
Epifanía del Señor.
Domingo 8 de enero de 2023,
Catedral de Ciudad Quesada, 8:00 a.m.
Hermanos todos en el Señor:
El gran tema y enseñanza de la solemnidad de hoy consiste en que Dios ofrece a todos su salvación. La palabra “epifanía” es un término griego que significa “manifestación”. Hoy celebramos la manifestación de la salvación de Dios a todos los pueblos en Cristo, Salvador y Mesías, encarnado y nacido en Belén, hacia quien fueron guiados los magos por una estrella luminosa que se les manifestó.
Queda patente entonces la universalidad de la salvación de Dios por Cristo para todos los hombres y todas las naciones. Por ello, decía San Pablo, en su segunda carta a Timoteo (cfr. 2, 3-4), que “Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad”; verdad y salvación para todos sin diferencia de raza, lengua, cultura, condición social o económica.
También, podemos decir que la de hoy es la solemnidad de la luz y la salvación, pues Cristo es la luz verdadera que ilumina y salva. Como es comprensible, las lecturas de la palabra de Dios, que se han proclamado y escuchado, plantean claramente el tema de la universalidad de la salvación (para todos y para todos los pueblos).
En la primera lectura del profeta Isaías se anuncia que, en Jerusalén, la ciudad santa, se manifestará la luz y la salvación de Dios ¿Y cómo será? La gloria de Dios amanecerá sobre Jerusalén, pueblos numerosos caminarán a la luz del Señor en la ciudad santa, Jerusalén será el centro de todos los pueblos, las gentes vendrán con regalos y ofrendas para el Señor (tesoros, riquezas, camellos, dromedarios, incienso, oro, etc.).
En el evangelio de San Mateo, el día glorioso anunciado por Isaías se cumple con el relato de los magos. Ellos eran sabios de Oriente, de pueblos extranjeros o paganos que se dejaron iluminar y guiar por la estrella para encontrar al Rey, Mesías y Salvador del mundo. Decía San León Magno que la estrella de Belén tenía un doble significado: iluminación para los paganos (los otros pueblos), y ceguera para los judíos. Los magos -aun siendo paganos- creyeron, buscaron y adoraron; en contraste con la incredulidad del pueblo elegido y sus autoridades políticas y religiosas. También, en este relato de Mateo se cumplen las palabras del prólogo de San Juan, evangelio del día de Navidad, en el sentido de que “La Palabra (el Verbo, Cristo) era la luz verdadera, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. En el mundo estaba … vino a los suyos y los suyos no la recibieron”.
La luz, la verdad y la salvación para todos se manifiesta en la carne del Hijo de Dios que nos ha nacido y a quien encontraron los magos. No se manifiesta ni se encuentra en el esplendor de la realeza humana, sino en la humildad y sencillez del pesebre, lleno de luz y gloria celestial. Este es el misterio entrañable que hoy celebramos. Los magos buscan, preguntan, eluden la ambición y amenaza de Herodes, llegan y caen de rodillas. Adoraron al Rey y Salvador que se ha manifestado en nuestra carne, le ofrecen lo mejor de sus dones: oro como rey del mundo, incienso como Dios y mirra como hombre, porque la salvación se ha manifestado en el Verbo encarnado y nacido para todos los pueblos representados en la persona de los magos.
Por ello, San Pablo, en la segunda lectura de su carta a los efesios, nos ha dicho que el misterio de la salvación se ha manifestado a todos los pueblos sin excepción. También los gentiles somos coherederos, miembros de un mismo pueblo y partícipes de la promesa de Cristo por el evangelio. Qué maravilloso don del amor y de la misericordia de Dios.
Hermanos, la manifestación de Cristo como Salvador de todos los pueblos nos pide hoy, entre otras cosas lo siguiente: 1.- Buscar siempre a Dios, con el interés, diligencia y perseverancia de los magos. 2.- Dejarnos iluminar por el Señor, para superar cualquier tipo de tiniebla u oscuridad en nuestra vida. 3.- Adorar a Jesús como único Dios y Salvador, superando la tentación de crearnos ídolos falsos. 4.- Dar y regalar lo mejor de nosotros mismos a Dios y a los demás, como lo hicieron los magos. 5.- Manifestar y dar testimonio de la presencia de Dios en nuestra vida, cuando hoy en día tantas personas se preguntan por Dios y lo buscan. Este es nuestro reto testimonial y misionero: manifestar y dar testimonio de la existencia y acción de Dios a través de la manifestación que hagamos de los valores del Evangelio como son el amor, la esperanza, la verdad, el bien, la justicia, la fraternidad y la solidaridad; todo esto deberíamos manifestar en nuestra vida los cristianos; manifestarlo clara y luminosamente al mundo y a los demás. Manifestemos el amor, la verdad, la luz y la salvación de Cristo. Seamos luz del mundo y sal de la tierra; ese es el testimonio que el Señor nos pide manifestar hoy.
Hermanos todos, damos gracias al Señor en esta Eucaristía por el don maravilloso de la salvación. Que al alimentarnos del cuerpo y la sangre del Niño que se ha manifestado en nuestra carne como Salvador y Redentor, sintamos la fuerza de su gracia para ser testigos valientes y manifestación viva de su luz, de su amor y de su verdad.