quesada.

Monseñor Garita expresó especial gratitud a la comunidad de Aguas Zarcas, comunidad natal del Padre Rafael Ángel por todas las manifiestaciones de cercanía y cariño. Asimismo, agradeció la fraternidad del Padre Juan Miguel Castro, párroco de esta comunidad, que acompañó al Padre “Rafa” durante sus últimos años, especialmente en los momentos de enfermedad y sufrimiento.

Por otro lado, nuestro Pastor nos pidió reafirmar la oración por los sacerdotes. “Quiero aprovechar este momento tan sentido y especial para pedir la oración de todos ustedes y de toda la diócesis por la salud y el ministerio de nuestros sacerdotes. Las últimas vicisitudes que hemos estado viviendo, nos han obligado a hacer cambios y a asumir sacrificios para proveer pastoralmente a las necesidades de la diócesis. Les ruego y agradezco su oración intensa, constante y confiada por las vocaciones y por nuestros seminaristas, para que no falten los pastores que nuestra Iglesia Particular necesita en cumplimiento de su misión”.

La homilía finalizó de la siguiente manera: “Que el Pbro. Rafael Ángel Esquivel Acuña, sacerdote, servidor bueno, humilde y fiel, descanse en paz, que brille para él la luz perpetua, que haya recibido el premio merecido y que viva eternamente en la perfección del amor de Dios”.