
Jueves 23 de diciembre de 2021, feria privilegiada de Adviento.
LX aniversario de ordenación sacerdotal del Pbro. Eduardo Bolaños Morera, e inauguración de su mausoleo, Parroquia San Antonio de Padua, Pital.
En esta feria privilegiada de Adviento, en la antesala inmediata de la Navidad, nos hemos reunido en esta celebración para recordar y agradecer la vida, el ministerio, el testimonio y el legado del P. Eduardo Bolaños Morera, a quien debe tanto esta comunidad parroquial de San Antonio de Padua en Pital, a cuyo servicio se consagró el Padre a lo largo de tantos años. En el día del 60 aniversario de su ordenación sacerdotal, inauguramos el mausoleo que esta comunidad le ha construido como expresión de reconocimiento y gratitud.
La palabra de Dios, que se nos ha proclamado en esta celebración, pone de manifiesto la cercanía e inminencia de la venida del Señor, a través del anuncio del envío de mensajeros de parte de Dios. Lo que anuncia el profeta Malaquías, en la primera lectura, está en consonancia y prepara el relato del nacimiento de Juan el Bautista, precursor del Señor Jesús. El profeta anuncia el envío de un mensajero que prepara el camino de la venida del Señor que espera el pueblo de Israel. El día de la venida del Señor se describe con grandeza y portento, será para purificación y renovación de su pueblo, como se hace con el oro y la plata. Su venida será para convertir, restaurar, renovar y transformar los corazones. Toda esta transformación la anuncia el mensajero que prepara el camino del Señor y el gran día de su llegada.
Sobre la identidad de este mensajero que anuncia el profeta, los judíos muchas veces lo identificaron con Elías, y que el mismo Malaquías mencionaba; pero Jesús lo identifica con Juan el Bautista, cuyo nacimiento se nos narra hoy en el evangelio de San Lucas. Juan será el verdadero mensajero que vendrá a preparar el camino y la llegada de Jesús, predicando un bautismo de penitencia y conversión. Es el mensajero que señala, presenta y llama a seguir al Cordero de Dios que viene a quitar el pecado del mundo. La cercana llegada y nacimiento de nuestro Mesías y Redentor es precedida por el nacimiento de su precursor, acontecimiento que indica que llega y está muy cerca la plenitud de los tiempos en la cual se manifestará la salvación y la misericordia de Dios. Por eso, el nombre de Juan significa “gracia, favor o misericordia de Dios”. De allí que, Zacarías, su padre, escribe en la tablilla que se debía llamar Juan.
Hermanos, nos queda claro que Dios prepara su camino y llegada a través de mensajeros que proclaman constantemente su misericordia, gracia y amor. Y esta realidad que nos enseña y recuerda hoy la palabra de Dios, fue precisamente lo que hizo el P. Eduardo Bolaños como sacerdote de Jesucristo: fue el mensajero y enviado, fue quien preparó a tantas personas y generaciones para conocer, recibir, amar y seguir al Señor. Fue el mensajero y predicador que anunció la conversión y la reconciliación, que dio testimonio y administró incansablemente la misericordia de Dios. Fue el mensajero que se convirtió en constante e infatigable misionero visitando todas las comunidades de esta parroquia.
Pero hay algo muy importante; el P. Eduardo tenía muy claro que, como mensajero y enviado, era un instrumento de Dios, no centro ni protagonista. Quien lleva un mensaje, y por consiguiente es mensajero, es enviado de parte y en nombre de otro; no se envía ni se anuncia a sí mismo. Me parece que esto lo entendió y lo vivió muy bien el P. Eduardo como instrumento y servidor de Cristo y la Iglesia. Este testimonio de identidad y servicio sacerdotal es lo que cala profundamente y deja huella imborrable en una comunidad cristiana, como ocurrió en el caso del P. Eduardo y esta parroquia de Pital.
Por eso, hoy ante todo damos gracias a Dios por su vida y ministerio, por su entrega sacerdotal a través de la cual siempre buscó anunciar y llevar a Cristo a los demás. Damos gracias por enseñar la palabra del Señor (no la suya), por ser instrumento de la santificación de Dios a través de los sacramentos (a cuántos habrá bautizado, confesado, dado la comunión, casado y administrado tan solo en esta comunidad). De verdad que este mensajero, enviado y servidor se preocupó por transparentar a Cristo a través de su vida y ministerio, y de actuar en la propia persona del Señor al servicio de la comunidad. Esto es lo que se espera de todo sacerdote y de todos los sacerdotes. No tenemos otra misión más que ésta; misión que sólo el sacerdote puede llevar a cabo.
Hermanos, por ello cuán necesario es pedir al Señor sacerdotes verdaderamente identificados con su ministerio y consagrados generosamente por el bien y la salvación de las comunidades que se les confían. Al recordar hoy al P. Eduardo, pedimos al Señor el descanso eterno para su fiel y abnegado servidor, el premio para su mensajero y enviado. En esta Eucaristía recordamos su memoria, honramos su testimonio y legado, y nos alimentamos nosotros con el cuerpo y la sangre de Cristo para servir y hacer el bien mientras estemos y pasemos por este mundo. Que el Señor nos ayude para que así sea.
Amén.