
Lo que en algún momento era verdad en nuestra sociedad o cultura, ha ido desplazándose a una era en la cual todo es relativo y se asumen “nuevas verdades” que desvirtúan incluso derechos fundamentales de la persona humana.
A pesar del progreso que en otro tiempo se alcanzaba para defender el valor de la vida, la sociedad hoy quiere imponer una “nueva normalidad”, nos quieren decir que la vida dentro de un vientre materno no es una persona, nos quieren imponer que un no nacido no goza de derechos y también nos quieren señalar la ruta para que personas de avanzada edad puedan terminar con sus vidas si así lo desean. Aborto y eutanasia, esos son los nombres correctos a hechos e ideologías que quieren disfrazar de libertades.
El Papa Francisco ha llamado todo esto colonizaciones ideológicas, de las cuales ha hablado mucho desde el inicio de su pontificado. Ante ello, exalta el Santo Padre que el cristiano debe dar su testimonio frente a las “colonizaciones ideológicas y culturales” que suenan como verdaderas y propias “blasfemias” y suscitan “persecuciones” furiosas. Afirma que pretenden introducir “novedades” malas, hasta llegar a considerar normal “matar a niños” o perpetrar “genocidios” para “anular las diferencias”, tratando de hacer “limpieza” de Dios con la idea de ser “modernos” y de acuerdo con los tiempos que vivimos (Cfr. Homilía, 21 de noviembre de 2017).
No podemos acostumbrarnos al mal, ni podemos quedarnos callados ante leyes que se proponen para desfigurar la composición de la sociedad. En algunas naciones a esto le llaman un nuevo proceso de “ingeniería social”.
Lo peor es que algunos quieren utilizar la religión o la Sagrada Escritura para justificar nuevas leyes o, si la religión no conviene, la quieren sacar del camino, como lo decía el Papa en esa misma homilía. “Viene una nueva cultura que quiere hacer todo nuevo y hace limpieza de las tradiciones, de la historia, también de la religión de un pueblo”, destacaba.
Conforme van ganando terreno estas posiciones en la sociedad, al mismo tiempo se va minando su futuro: se opta por espaciar nacimientos o por evitarlos y, como hemos dicho en repetidas ocasiones, sin niños no tendremos futuro.
En medio de estos signos de los tiempos se nos llama a seguir proponiendo el Evangelio. Todos los creyentes, todos los católicos, debemos ser testigos de lo que Jesucristo nos proclama. No es tarea de unos cuantos. Ni es algo para vivir solo en lo privado.
Los católicos que están presentes en la vida social y tienen distintas responsabilidades, también en la función pública, deben actuar con firmeza y con coherencia para defender, entre otros derechos, el primero y más sagrado de todos: la vida.
Hago eco de las palabras del Papa Francisco de ese 21 de noviembre: “Es necesario discernir las novedades: ¿esta novedad es del Señor, viene del Espíritu Santo, viene de la raíz de Dios o esta novedad viene de una raíz perversa? (…) Antes, sí, era pecado, no se podía matar a los niños, pero hoy se puede, no hay mucho problema, es una novedad perversa”.
Que el Señor nos ilumine y nos dé la valentía para no quedarnos adormecidos ante estas colonizaciones ideológicas o esta “nueva normalidad”, para poner en el centro la corona de su creación: el ser humano.
Fermento 259. Martes 14 de marzo, 2023