Mensaje sobre la situación actual de la extracción de oro en Crucitas, Cutris de San Carlos

“Mejor es poseer sabiduría que tener plata; el oro no procura tantos beneficios” (Prov. 3,14)

1.- He querido comenzar con este texto de la Sagrada Escritura la reflexión que deseo compartir con los fieles, y con todas las personas de buena voluntad de nuestras comunidades de la Diócesis de Ciudad Quesada, para quienes la vida debe significar un compromiso permanente por preservarla y defenderla de todas las amenazas que la pongan en riesgo.

2.- Con profunda preocupación, he tenido conocimiento -a través de informaciones proporcionadas por medios de comunicación y de testimonios directos- sobre las acciones que, al margen de la ley y de la moral, un grupo de personas, potencialmente movidas por el deseo de tener ingresos económicos significativos, están realizando extracción de oro con el uso de mercurio en los terrenos de la otrora empresa minera localizada en la comunidad de Crucitas, en Cutris de San Carlos. Estos hechos no pueden pasar inadvertidos, o quedarse como una especie noticiosa que rápidamente pasa al olvido, porque no solo se trata de la acción material de la extracción de oro de manera ilícita, sino el gravísimo riesgo por el uso del mercurio que, como es conocido, es un metal altamente tóxico que tiene contaminantes de insospechadas proporciones para la vida en todas sus expresiones.

3.- Asimismo, preocupa la expresión del afán desmedido por obtener altas ganancias que, de ser ciertas, puede provocar la aparición de la comisión de eventos graves como asaltos y agresiones que podrían poner en riesgo la integridad de los que extraen el oro por disputas de los sitios “más generosos” del material precioso. Al mismo tiempo, podría traer el riesgo de la movilización del crimen organizado hacia una zona con una aparente dinámica económica en crecimiento. Igualmente, otros riesgos de esta situación son el que se pueda estar poniendo en riesgo la estabilidad de las familias, con la movilización peligrosa de algunos de sus miembros, la deserción de jóvenes en edad escolar, o la manipulación de las necesidades de poblaciones vulneradas como la migrante, que podrían estar cayendo en las garras de la explotación.

4.- Que el oro sea un metal precioso no puede ser argumento para proceder desde intereses fundamentalmente lucrativos, poniendo por encima del valor de la vida de personas y el ambiente, el beneficio económico por la comercialización del mineral. Es por eso que el escritor sagrado del libro de los Proverbios nos recuerda que hace más bien a la sociedad la sabiduría -desde la cual se generan acciones de justicia y misericordia- que el oro desde el cual se arremeta contra la paz social al desestimarse la dignidad humana y la corresponsabilidad del cuido del ambiente como nuestra casa común.

5.- El Papa Francisco nos interpela ante la crisis actual que está poniendo en riesgo la vida de la humanidad por las propias acciones de los hombres, y nos propone retornar el cuidado de la naturaleza, objetivo que “no puede ser a costa de la libertad y la responsabilidad del ser humano, que es parte del mundo con el deber de cultivar sus propias capacidades para protegerlo y desarrollar sus potencialidades. Si reconocemos el valor y la fragilidad de la naturaleza, y al mismo tiempo las capacidades que el Creador nos otorgó, esto nos permite terminar hoy con el mito moderno del progreso material sin límites” (Laudato Si 78). En pocas palabras, y desde el tema que nos ocupa: el oro ciertamente es útil en una serie de instancias de la vida cotidiana, pero no por ello debe imperar su aprecio con relación real a la naturaleza y de los seres vivos que en ella existimos. Parafraseando, entonces al autor sagrado, tenemos que decir que el oro no da todos los beneficios que requerimos para una vida en plenitud, más aún, posibilita beneficios a unos pocos, en detrimento del bienestar de la sociedad.

