Si no tenemos amor nada tenemos

Fiesta Patronal 2020 en honor de San Rafael Arcángel,

Parroquia de Guatuso, sábado 24 de octubre, 10:00 a.m.

Hermanos todos en el Señor, presentes acá en el templo y los que nos siguen a través de la transmisión de esta Eucaristía:

La fiesta patronal de una comunidad parroquial es un momento y un don de Dios para darle gracias a Él, para animarnos en la fe y para renovar nuestro compromiso con el Señor y con la Iglesia. Se trata de preguntarnos qué nos pide y espera de nosotros el Señor en estos momentos y circunstancias, particularmente en este año de crisis pandémica, económica y nacional que hemos vivido y que estamos viviendo. Como creyentes, tenemos que hacer una lectura de fe de todos estos acontecimientos y justamente discernir qué nos dice y qué nos pide el Señor.

Aunque en su fecha tradicional previa a la reforma litúrgica, celebramos hoy a uno de los principales arcángeles de Dios como lo es Rafael, patrono de esta comunidad. Junto con Miguel y Gabriel, los arcángeles nos hablan del poder y omnipotencia de Dios, del cuidado y cercanía que Él tiene por nosotros, de su providencia amorosa que siempre nos acompaña. Desde la fe, estas verdades nos dan seguridad y confianza en Dios y en la acción de sus servidores los ángeles y arcángeles.

Precisamente, la primera lectura que hemos escuchado del libro de Tobías, no sólo nos habla de la presencia y acción de Rafael, sino de cuál fue su misión con respecto a Tobías padre, y a Tobías hijo y su esposa Sara. Ponía de manifiesto el texto la presencia de Dios en la oración, hacía posible las obras de caridad y misericordia, curó a Tobías de su ceguera y a Sara de la maldición del demonio, e hizo posible el matrimonio del joven Tobías con Sara. Notemos cómo todo ello nos habla de la presencia amorosa y providente de Dios, de su cuidado y protección a través de sus ángeles y arcángeles.

Y este arcángel dio a conocer su nombre: Rafael, medicina de Dios, uno de los siete arcángeles en la presencia de Dios, que está para alabarle y darle gloria. El santo arcángel que, como a Tobías y a Sara, nos llama a nosotros hoy a no temer miedo, sino a confiar en Dios de verdad, pese a las situaciones que tengamos, y en especial a esta crisis que estamos pasando. Confiar en el Dios amoroso, fiel y providente que nunca nos abandona. Además de confiar, y experimentando la fidelidad de Dios, nos invita a bendecir y agradecer a Dios todos los días. Alabar y agradecer tanta bondad y fidelidad; tanta misericordia y tanta bendición; tanto amor y tanta providencia del Señor. Muchas veces esto se nos olvida; tenemos que tenerlo presente y llevarlo a cabo: alabar y agradecer entonces.

“El amor con amor se paga” dice el refrán popular, y creo que es justo lo que nos enseña San Pablo en la segunda lectura de su primera carta a los corintios. Si no tenemos amor nada tenemos, no somos nada. Si no respondemos con amor al amor de Dios no tiene sentido nuestra fe cristiana. Podemos tenerlo todo, pero si no tenemos el amor de Dios nada tenemos. El amor es comprensión, servicio, paciencia, no busca el mal, va siempre detrás del bien, cree sin límites, aguanta y soporta sin límites, el amor no pasará jamás. Este es el amor que Dios nos tiene y nos muestra, el amor que hemos de practicar y compartir.

