
El pasado jueves fueron las exequias del Papa Emérito Benedicto XVI, un hombre que pasó compartiendo su testimonio de fe con la humanidad, defendiendo y entregándose a la Iglesia y mostrando el amor de Dios.
Su vida impacta a través de pequeños gestos, de palabras reveladoras, de actos que el mundo no comprende, como cuando dejó el ministerio petrino. Solo por medio de la fe, apartados de los estándares humanos, podemos entender lo que entonces hizo Benedicto XVI. Su legado es una riqueza en cuanto que supo llevar de la mano la fe y la razón, la verdad y la caridad.
Si bien es cierto, el hecho de haberse convertido en Papa lo expuso de una manera más clara al mundo, su servicio como sacerdote, obispo o cardenal fue incansable por muchos años, desde antes incluso del Concilio Vaticano II. Estuvo siempre trabajando para la Iglesia al lado del gran Papa San Juan Pablo II, como él mismo lo describe.
Recordemos estas palabras del día que fue elegido pontífice en el año 2005. “Queridos hermanos y hermanas, después del gran Papa Juan Pablo II, los señores cardenales me han elegido a mí, un simple y humilde trabajador de la viña del Señor. Me consuela que el Señor sepa trabajar con instrumentos insuficientes y me entrego a vuestras oraciones”.
Con humildad, Benedicto XVI siempre puso por delante a Dios; siempre se consideró un simple instrumento, un humilde trabajador de la viña del Señor. Nos recordó, por medio de su ministerio, esta palabra del Evangelio: “Somos simples servidores, no hemos hecho más que cumplir con nuestro deber” (San Lucas 17, 10).
Cuando en 2013 renunció al ministerio petrino, todavía con más fuerza reflejó que cuando ya había hecho lo que tenía que hacer, daba el paso a otros para que vinieran con más vigor a seguir trabajando por el Reino de Dios y la Iglesia.
Sin embargo, retirado, siguió sosteniendo su vocación de fe de manera testimonialmente impresionante: orando incansablemente por la Iglesia y por el mundo.
Benedicto XVI nos entregó, por medio de su reflexión, conocimiento y experiencia, una gran herencia que perdurará por siempre y que nos invita a todos a repasar, a reflexionar y entender, para que podamos dar razón de nuestra fe.
Después de su muerte, fue publicado su testamento espiritual, escrito el 29 de agosto de 2006, el cual nos revela, una vez más, aquello en lo que creyó: “Jesucristo es verdaderamente el camino, la verdad y la vida, y la Iglesia, con todas sus insuficiencias, es verdaderamente su cuerpo”.
En el mismo testamento que escribe nos dice que muchas tesis que parecían inamovibles se han derrumbado, pero Jesucristo permanece.
“Rezo para que nuestra tierra siga siendo una tierra de fe y les ruego, queridos compatriotas: no se dejen apartar de la fe”, escribió Benedicto XVI en su testamento.
Oremos hermanos por el alma del Papa Emérito, aprovechemos su legado, no nos apartemos de la fe como lo ha pedido incansablemente. Pasarán muchos años para seguir reconociendo lo que Benedicto XVI ha hecho por la Iglesia.
Fermento 250. Martes 10 de enero, 2023