
Un reciente estudio del Instituto de Investigaciones en Ciencias Económicas (IICE) de la Universidad de Costa Rica (UCR) señala que más de 400.000 trabajadores perderían su empleo a causa de la pandemia provocada por el COVID-19.
El panorama no puede ser más desolador; ya lo era cuando datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (INEC) revelaron que la tasa de desempleo en Costa Rica, durante el primer trimestre de este año, había subido a 12.5%.
Según el dato, durante el primer trimestre de 2020, había 314.153 personas desempleadas. La situación es preocupante. Durante años, Costa Rica ha entrado a una espiral en la que los rostros que hay detrás de esas cifras cada vez son más. Desempleo y pobreza son dos hechos realmente vergonzosos que golpean a nuestra nación.
El esfuerzo gubernamental no debe cesar para poner la mirada en los más necesitados. El clamor ha sido constante en los últimos años. El gobierno debe mirar a los más desprotegidos. Las leyes que se gesten en la Asamblea Legislativa deben ser para cuidar del más pobre. No debe caber otro interés entre quienes tienen el mando político en nuestra nación.
Es evidente que en el último cuarto de siglo las cifras de la desigualdad crecen, dejando desprotegida a una cada vez más grande cantidad de personas. No se ve solución en el corto o mediano plazo a este hecho.
En los primeros días de abril de este año, el Papa Francisco, en una entrevista con un escritor y periodista británico, dijo: “Ver a los pobres significa devolverles la humanidad. No son cosas, no son descarte, son personas”.
Sabemos que la pandemia nadie la esperaba y que golpea a todos, pero no debe quedar la mínima duda que los más vulnerables siempre serán los más perjudicados. De ahí la urgencia para responder de manera pronta, sin titubeos, por los más pobres, por aquellos que hace meses, por no decir años, han vivido en el desempleo y por aquellos que ahora caen en esa condición de vulnerabilidad.
Nunca como ahora el llamado a buscar el bien común se hizo tan necesario y tan fuerte. Nos dice al respecto el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, numeral 168: “La responsabilidad de edificar el bien común compete, además de las personas particulares, también al Estado, porque el bien común es la razón de ser de la autoridad política”.
Lejos debe quedar la politiquería, lejos los intereses de unos pocos y todavía más lejos, a solo dos años de gobierno y dos más para que termine, deben quedar los ruidos de campaña electoral que lamentablemente se notan en algunos discursos.
Cierro con estas palabras del Santo Padre, en esa entrevista que mencioné: “Es cierto, algunos gobiernos han tomado medidas ejemplares con prioridades bien señaladas para defender a la población. Pero nos vamos dando cuenta de que todo nuestro pensamiento, nos guste o no nos guste, está estructurado en torno a la economía”.
Si la economía no se pone al servicio de la persona humana, poco o nada habremos aprendido de esta crisis que vive la humanidad. Dios nos ilumine y nos ayude.
Fermento 108. Martes 12 de mayo, 2020