
Natividad del Señor 2020
Misa de la noche, jueves 24 de diciembre, Catedral de Ciudad Quesada, 7:00 p.m.
Hermanos todos en el Señor:
En medio de la oscuridad y del dolor, que se cierne todavía sobre el mundo y nuestro país, a causa de la pandemia que nos azotado durante este año, celebramos con fe, esperanza y gozo el entrañable misterio del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo. En la calenda inicial, que hemos escuchado, se pone en evidencia el hecho real e histórico de la encarnación y del nacimiento de Dios entre nosotros los hombres. Dios se abaja, se acerca y solidariza con nuestra realidad humana; lo hizo hace más de dos mil años en Belén, y hoy lo hace igualmente en las circunstancias y realidades que nos toca vivir. Por ello, en medio de la oscuridad y de la crisis, Navidad es mensaje de esperanza y de confianza en el Dios que se ha hecho carne, pequeño y sencillo por nuestra salvación.
En esta ocasión, y en el contexto tan particular de este año que hemos tenido, quisiera destacar y acentuar la Navidad como celebración de la vida y de la luz. Vida y luz que sin duda nos traen aliento y esperanza en medio de la muerte y la oscuridad. Hoy nace el que es la Vida con mayúscula. Hoy nace la Luz, con mayúscula también, que disipa las tinieblas del mal y de la muerte. La vida y luz se contraponen radicalmente a la muerte y a la oscuridad; en especial a la cultura de la muerte que algunos pretenden imponer a ultranza en la actualidad, sea a través del aborto, la eutanasia o de otras manifestaciones que se oponen al don y valor maravilloso de la vida que hemos recibido de Dios.
El Verbo eterno del Padre se ha hecho vida y luz concreta en la realidad de nuestra carne, para darnos vida y vida en abundancia que se traduce en salvación y redención para el género humano. Esta verdad la ponen de manifiesto los hermosos textos de la palabra de Dios que hemos escuchado.
La primera lectura del profeta Isaías es el anuncio del nacimiento de un nuevo rey para Jerusalén, pero, a fin de cuentas, se trata de un anuncio que va mucho más allá de ese momento histórico, pues se abre a la esperanza de la salvación a través del Mesías de Dios que habría de venir. Ese nacimiento será luz, vida y esperanza para el “pueblo que caminaba en las tinieblas”. Por ello, el profeta afirma que ese pueblo -ayer Israel, hoy nosotros- “vio una gran luz … una luz resplandeció” con el nacimiento de ese rey que se describe como “un niño que nos ha nacido, un hijo que se nos ha dado”. Y es presentado con características que no son simplemente humanas, sino que corresponden a Dios mismo. Ese niño es “Consejero admirable”, “Dios poderoso”, “Padre sempiterno”, “Príncipe de la paz”. Se trata de un rey que traerá la paz sin límites desde la casa de David. Ese anuncio lo reconocemos cumplido esta noche en el Niño que ha nacido en Belén; el Dios de la vida y de la luz que ha nacido entre nosotros por nuestra salvación. Por eso, Navidad es celebración de la vida y de la luz.
El entrañable y esperanzador anuncio del profeta se cumple y realiza admirablemente en el relato del nacimiento de Jesús que hemos escuchado del evangelio de San Lucas. En el momento en que el Niño nace de María -en el humilde pesebre de Belén- dice el texto que “Un ángel de Dios se apareció a los pastores que velaban, y la gloria de Dios los envolvió con su luz”. Cuando Dios nace y se hace presente, todo es luz y vida, todo se transforma y renueva; la oscuridad de la noche se vuelve resplandor de gloria que da vida y salvación al mundo. Por ello, el mismo ángel declara que “hoy les ha nacido, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor”. Sólo Dios puede darnos la luz de su gloria eterna, sólo Él nos puede salvar y dar vida; por ello se ha dignado nacer entre nosotros ¡Qué misterio más maravilloso de luz, vida, amor y salvación! Todo este admirable misterio nada tiene que ver con muerte y oscuridad que muchas veces el mal y el mismo hombre quieren imponer. Por eso, Navidad es celebración de la vida y de la luz.
