¿Qué sociedad queremos?

El pasado 5 de junio, el presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, Mons. José Rafael Quirós, hizo pública una carta que envió al presidente de la Caja Costarricense de Seguro Social (CCSS), Dr. Román Macaya, en la que pide “dar a conocer a la opinión pública” el contenido “previo a su aprobación” del Protocolo de la Norma Técnica del llamado “aborto terapéutico”.

Para la Iglesia costarricense, para nosotros los obispos, pastores de este pueblo, y en general, para todo bautizado, conocer este texto y proclamar la defensa de la vida, son hechos que forman parte esencial de la misión encomendada por el Dios de la vida, y que nos llama a cuidar este maravilloso don.

Lamentablemente, la cultura de la muerte se ha apoderado en los últimos años de las sociedades, ahora llamadas modernas, dejando en estado de indefensión a los más débiles. En este caso, los no nacidos, son seres humanos que, mediante legislaciones en distintos países, ven peligrar ese derecho fundamental a la vida.

Al respecto, el Papa Francisco, en su catequesis de la Audiencia General del miércoles 10 de octubre de 2018, dedicada al Quinto Mandamiento: no matarás, expresó: “no es justo acabar con una vida humana para resolver un problema, no es justo acabar con la vida humana de un pequeño para solucionar un problema”.

Entonces, agregó: “Un enfoque contradictorio permite la supresión de la vida humana en el útero en nombre de la defensa de otros derechos. ¿Cómo puede ser terapéutico, civil o simplemente humano un acto que suprime la vida inocente e indefensa en su florecimiento?”.

Debemos meditar sobre la sociedad que estamos construyendo en Costa Rica; de cómo lo hacemos con nuestras decisiones personales, con el discernimiento que hacemos a la hora de elegir gobernantes, con las posturas que tomamos a la hora de apoyar leyes.

Más aún, en momentos en que la pandemia del COVID-19 azota fuertemente a todo el mundo, la reflexión debe ser sobre nuestra decisión de apoyar la vida desde el momento de la concepción hasta su muerte natural.

Cuando en Costa Rica se ha hecho un fuerte trabajo de concientización, con base a su institucionalidad, y se ha decidido proteger la vida de tantas personas, debemos centrarnos en que esa es la convicción sobre la cual nos hemos formado históricamente en este país.

En este tema fundamental no puede haber discursos a medias, o a conveniencia, o según la época, o según la moda. Al respecto, el Santo Padre, nos dice en su Encíclica Laudato Si’ (numeral 90): “A veces se advierte una obsesión por negar toda preeminencia a la persona humana, y se lleva adelante una lucha por otras especies que no desarrollamos para defender la igual dignidad entre los seres humanos. Es verdad que debe preocuparnos que otros seres vivos no sean tratados irresponsablemente. Pero especialmente deberían exasperarnos las enormes inequidades que existen entre nosotros, porque seguimos tolerando que unos se consideren más dignos que otros”.

Precisamente, la pandemia ha dejado al descubierto o ha acentuado con más fuerza muchas de estas desigualdades. Todo ser humano cuenta, no importa la condición social o raza. No importa tampoco la edad.

La dignidad del ser humano debe ser respetada desde el momento de la concepción, y esto incluye, desde luego, a los seres no nacidos. No permita Dios que perdamos esto de vista.

Fermento 115. Martes 30 de junio, 2020