
Fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María
Acto de entrega de Costa Rica a la Santísima Virgen María
Viernes 31 de mayo, Catedral de Ciudad Quesada, 6:00 p.m.
Hermanos todos en el Señor:
En comunión con toda la Iglesia y como conclusión del mes de mayo, dedicado tradicionalmente a la Santísima Virgen María, celebramos esta fiesta de la Visitación de la Virgen a su pariente Santa Isabel, e igualmente, en este contexto y celebración, por disposición de los obispos de Costa Rica, hacemos acto de entrega a la Virgen María de nuestro país, a esta Madre que siempre nos ha acompañado a través de la historia de este pueblo cristiano y creyente que la honra y la ama.
Primero, una palabra sobre esta fiesta mariana de la Visitación:
Acabamos de escuchar, en el evangelio de San Lucas, que María, llevando en su seno a Jesús, va presurosa a las montañas de Judea al encuentro de Isabel, quien esperaba a Juan el Bautista. Se trata del encuentro de dos mujeres agraciadas y bendecidas: una joven virgen que va a ser madre y una anciana estéril que va a dar a luz. Estos prodigios son solamente posibles para la gracia de Dios.
María es la alegre hija de Sión, de la que hablaba Sofonías en la primera lectura, que va alegre y gozosa a compartir con Isabel el maravilloso don que lleva en su seno. María lleva y comparte a Jesús con Isabel, es su fruto bendito, es Dios mismo el don que lleva en sus entrañas y que María lo da y comparte. Nosotros, como misión propia de cristianos, estamos llamados a llevar también a Jesús con alegría a los demás, Él es la buena noticia de salvación para el mundo entero y para todos los hombres. Llevemos, comuniquemos y compartamos a Jesús con los demás, sobre todo con los que más necesitan la experiencia de Dios y de la fe. Con nuestro testimonio de vida cristiana, hemos de ser portadores de Jesús para los demás. Ese testimonio, será entonces, que llevemos y demos a luz a Cristo al mundo.
Por otro lado, Isabel ciertamente saluda a María como la Madre de su Señor, pero ante todo la reconoce como creyente y mujer de fe: “Dichosa tú que has creído”, le dice. Dichosa porque ha confiado en Dios, porque ha creído en su palabra, porque se ha abandonado en manos de Dios. Dichosos todos aquellos que tienen fe, que hacen de Dios el sentido de su vida, que tienen y viven de acuerdo a valores espirituales y trascendentes. Dichoso este pueblo de Costa Rica porque ha sido una nación de fe, un país cristiano, un pueblo que ama y honra a María como Madre. Tener a Dios como el absoluto y el fin último de una persona, de una comunidad, de un pueblo y nación es la mayor sabiduría y la mayor dicha para todos.
Finalmente, un tercer detalle del evangelio, María, llena del Espíritu Santo, canta, exulta, proclama y agradece a Dios en su cántico que alabanza: reconoce la elección y la bendición de Dios, da fe de que cuanto es y cuanto tiene en la vida es gracias al amor, bondad y providencia de Dios. Gran lección de gratitud y alabanza nos da María. Gran enseñanza nos brinda con ello para no olvidar al Dios siempre fiel y presente en nuestra historia personal, familiar, comunitaria y nacional. No olvidemos nunca de agradecer y alabar al Dios fiel, amoroso y providente, sería injusto e insensato. La persona y el pueblo que pierde sus propias raíces, memoria e historia, corre el peligro de perder su identidad más genuina y su rumbo seguro. Hoy pedimos para que cada uno de nosotros, nuestras familias, nuestra diócesis y nuestro país nunca perdamos nuestra memoria de creyentes y cristianos, no perdamos nunca nuestra identidad de personas de fe que reconocemos a Dios como nuestro sentido último y le agradecemos todo cuanto somos y tenemos.
Segundo, ¿por qué el acto de entrega a María de nuestro país, Costa Rica?:
Fundamentalmente por lo que decía antes, porque Costa Rica históricamente ha sido una nación y un país creyente, cristiano, humanista, solidario, democrático, católico y particularmente mariano. Mucho de su idiosincrasia y valores, logrados con mucho esfuerzo a lo largo de los años, se debe a que Costa Rica ha creído y ha actuado a partir de principios y valores cristianos con gran sentido de justicia e igualdad social. Es un legado histórico que no podemos negar y echar en saco roto de un momento a otro, simplemente por “ponerse a la moda e imitar” otros modelos ajenos por parte de unos cuantos.
Ofrecemos a María nuestro país, pidiendo la intercesión de nuestra Madre ante su Hijo Jesús, para que en nuestra Costa Rica siga viviéndose en paz, democracia, solidaridad, unidad, diálogo, entendimiento, fraternidad e igualdad.
Entregamos Costa Rica a Dios, por medio de María, para pedirle al Señor nos ayude a encontrar soluciones a situaciones graves y preocupantes que nos aquejan: pobreza extrema, desigualdad creciente, desempleo, corrupción, violencia e inseguridad ciudadana, pérdida de valores morales, religiosos y espirituales.
Hacemos hoy este acto de entrega a Dios de Costa Rica, por medio de María, a causa de los últimos y preocupantes signos que estamos viendo: corrientes ideológicas contrarias al más genuino ser costarricense que van manifiestamente en contra de la vida, la familia, la libertad religiosa, de culto y de conciencia. Corrientes ideológicas, sobre todo de nueva izquierda, que se quieren imponer como minorías en contra de la inmensa mayoría, atentando así contra el más básico y elemental concepto de democracia.
En particular, y desde la Iglesia, ofrecemos, una vez más a Dios a Costa Rica, por medio de María, por las acciones crecientes de estas corrientes ideológicas que cada vez se manifiestan y actúan en contra de todo lo que sea Dios, fe, religión, Iglesia, valores morales y espirituales, invocando incluso un malentendido Estado laico, disfrazando bajo esa figura a un Estado ateo, que de ninguna manera podemos aceptar desde nuestras creencias religiosas y desde los más elementales derechos humanos. Corrientes ideológicas que incluso impulsan irónicamente leyes que promueven el odio y la división en un país que históricamente ha sido unido y solidario.
Por todos estos signos y anti-signos, como pueblo creyente, cristiano y católico, presentamos al Señor, por medio de su Madre Santísima, el Inmaculado Corazón de María, a esta querida nación que ama a Dios y honra a su Madre. En este altar del sacrificio eucarístico, ponemos los ideales, anhelos, deseos, preocupaciones, ilusiones y esperanzas de la inmensa mayoría de este pueblo y nación costarricense, para que el Señor la siga bendiciendo, protegiendo y llevando por caminos de amor, unidad, paz, solidaridad, fraternidad, desarrollo y prosperidad.