Al nacer entre nosotros el que es la Vida, queda revelado el misterio de amor y salvación que Dios había diseñado y concebido amorosamente para nosotros desde siempre. Por ello, San Pablo en la segunda lectura de su carta a Tito, nos ha dicho que “La gracia de Dios se ha manifestado para salvar a todos los hombres”. Esa gracia es su Hijo eterno, nacido como uno de nosotros en Belén; y que se ha manifestado, se ha aparecido, para darnos vida, iluminarnos y salvarnos. El Dios que es la Vida en nada quiere para nosotros la oscuridad de la muerte. Por eso, Navidad es celebración de la vida y de la luz.
Hermanos, esta noche santa es para contemplar, alabar y agradecer este misterio de amor infinito de Dios, que ha querido nacer y hacerse vida entre nosotros. Esta es noche de paz y amor, como canta el célebre villancico; noche de silencio profundo y sublime en el que se manifiesta la gloria y la luz esplendorosa de Dios, en medio y en contraste con lo humilde, pequeño y sencillo reflejado en la fragilidad de un Niño que nos ha nacido ¡Qué misterios y caminos los de Dios para nuestra vida y salvación! Por el contrario, a veces parece que el ser humano se empeña en sembrar muerte y oscuridad en manifiesta contradicción con el plan de Dios.
Como fruto de la celebración de esta Navidad 2020, quiero destacar los siguientes acentos:
1.- Dejémonos iluminar y salvar por el que es la Vida, y que para darnos vida ha nacido hoy entre nosotros. Rechacemos y alejemos de nuestra vida y de nuestro mundo todo lo que sea muerte y oscuridad. Digamos un no rotundo y contundente a la cultura de la muerte y del mal. Todo cristiano y católico coherente y auténtico siempre estará, actuará, legislará y gobernará a favor de la vida, sin temores, ambigüedades ni acomodos.
2.- Agradezcamos, valoremos y defendamos el maravillo don de la vida humana que Dios nos ha dado, y que el mismo Hijo de Dios ha asumido con su encarnación y nacimiento. La pandemia, la protocolización del mal llamado “aborto terapéutico” y las tendencias en favor de la eutanasia -todo ello expresión de la cultura de la muerte y del descarte- deben hacernos valorar el milagro y la maravilla de la vida. De Dios hemos recibido el don y el regalo de la vida. Hoy pedimos especialmente al Señor por los que han perdido la vida en este año, sobre todo a causa de la pandemia. Damos gracias y bendecimos a tantos que generosa y valientemente trabajan por defender la vida de sus hermanos, particularmente en esta crisis sanitaria.
3.- Que el mensaje y la celebración de la Navidad nos hagan más hermanos, más solidarios y más unidos para sacar adelante los grandes retos que tenemos en nuestro país y en el mundo. Así como Dios se ha acercado a nosotros con su nacimiento, acerquémonos los unos a los otros en paz, amor y solidaridad. Hemos sido creados por amor, hemos sido hechos para amar. El amor y la paz serán posibles solamente si nos abrimos a la gracia de Aquel que se ha manifestado como vida y luz para nosotros.
La Eucaristía nos pone de manifiesto aún más el misterio de la cercanía de Dios que ha nacido para salvarnos. El don inmenso de alimentarnos con el cuerpo y la sangre de Cristo es gracias al misterio de su encarnación y nacimiento entre nosotros. Su cuerpo y su sangre son alimento para que tengamos vida y vida en abundancia; para que caminemos siempre en la luz y nunca en las tinieblas; para que nos dejemos iluminar por el resplandor de la gloria de Dios que ha brillado en esta noche santa, y que nos ha colmado de inmensa alegría, indecible gozo y firme esperanza. Con la fe y la esperanza puestas en Él saldremos adelante de esta crisis que nos ha golpeado en este año. Santa y bendecida Navidad para todos, y que Jesús nazca con su amor en los corazones de todos y cada uno nosotros. Amén.