El evangelio de San Juan nos habla de la famosa piscina de Betesda en Jerusalén, famosa por sus aguas curativas a las cuales bajaba el ángel de Dios a sanar toda clase de personas y enfermedades por el movimiento de ellas mismas. Treinta y ocho años llevaba allí un hombre esperando ser curado, y no se le daba la oportunidad, porque otros se le adelantaban. Pero notemos el cambio, ya no va a ser Dios por medio de su ángel el que va a curar, sino que es Dios mismo en la persona de su Hijo Jesús el que cambiará la vida de aquel hombre enfermo y tirado a la orilla de la piscina. “¿Quieres curarte? Levántate, toma tu camilla y anda” le dice Jesús. “Y al instante quedó curado”. Esta es la prueba del Dios que cura y salva personalmente, el Dios que nos levanta de nuestras enfermedades y miserias; el Dios fiel, misericordioso y providente que, sea lo que sea, y pase lo que pase, no nos abandona nunca. Esta es la verdad eterna y siempre fiel del amor de Dios por cada uno de nosotros. Esto nos hace esperar y confiar, nos hace perseverar y luchar, no darnos por vencidos como aquel hombre que esperó 38 años para ser curado y salvado.

La novena preparatoria y esta fiesta patronal 2020 ha estado enmarcada en el tema del amor, sobre todo a partir de la realidad matrimonial. “Santidad matrimonial” que nos recuerda el proyecto de vida y amor de Dios que se hace posible en el compromiso matrimonial y sacramental de dos personas que se unen en el Señor para el resto de sus vidas. El matrimonio sacramento es signo visible del amor de Dios que se hace posible en la decisión libre de las personas, con todos los defectos, problemas, dificultades, pruebas, etc., pero posible por la gracia sacramental que el matrimonio da a los esposos. Para Dios nada hay imposible; por ello, en el matrimonio, no solo une a los esposos en el amor, sino que los va santificando día con día, momento a momento. Eso lo hizo posible Rafael por voluntad de Dios con Tobías y Sara.

Esto lo hace posible hoy la gracia del sacramento del matrimonio en todos los esposos cristianos unidos en el amor del Señor, especialmente en estas parejas que tenemos acá y las que siguen la transmisión, hermanos que renovarán hoy sus compromisos matrimoniales. Le dirán nuevamente sí al Señor; se dirán de nuevo sí entre ellos, para seguir adelante ese proyecto de vida y amor por el resto de sus vidas, no tanto por sus propias fuerzas, sino por la fuerza de la gracia de Dios a través del sacramento. De verdad que nos alegramos por ellos y los acompañamos con nuestra presencia y oración, para que sigan adelante en su vida y proyecto matrimonial. El amor de Dios es posible para los que creen y confían en Él. El amor de Dios sigue actuando y haciendo maravillas como lo hizo a través de Rafael.

Hermanos, la misión de Rafael fue guiar y curar. Guió al joven Tobías en su viaje a Media por encargo de su padre, y lo guió hasta encontrar a Sara su esposa a quien se unió en matrimonio. Curó a Sara de su influencia del mal, y a Tobías padre de su ceguera. Guiar y curar que pusieron de manifiesto el amor y el cuidado que Dios tiene por nosotros. Hoy en día necesitamos ser guiados en medio de tanta confusión, mentira y peligro. Todos necesitamos ser curados de tanta enfermedad, sufrimiento, desaliento, soledad, pesimismo y ceguera espiritual. Estos matrimonios que se renuevan hoy necesitan ser guiados por la gracia de Dios para que perseveren y sean fieles; guiados para que se amen y respeten; guiados para que realicen en su matrimonio el proyecto y la voluntad de Dios. Necesitan ser curados también de resentimientos y heridas, curados de experiencias dolorosas y negativas, curados de efectos y consecuencias de pruebas y dificultades que han pasado. Este guiar y curar es posible sólo para Dios. Por ello, confiemos, pongámonos en sus manos, abandonémonos en su amor siendo dóciles y obedientes a su voluntad. Ese es el camino.

Vamos a pedirle al Señor en esta Eucaristía ser fieles como Rafael para cumplir la misión que el Señor nos encomienda. Pedirle dejarnos llevar por Él como lo hizo el joven Tobías. Confiar y tener certeza en el poder, la providencia, la cercanía y la compañía de Dios. Pedir la gracia también de poder guiar y curar a otros que necesitan de nuestra ayuda y amor. Pedir que el Señor bendiga a esta comunidad, y especialmente a estos matrimonios para que aleje de ellos todo mal y los guarde siempre en su santo amor.

Amén.