“La vocación sacerdotal nos hace pescadores de hombres”

Misa vocacional Diócesis de Ciudad Quesada, Jueves 1 de setiembre de 2022

Seminario Nacional Nuestra Señora de los Ángeles, 6:00 p.m.

Después de todas las limitaciones a causa de la pandemia y tras haber recuperado felizmente la actividad presencial del Seminario, durante este año 2022; damos gracias a Jesús, el Buen Pastor, por estar reunidos en esta Eucaristía mensual que tiene como intención orar por todas las vocaciones de y para toda Iglesia. Sin embargo, como bien sabemos, oramos y pedimos especialmente por las vocaciones al ministerio sacerdotal, de manera particular para la diócesis de Ciudad Quesada. En este día, además de esta intención principal, tenemos otras intenciones que convergen en esta ocasión: el inicio del mes de la patria y el mes de la Biblia en Costa Rica, y la jornada mundial de oración por el cuidado de la creación por iniciativa del Papa Francisco.

Providencialmente, los textos de la palabra de Dios, que la Iglesia nos ofrece para este día, nos brindan importantes luces para comprender y vivir mejor la experiencia vocacional, sobre todo desde la perspectiva sacerdotal ministerial que, de una u otra forma, nos atañe a todos los que estamos aquí. Digamos una breve palabra sobre cada una de esas luces.

1.- La vocación sacerdotal se vive desde la sabiduría de Dios:

En la lectura continuada de la primera carta de San Pablo a los corintios, recordemos que el apóstol les reprochaba ayer las divisiones entre ellos. Hoy aborda nuevamente el tema, pero desde la sabiduría, al decirles que, si se dejan llevar por la sabiduría del mundo y de los hombres, se explican entonces las divisiones que se daban en aquella comunidad. Ni sabiduría humana ni divisiones entre nombres y grupos deberían existir en la comunidad eclesial. Lo que hacemos y vivimos en la Iglesia hay que asumirlo desde una mentalidad de fe, espiritual y sobrenatural, pues en el centro no estamos los hombres, sino Dios. Esta es la sabiduría con la cual debemos vivir la vocación: centrarnos en el Señor como fundamento y fin de todo. La Iglesia, la obra, la misión y la vocación son dones del Señor, no son cosa nuestra; por ello Pablo decía “todo es de ustedes, ustedes son de Cristo, y Cristo de Dios”.

2.- La vocación sacerdotal se vive y realiza en la Iglesia:

Pasando al evangelio de San Lucas, nos contaba el evangelista que, con motivo de la predicación que Jesús hacía de la palabra de Dios, en medio de la gente que se agolpaba para escucharlo, el Señor subió a la barca de Pedro, desde donde seguía enseñando a la multitud. Desde la barca de Pedro -símbolo de la Iglesia- Jesús no solo predica la palabra, sino que también llama, como lo es el caso de la vocación de Pedro, y realiza igualmente prodigios como la pesca milagrosa. El llamado de Dios, la vocación de cada uno de nosotros viene de Dios, se discierne y realiza en la Iglesia, pues no es cosa o iniciativa nuestra, sino del Señor y específicamente en el contexto y con la mediación eclesial. Este es el misterio y la sabiduría que hemos de entender y aceptar desde la fe.

3.- La vocación sacerdotal debe estar cimentada e inspirada en la palabra de Dios:

El texto del evangelio de hoy está atravesado por la palabra de Dios. Como escuchamos, Jesús estaba predicando a orillas del lago de Genesaret, lo sigue haciendo desde la barca de Pedro y, cuando Jesús le dice que lleve la barca mar adentro para pescar, pese a que no han podido pescar durante toda la noche, el mismo Pedro tira las redes y lo hace confiando en la palabra de Jesús. Vimos el resultado: la pesca milagrosa. La palabra del Señor es, pues, garantía de eficacia y de fruto. Por ello, para responder a la vocación, no solo hay que escuchar la palabra de Dios para discernir su voluntad, sino que, ante todo, hay que obedecer a la palabra de Jesús: hacer lo que nos pide o manda, como a Pedro para la pesca. No se trata de hacer lo que se nos ocurra, nos guste o convenga, sino hacer caso y cumplir aquello que el Señor nos indica de tantas formas. Inspirados y motivados en la palabra del Señor echamos las redes para cumplir su proyecto y su designo. Es su palabra el centro y la motivación, no la nuestra ni nuestras ideas. Responder y hacer desde su palabra, entonces.

4.- La vocación sacerdotal nos hace pescadores de hombres:

Después del asombro de Pedro por la pesca milagrosa, Jesús cambia radicalmente la vida del pescador de Galilea; lo llama y elige para otra actividad y misión: “en adelante, serás pescador de hombres”. He aquí la esencia de la vocación sacerdotal: buscar, pescar, conseguir almas para Dios, pues el sacerdocio no se trata de una actividad puramente humana o de simple acción social. Está en juego la salvación eterna de aquellos que nos ha confiado el Señor, de los que debemos buscar y conquistar para Dios. Esta es la acción que solamente puede realizar quien ha recibido el don maravilloso de la vocación sacerdotal.

Como decía al inicio de esta reflexión, por voluntad del Santo Padre Francisco, celebramos hoy la jornada de oración por el cuidado de la creación. Cuánta conciencia y responsabilidad debemos fomentar y practicar frente a la maravilla de toda la obra creada por Dios, puesta en nuestras manos para nuestro bienestar. Oramos para tomar muy en cuenta y asumir lo que dice el Papa en el mensaje para este año: “Es la hermana madre tierra la que clama. A merced de nuestros excesos consumistas, ella gime y nos suplica que detengamos nuestros abusos y destrucción. Son, pues, todas las criaturas las que gritan”. Cuánto tenemos que trabajar los pastores ahora mismo, y ustedes seminaristas a futuro, en la conciencia y compromiso por el cuidado de la creación.

A nivel local, iniciamos hoy, un año más, el mes de la Biblia en Costa Rica, con el lema “La presencia natural de la palabra en la comunidad”. En efecto, para crecimiento, maduración y fruto de la comunidad cristiana, la palabra de Dios debe estar naturalmente al centro de la vida comunitaria. Hoy hemos visto y reflexionado que la palabra es inspiración, motivación, garantía de eficacia y fruto para la comunidad eclesial. Por ello, debe haber una presencia natural, indispensable e infaltable de la palabra en medio de la comunidad. En este sentido, el Seminario es una comunidad natural en la que se escucha, acoja, interiorice, asuma y practique la palabra de Dios. El Seminario ha de ser casa de la palabra por antonomasia.

Jesús, el Buen Pastor, nos ha iluminado e instruido con su palabra de vida eterna. Ahora, como expresión de su amor infinito, se nos da en su cuerpo y en su sangre para caminar según la sabiduría de Dios, hacer nuestro trabajo inspirados en lo que nos pide su palabra, y dar así fruto abundante en bien nuestro y de tantas personas que el Señor nos ha encomendado, para acompañarlas como pescadores de hombres hacia la bienaventuranza eterna. No falte en esta Eucaristía, también, una ferviente oración por la paz, la democracia y la justicia en nuestra patria.