
Este Jueves Santo, nuestro Obispo celebró la Misa Vespertina de la Cena del Señor en la Catedral de Ciudad Quesada.
“Esta solemne, íntima e impresionante Eucaristía de la cena del Señor, nos coloca en la introducción al sagrado triduo pascual que celebraremos viernes santo, sábado santo y domingo de resurrección; triduo sacro que es el eje central de toda la semana santa. En este jueves santo, como sabemos, conmemoramos especialmente la institución de la Eucaristía, la institución del sacerdocio ministerial y el mandamiento del amor que se traduce en servicio”, introdujo en su homilía.
“Cristo es el cordero perfecto y sin mancha, cuyo cuerpo entregado es alimento que nos fortalece y capacita para recorrer el largo y duro camino de la vida hasta que lleguemos a la eternidad”, expresó Monseñor José Manuel Garita.
Con su sangre, Jesucristo “nos libera y purifica de la peor esclavitud que es el pecado. Cristo es el cordero perfecto y sin mancha, cuyo cuerpo entregado es alimento que nos fortalece y capacita para recorrer el largo y duro camino de la vida hasta que lleguemos a la eternidad. La Eucaristía es la verdadera y definitiva cena pascual, memorial de la entrega total y amorosa de Cristo, el cordero que quita el pecado del mundo”, explicó nuestro Pastor sobre el real y auténtico valor de la Eucaristía donde Cristo se nos da.
Luego describió la acción de Jesús al lavar los pies, con la cual nos llama a nosotros cristianos a transformar el mundo como lo hizo él con: “entrega, servicio, capacidad de dar la vida, amor total”.
“Servir y dar la vida por el otro para que el otro viva. Sin duda es la actitud del buen pastor que da la vida. Queda patente aquí que hoy celebramos también la institución del sacerdocio ministerial; sacerdote es el que se entrega y da la vida por los demás a través del servicio”, destacó Monseñor.
“Lavarnos los pies no es otra cosa que amarnos los unos a los otros”, es el consejo y enseñanza práctica que sintetiza Monseñor.
Ese servir a los demás es “el gran reto y desafío de hoy” si realmente queremos seguir “el ejemplo del cordero que se entrega”.
En sus palabras, nuestro Pastor fue aún más elocuente: “lavarnos los pies significará servirnos unos a otros, dar la vida por el que necesita, amar de verdad -con obras y no solo con palabras-
al hermano sea quien sea, buscar y procurar su propio bien, honrar y respetar al prójimo”.
No podemos dejar de lado la imagen histórica que significa este gesto. La homilía lo expresa: “Recordemos que lavar los pies era propio de los esclavos para con sus señores; pues bien, entonces Jesús se humilla, se rebaja, se echa al suelo para lavar los pies de los suyos con actitud de total entrega y disponibilidad, con actitud de humildad y negación de sí mismo. La lógica de Jesús es la del último, la del esclavo, la del que sirve y da la vida”.
¿Qué nos toca a nosotros? Monseñor Garita responde:
“Debemos de pasar de la celebración (eucarística) a la vida y a la acción. Celebramos la Eucaristía para que Cristo nos ayude a amarnos como él nos amó: lavando los pies, sirviendo, entregando la vida. Por tanto, no puede haber celebración y vivencia de la Eucaristía verdaderas sin amor, sin caridad, sin capacidad de servir y entregar la vida por los demás, así como Jesús lo ha hecho por nosotros”.
Precisamente la Eucaristía nos alimenta para actuar.
“Que nuestra vida de fe y nuestro testimonio cristiano, estén marcados hoy y siempre por esa capacidad de dar la vida para que otros vivan, por esa disponibilidad de lavarnos los pies unos a otros a través del servicio y de la búsqueda del bien hacia los demás; por el deseo de practicar siempre la caridad, la misericordia y el perdón; de vivir en unidad, comunión y paz, pues la Eucaristía es signo de unidad y vínculo de caridad, como decía San Agustín”, enfatizó.