
El próximo 15 de agosto, la Iglesia celebra la Solemnidad de la Asunción de la Virgen María. Este dogma de fe expresa con esperanza el destino de los hijos de Dios que es la vida eterna y que, aunque en el mundo esto no se proclame o se viva poco, nos corresponde como creyentes vivir con más fuerza y convicción esta verdad definitiva que se nos ha revelado.
Nuestra vida trasciende a este mundo material, fuimos hechos para la eternidad y, precisamente la Asunción de nuestra Madre revela que ella fue llevada en cuerpo y alma al cielo para alcanzar la perfección de la resurrección en la gloria celestial.
Por ello, en magnífica síntesis, señala el Catecismo de la Iglesia Católica en el número 966: “La Asunción de la Santísima Virgen constituye una participación singular en la Resurrección de su Hijo y una anticipación de la resurrección de los demás cristianos”.
La participación de la Madre de Dios en la vida eterna anticipa precisamente que alguien de nuestra raza goza de la promesa de la salvación. Nosotros creyentes debemos vivir en esta verdad, en medio de las dificultades que pueda presentar la vida o en medio de las propuestas que nos haga el mundo. Fuimos hechos para la eternidad, como María, que ya vive la plenitud en Dios.
Fieles a las enseñanzas de Dios, debemos vivir convencidos de su voluntad y adheridos a ella, como lo hizo la Virgen María; ella fue siempre dócil y testigo fiel del Evangelio. Además, tampoco perdamos de vista que estamos unidos a María, pues nos fue dada como Madre nuestra por el propio Jesús. Por tanto, no dejemos de acudir a ella.
Recordemos bien lo que dice la Constitución dogmática Lumen gentium, número 69: “Ofrezcan todos los fieles súplicas apremiantes a la Madre de Dios y Madre de los hombres para que ella, que ayudó con sus oraciones a la Iglesia naciente, también ahora, ensalzada en el cielo por encima de todos los ángeles y bienaventurados, interceda en la comunión de todos los santos ante su Hijo hasta que todas las familias de los pueblos, tanto los que se honran con el título de cristianos como los que todavía desconocen a su Salvador, lleguen a reunirse felizmente, en paz y concordia, en un solo Pueblo de Dios, para gloria de la Santísima e indivisible Trinidad”.
Con esta verdad de fe, pidamos también, especialmente por las madres que celebran su día en Costa Rica este 15 de agosto. De modo especial, por las mujeres que han recibido este don de transmitir vida, las ponemos delante del Señor, para que las cuide y las proteja. Pedimos de modo especial a la Virgen María para que interceda por ellas. Y también un llamado: hijos, cuidemos de nuestras madres y valoremos su entrega.
En espíritu de oración, pedimos también por las madres a las que el Señor ya ha llamado de este mundo, para que puedan también estar gozando de la vida eterna que nos espera en el cielo.
Sea esta una oportunidad para cuidar de nuestras madres en la sociedad, y hacer conciencia del don sagrado de la vida. También pedimos por las mujeres que, queriendo, no han podido recibir este don de engendrar vida. El Señor en su voluntad sabe guiar la propia vocación de cada mujer.
Que la Santísima Virgen María sea fuente de inspiración para todos nosotros cristianos en nuestra búsqueda de cumplir la voluntad de Dios y así alcanzar la vida eterna.
Fermento 176. Martes 10 de agosto, 2021