6.- No puedo dejar de lado la contemplación sobre la posible realidad de las personas que han estado extrayendo oro de manera furtiva en la zona de Crucitas. “Si tenemos en cuenta que el ser humano también es una criatura de este mundo, que tiene derecho a vivir y a ser feliz, y que además tiene una dignidad especialísima, no podemos dejar de considerar los efectos de la degradación ambiental, del actual modelo de desarrollo y de la cultura del descarte en la vida de las personas” (Laudato Si 43), por lo que presumir que la respuesta única a esta situación deba ser la penalización de los involucrados, sólo se alcanzaría el control del grupo actualmente involucrado, ya que, también de manera colateral, hay responsabilidad en los que adquieren el oro. Mientras subsista la mentalidad utilitaria de la creación, el hecho al cual me refiero únicamente será parte de una escalada que puede provocar el arribo sistemático de otros grupos atraídos por la posibilidad de sacar el mineral y de comercializarlo, más aún, cuando el enfoque de algunas noticias pone el énfasis en las ganancias que la extracción de oro genera, y poco en los reales riesgos humanos y ambientales que ella propicia.

7.- Urge que, tanto servidores públicos como de sociedad civil, tomemos conciencia que ante situaciones como las que me mueven a compartir mi pensamiento de Pastor, debemos asumir claras actitudes de compromiso, ya que como bien nos ha dicho el Papa Francisco, “lamentablemente, muchos esfuerzos para buscar soluciones concretas a la crisis ambiental suelen ser frustrados no sólo por el rechazo de los poderosos, sino también por la falta de interés de los demás. Las actitudes que obstruyen los caminos de solución, aún entre los creyentes, van de la negación del problema a la indiferencia, o caen en la resignación cómoda o la confianza ciega en las soluciones técnicas. Necesitamos una solidaridad universal nueva” (Laudato Si 14).

8.- Como Obispo de la Diócesis de Ciudad Quesada, territorio en el que se encuentra Crucitas de Cutris, hago un llamado para que:

a. Las autoridades apliquen las normativas para preservar el orden social, de tal manera que el pretendido bien común también se salvaguarde con la aplicación respetuosa del marco legal que impera en el país, y que no sea postergado so pretexto de limitaciones materiales para hacerlo, porque esa posición puede derivar en comportamientos nefastos, y “cuando es la cultura la que se corrompe y ya no se reconoce alguna verdad objetiva o unos principios un ¡versalmente válidos, las leyes sólo se entenderán como imposiciones arbitrarias y como obstáculos a evitar” (Laudato Si 123). Sanar la cultura del uso irracional de la creación, exige también la aplicación de la ley.

b. Todas las fuerzas vivas de la comunidad, las autoridades municipales y nacionales procuren promover y desarrollar fuentes de empleo digno para los habitantes de la zona y de otros lugares de la geografía de la Diócesis que se han desplazado a Crucitas.

c. Los ciudadanos en general asumamos que es imperativa la conversión ecológica, que nos debe conducir a ser centinelas para advertir la llegada de lo que puede ser un enemigo para la vida de la comunidad, y no ser cómplices por la indiferencia, por el silencio, por el miedo, o por estimar que el daño no me afecta por estar lejano (cfr. Ez 33,6). Ésta es nuestra casa, todos debemos asumir responsabilidades para que nada la ponga en riesgo.

d. Todos, especialmente los creyentes, no caigamos en la codicia y en la ambición desmedida que es causa de males mayores para cada una de las personas y de la sociedad en general (cfr. 1 Tim 6, 10). En este sentido y con toda claridad, el Papa Francisco nos dice que “el dinero sirve para realizar muchas obras buenas, para hacer progresar a la humanidad, pero cuando se transforma en la única razón de la vida, destruye al hombre y sus vínculos con el mundo exterior” (homilía Casa Santa Marta, 21 de octubre 2013).

Que el Señor nos ilumine con la luz de su gracia, para que actuemos con responsabilidad, prudencia, solidaridad y verdadero compromiso en la búsqueda del bien común y no solo en el de unos cuantos.

 

En la sede episcopal, a los doce días del mes de setiembre del año del Señor dos mil diecisiete,

 

Mons. José Manuel Garita Herrera

Obispo de Ciudad Quesada