Responsabilidad social

Hace unas semanas atrás, la Caja Costarricense de Seguro Social dio a conocer que identificó una serie de irregularidades cometidas por distintos patronos en el aseguramiento de sus empleados, en el sector agrícola en la zona norte.

Según lo que la entidad dio a conocer, 426 peones agrícolas están sin seguro; de ellos, 233 son costarricenses y 193 de otras nacionalidades. Según el dato, de 120 empresas inspeccionadas, son 34 los patronos que presentan irregularidades en este tema.

Ya en mi IV Carta Pastoral, “Y serán mis testigos”, del año 2017, abordaba parte de esta realidad que lamentablemente se da en el territorio de la Diócesis de Ciudad Quesada.

“Las condiciones de trabajo se han recrudecido, llegando a niveles de calamidad, por las constantes violaciones a los derechos laborales: salarios incompatibles con la legislación costarricense, requerimientos laborales con diversos grados de exposición al riesgo por el uso de sustancias peligrosas, jornadas laborales extensas, exposición de personas a trabajo extenuante sin espacios protectores y sin lugares para realizar sus necesidades fisiológicas, y en ocasiones cuando los trabajadores hacen uso del derecho al reclamo son sancionados con el despido”, decía en el numeral 66 de dicha Carta Pastoral.

Desde luego que esto no ocurre sólo en un sector ni sólo en esta zona. Sin embargo, la noticia brindada por la Caja Costarricense de Seguro Social debe ponernos a pensar seriamente, pues como también lo dije en esa Carta Pastoral, (numeral 69): “hemos de reconocer que, existen en nuestra diócesis, empresas que trabajan esta producción con verdadero sentido social y laboral, en protección responsable del ambiente también”. Es justo reconocer lo que está bien y a derecho.

Sin duda, ese es el norte que se debe seguir. Reconozco el esfuerzo de tantos empresarios que dan trabajo respetando las garantías sociales de nuestro país. Agradezco el gran esfuerzo que realizan y los miles de empleos que generan, más aún en tiempos tan difíciles como los que vivimos.

El trabajo es también un don que da el Señor y a la vez dignifica a la persona, por eso es importante el fiel cumplimiento de todos los extremos y derechos que se derivan de esta actividad. Todos debemos colaborar con este fin.

San Juan Pablo II expresaba, en el año 2000, con ocasión del Jubileo de los Trabajadores el 1 de mayo: “queridos trabajadores, empresarios, cooperadores, agentes financieros y comerciantes, unid vuestros brazos, vuestra mente y vuestro corazón para contribuir a construir una sociedad que respete al hombre y su trabajo. El hombre vale más por lo que es que por lo que tiene. Cuanto se realiza al servicio de una justicia mayor, de una fraternidad más vasta y de un orden más humano en las relaciones sociales, cuenta más que cualquier tipo de progreso en el campo técnico”.

Hay que unir esfuerzos por dignificar el trabajo, por crear condiciones justas y equitativas, que permitan un desarrollo integral en el cual haya acceso a trabajo digno, para el engrandecimiento de nuestra sociedad.

Pidamos a Dios que guíe, ilumine y propicie nuevas fuentes de trabajo y que estas dignifiquen a los trabajadores y a sus familias como fruto del cumplimiento de los deberes que hemos de cumplir en justicia y caridad.

Fermento, 116. Martes 7 de julio, 2020