
“El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el niño será Santo y será llamado Hijo de Dios” (Lucas 1, 35).
Este es el anuncio del Ángel a la Virgen María, es el anuncio de la salvación que se realizó con el sí de nuestra Madre del cielo, un anuncio que alegra nuestros corazones y alcanza hasta nuestro tiempo.
A pocos días de celebrar la Navidad del año 2020, mis deseos de felicidad y paz para todos en nuestro país, para que la luz que vieron los magos de Oriente y los guió hasta Belén (cfr. Mateo 2, 1-2) sea la luz que veamos para que guíe también nuestra nación y cada una de nuestras vidas.
Esa luz a la cual refiere el pasaje bíblico es la luz que ilumina toda la humanidad, que llega a todos los confines de la creación y es la luz que quiere habitar en nuestros corazones.
“Este rayo de la noche de Navidad, brillo del nacimiento de Dios, no es sólo el recuerdo de las luces del árbol junto al pesebre en casa, en la familia o en la iglesia parroquial, sino algo más. Es el rayo de luz más profunda de la humanidad que Dios ha visitado, esta humanidad acogida de nuevo y asumida por Dios mismo; asumida en el Hijo de María en la unidad de la Persona divina: el Hijo Verbo”, decía San Juan Pablo II en Audiencia General, el 27 de diciembre de 1978.
Reafirmaba entonces: “La naturaleza humana asumida místicamente por el Hijo de Dios en cada uno de nosotros, que hemos sido adoptados en la nueva unión con el Padre”.
Este es el núcleo del misterio que celebramos en Navidad: hemos sido acogidos por Dios, revestidos de una nueva vida en su Hijo Jesús. Esta es la nueva vida que nos debe llevar a ser diferentes en cada lugar y realidad que nos corresponde vivir. La luz de la Navidad debe hacernos brillar, pero no con luz propia, sino con la luz del Salvador que nos libera del pecado y nos hace personas nuevas.
Esta luz de la Navidad debe alcanzar para disipar la oscuridad del egoísmo, del individualismo, de la violencia y debe hacer brillar la solidaridad, la fraternidad y la paz. En Navidad y, en todo tiempo, podemos hacer brillar una sociedad mejor.
Como decía el Papa Francisco en su Encíclica Laudato Si’, (numeral 14): “Todos podemos colaborar como instrumentos de Dios para el cuidado de la creación, cada uno desde su cultura, su experiencia, sus iniciativas y sus capacidades”.
Que esta Navidad nos deje ese deseo de convertirnos en instrumentos para hacer resplandecer el rostro del Señor Jesús nacido en Belén.
Que en medio de los sufrimientos por los cuales hemos pasado este año, el Señor, que es la luz, nos inunde con su brillo, paz y consuelo. Él “nos ofrece las fuerzas y la luz que necesitamos para salir adelante. En el corazón de este mundo sigue presente el Señor de la vida que nos ama tanto. Él no nos abandona, no nos deja solos, porque se ha unido definitivamente a nuestra tierra, y su amor siempre nos lleva a encontrar nuevos caminos”, (Laudato Si’, 245).
Que llegue a todos la luz de la Navidad, la paz, la alegría y el amor nacido en Belén. Dejemos que Dios nazca en el corazón de cada uno, que su luz irradie a Costa Rica y nos guíe por el sendero de la verdad y el amor.
Fermento 143. Martes 22 de diciembre, 2020