El cristianismo es vida y testimonio

San Antonio de Padua, Patronal Parroquia de Pital.

Martes 13 de junio de 2023.

Por gracia de Dios, con gran alegría y un año más comparto con todos ustedes esta solemne celebración en honor de San Antonio de Padua, patrono de esta comunidad de Pital. Agradezco sinceramente la amable invitación de los Padres de la Parroquia, e igualmente mi reconocimiento y gratitud al P. Rogelio y al P. Camilo por el servicio y acompañamiento pastoral que generosamente brindan a todos ustedes. Mi saludo y gratitud también a los sacerdotes que nos acompañan esta tarde-noche.

Recordamos a uno de los Santos más grandes, queridos y populares de la Iglesia, con cuya reliquia contamos en este templo. Un Santo cuyo testimonio y vida nos siguen interpelando en nuestra vida de creyentes hoy en día; máxime en medio de tanto error, relativismo y pluralismo mal entendido. San Antonio nos da un ejemplo de coherencia, valor, claridad y radicalidad evangélica. Un testimonio de total adhesión a Jesucristo, de fidelidad al Evangelio y a la Iglesia.

Como sabemos, Antonio fue el nombre que él asumió como religioso. Se llamaba originalmente Fernando Bulloes y Taveira de Azevedo; pertenecía a una noble familia portuguesa, había nacido en Lisboa en 1195, finales del siglo XII. Muy joven, ingresó en la orden de san Agustín y durante varios años ejerció el ministerio en territorio de su país, Portugal. Estudiando teología en la ciudad de Coímbra, entabló relación con un pequeño grupo de religiosos de la orden recién fundada por san Francisco. Quiso imitar al santo de Asís, que comenzaba ya a ser famoso, y con dolor dejó a los padres agustinos, estableciéndose primeramente en una ermita situada en las afueras de la ciudad y puesta bajo la protección de san Antonio abad.

Tenía veintiséis años cuando vistió el sayal franciscano; en esa oportunidad se cambió el nombre, haciéndose llamar Antonio, por devoción al patrono de la ermita donde había tomado el nuevo hábito e iniciado la vida anacorética. San Francisco, al conocerlo más tarde, le advirtió, sin embargo: “Tu oficio es el de predicador”. Así recorrió obedientemente aldeas y ciudades innumerables. Su predicación encendida movía los corazones y arrebataba las voluntades. Su palabra convertía a la multitud que iba tras él.

África, para entonces bajo el completo dominio musulmán, necesitaba ser reevangelizada, eso sí, de acuerdo con la concepción de san Francisco, por medios pacíficos que dejaran brillar ante los musulmanes la verdad y misericordia del mensaje de Cristo. Antonio cruzó el Mediterráneo, pero el clima riguroso y los desmedidos trabajos acabaron por enfermarlo. A fin de reponerse, se embarcó para España, pero la nave que lo conducía, debido a la tempestad, lo llevó a Italia. Allí predicó la palabra del Señor, realizando su acción apostólica principalmente en la Región de Romaña, y luego en Francia, donde alzó su voz contra los herejes albigenses que deformaban la auténtica doctrina evangélica.

Antonio fijó definitivamente su residencia en la ciudad universitaria de Padua, famosa por sus sabios y maestros. En este lugar cosechó los mejores y más abundantes frutos de sus sermones, adquiriendo aún en vida un prestigio inmenso. Como sus fuerzas disminuían, resolvió retirarse a un lugar solitario. Su salud se deterioró agudamente y sintió morir. Rezando con los frailes que lo acompañaban, Antonio entregó su espíritu el 13 de junio de 1231, con la palabra de Dios entre sus labios.

El papa Gregorio IX lo canonizó al año siguiente. Esto se fundó en los incontables milagros realizados por san Antonio y su fama de identificación con Cristo. El Papa Pío XII lo proclamó doctor de la Iglesia en el año 1946 por la seguridad y fidelidad de su doctrina. Todo esto nos indica lo grande, trascendental y actual del testimonio y legado de San Antonio de Padua para la Iglesia de todos los tiempos.

Precisamente, la Palabra de Dios que se nos ha proclamado, resalta esta principal característica de San Antonio de haber sido un gran predicador del Evangelio. 

Nuestro Santo pudo hacer suyas las palabras de Isaías, en la primera lectura: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido, me ha enviado a llevar la buena noticia a los pobres, a vendar los corazones afligidos, a proclamar la libertad a los prisioneros, a anunciar el año de gracia del Señor”. Muy clara la idea y la experiencia: predicar, anunciar, evangelizar. Esta fue la vida y testimonio de San Antonio. Nos enseña a no quedarnos callados y a llevar buenas noticias que provienen de Dios.

El evangelio de San Lucas nos ha contado el envío de los setenta y dos discípulos a la misión: misión de predicar, anunciar, sanar y consolar. Una misión que se hace sin llevar nada, solamente con la fuerza del Evangelio y de la gracia de Dios que hace eficaz la misión y la predicación evangélica. Y esto lo entendió y vivió muy bien San Antonio. La eficacia y el fruto de la predicación del Evangelio depende de la acción de Dios y no de nosotros. Esta verdad es muy importante y necesario que la entendamos, y San Antonio nos da testimonio fiel de ello. Su palabra y predicación tenían la fuerza y la eficacia del Espíritu.

Finalmente, según la enseñanza de San Pablo, en la segunda lectura de su primera carta a los corintios, de verdad San Antonio fue un auténtico servidor y administrador de los misterios de Dios. Fue un administrador fiel: fiel a Dios, fiel al Evangelio y fiel a la Iglesia. La Palabra y las cosas de Dios no son nuestras; nos han sido confiadas para administrarlas con fidelidad, lealtad y honestidad, tal y como lo hizo San Antonio

Del testimonio y predicación de San Antonio, quiero destacar dos acentos más: 1.- Su valentía por predicar y defender la verdad en medio de errores, ataques y persecuciones contra el Evangelio y la Iglesia: no se quedó callado, no tuvo miedo, dijo las cosas como son, a pesar de quienes quieren sacar a Dios de en medio y de ir en contra de la Iglesia. 2.- Nos enseñó que el cristianismo es vida y testimonio; no simplemente palabrería, pues él mismo nos decía: “Que callen las palabras y hablen los hechos”. Frutos y hechos concretos son los que deben hablar verdaderamente de nuestra fe y testimonio cristiano.

Siempre, pero especialmente hoy, la Iglesia necesita de cristianos-católicos convencidos, valientes y decididos en el testimonio y defensa de la fe. Vamos a pedir en esta Eucaristía la fuerza que necesitamos -y que nos viene del cuerpo y de la sangre de Cristo- para predicar la verdad, para llevar a la práctica los valores de nuestra fe y para ser testigos valientes de Cristo y de la Iglesia en medio del mundo.

¡San Antonio de Padua! Ruega por nosotros.