
La Diócesis de Ciudad Quesada continúa celebrando el Jubileo con motivo del 25 aniversario de su creación, desde que San Juan Pablo II, el 25 de julio de 1995, emitiera la bula que nos constituyó como Iglesia Particular.
Quizás nos imaginábamos y planeamos otro tipo de celebraciones, pero Dios ha permitido que fuera de otra forma a causa de esta emergencia, sin embargo, damos gracias por esta gran fiesta diocesana. En este contexto, se ha dedicado cada mes a orar por distintas intenciones. En mayo, en particular, la oración la realizamos por el Obispo y por las vocaciones sacerdotales; en junio, oramos por los sacerdotes.
¡Cuánto bien nos hace la oración a todos! Como Pastor de la Diócesis, agradezco cada plegaria elevada al Señor, para que se me permita seguir siendo fiel al ministerio que me ha llamado. Mi oración también por nuestra Iglesia particular y por cada miembro que la compone.
Hoy más que nunca, también, mi invitación a orar por las vocaciones sacerdotales, para que el Señor suscite más obreros a fin de que colaboren en la construcción de su Reino. Mi invitación, también, a orar de manera constante por nuestros sacerdotes.
“En su dignidad y responsabilidad de pueblo sacerdotal, la Iglesia encuentra en la oración y en la celebración de la liturgia los momentos esenciales y primarios de la pastoral vocacional. En efecto, la oración cristiana, alimentándose de la Palabra de Dios, crea el espacio ideal para que cada uno pueda descubrir la verdad de su ser y la identidad del proyecto de vida, personal e irrepetible, que el Padre le confía. Por eso es necesario educar, especialmente a los muchachos y a los jóvenes, para que sean fieles a la oración y meditación de la Palabra de Dios. En el silencio y en la escucha podrán percibir la llamada del Señor al sacerdocio y seguirla con prontitud y generosidad”.
De esta forma, la Exhortación Apostólica Pastores Dabo Vobis, en su numeral 38, nos enseña parte de la gran riqueza que contiene la oración. Hoy más que nunca, cuando en medio de la pandemia se han fortalecido las iglesias domésticas, y más unidos nos sentimos espiritualmente, pidamos a Dios por esos jóvenes que están en el proceso de discernimiento, especialmente por nuestros seminaristas, y también por aquellos jóvenes que sienten la llamada, que son cercarnos a las parroquias y que tienen inquietudes vocacionales.
También, tomemos en cuenta que es en nuestras familias donde particularmente se forman estas nuevas vocaciones para la Iglesia. Repito, en medio de la pandemia, cuando hemos recomendado con más fuerza la oración en sus casas y que se retome el Santo Rosario, pongamos delante de Dios la vocación de tantos jóvenes que pueden también hacer mucho bien desde su sí al sacerdocio.
En el mundo se ofrecen tantas profesiones a las que los padres de familia quisieran que sus hijos se dediquen. Reconocemos que hay tanta oferta para responder a una vocación particular y hacer bien a la sociedad, pero, mi invitación hoy es a considerar el sacerdocio como un camino de servicio y entrega a Dios y a los demás, signo y testimonio de la vida trascendente.
Con motivo de estas intenciones de nuestro Jubileo, recuerdo esa expresión del Santo Cura de Ars, sacerdote humilde que dedicó su vida a entregarse al pueblo fiel: “Un buen pastor, un pastor según el Corazón de Dios, es el tesoro más grande que el buen Dios puede conceder a una parroquia, y uno de los dones más preciosos de la misericordia divina”.
Quiera Dios concedernos santos pastores para beneficio de nuestras comunidades en la Diócesis de Ciudad Quesada.
Fermento 112. Martes 9 de junio, 2020