Educar para la vida

La Comisión Nacional de Cultura y Educación de la Conferencia Episcopal de Costa Rica ha preparado un material para reflexionar sobre el mes del educador, cuyo lema para este año es: “Persona educadora comprometida con una cultura solidaria en Costa Rica”.

Si la labor del educador era importante previo a la pandemia, se ha vuelto aún más fundamental con la crisis que nos ha afectado en todo el mundo y en diversos sectores; especialmente el campo de la educación ha vivido el impacto del COVID-19 transformando por completo la forma en que se impartían las lecciones.

Hoy más que nunca se requiere de ese compromiso que invite a la solidaridad por parte de los docentes, profesionales que, sin duda, llevan una cuota de contribución fundamental en la formación de los niños y jóvenes.

Hemos sido testigos de que alrededor de 425 mil estudiantes en el país, según cifras que en su momento aportó el Ministerio de Educación Pública, no tenían conectividad, siendo la vía en que se requería impartir las lecciones en medio de la pandemia.

Las relaciones también han cambiado para esta generación, la no presencialidad ha impedido el necesario contacto social para la vida en la formación de nuestros estudiantes.

Por otra parte, la ideologización de la educación ha golpeado a todo el mundo, pero está penetrando con más fuerza en nuestro país, y se convierte en otra situación a tratar, para superarla, y poder entregar una formación de valores apegada a hechos objetivos.

Con esto, solo he citado algunas problemáticas y dificultades que han enfrentando los estudiantes en nuestro tiempo. Por eso, el papel del educador se vuelve transcendental en la formación de la sociedad del futuro.

El Papa Francisco, en un discurso con motivo del Encuentro Religiones y Educación, el pasado 5 de octubre, y con motivo de la Jornada Mundial de los docentes instituida por la Unesco, indicaba su respaldo a la iniciativa de un Pacto Educativo Global.

“Para reavivar el compromiso por y con las jóvenes generaciones, renovando la pasión por una educación más abierta e incluyente, capaz de la escucha paciente, del diálogo constructivo y de la mutua comprensión. Hoy más que nunca, es necesario unir los esfuerzos por una alianza educativa amplia para formar personas maduras, capaces de superar fragmentaciones y contraposiciones y reconstruir el tejido de las relaciones por una humanidad más fraterna”.

De este modo, el Papa establece una ruta que nos debe llevar a una recomposición del sistema educativo, a un compromiso que nos incluya a todos como sociedad para formar mejores personas. “Para nosotros significa mucho una formación integral que se resume en el conocerse a sí mismo, conocer al propio hermano, la creación y el Trascendente. No podemos ocultar a las nuevas generaciones las verdades que dan sentido a la vida”, agregaba el Santo Padre.

Un camino educativo que nos encuentre, que valore a la persona en toda su dimensión, que posibilite la transformación de la sociedad en un espacio más justo y fraterno… debe ser ese el norte a seguir, permitiendo también que nadie quede excluido en razón de su procedencia, credo, raza, o acceso a los recursos necesarios para recibir una educación de calidad. Ninguna condición debe excluir a nadie para recibir una adecuada educación.

Fermento 190. Martes 16 de noviembre, 2021