
Celebramos el 9 de setiembre el Día del Niño en Costa Rica, el cual nos ayuda a hacer conciencia de la importancia de proteger la dignidad de las personas menores de 18 años y de garantizar sus derechos. En muchos países también se dedica un día para los niños luego de una iniciativa de la Asamblea General de las Naciones Unidas, hace casi 70 años, que buscó instituir el Día Universal del Niño.
Qué importante es que las naciones se preocupen por el desarrollo de los niños, que se promueva su vida, que se les permita vivir esta importante etapa de sus vidas, protegiendo su derecho a “disfrutar plenamente de juegos y recreaciones”, que tenga derecho a “alimentación, vivienda, recreo y servicios médicos adecuados”, así como “a recibir educación, que será gratuita y obligatoria por lo menos en las etapas elementales”, como dicta, entre otros importantes señalamientos, la Declaración Universal de los Derechos del Niño.
Sabemos, lamentablemente, del abandono que sufren muchos de nuestros niños, de la obligación que sufren otros tantos para trabajar, de la mala alimentación y el nulo acceso a educarse, entre otras situaciones.
No menos preocupante es ver cuando ideologías perversas quieren convertir a los niños en sus carnadas para que puedan a los 12 años cambiar su sexo y nombre registral, en un franco ataque a la familia, y hasta alterando de manera libre sus cuerpos, pues, se abren peligrosos portillos que además terminarían por robar la propia niñez de estas personas menores de edad.
Del mismo modo, nunca será suficiente ningún esfuerzo para buscar la protección de los menores, pues también es un delito cualquier abuso sexual, físico, sicológico o espiritual que se cometa contra un niño. Es nuestro deber en la sociedad y en la Iglesia garantizar el cuidado de los preferidos de Jesús. Es nuestro deber, también, garantizar el futuro de la sociedad, el cual son los niños.
Quiero traer a colación una carta que dirigió San Juan Pablo II a los niños, en el Año de la Familia, el 13 de diciembre de 1994, en la cual, expresa lo importante que es el niño para Jesús y cómo el Evangelio contiene de modo especial lo que podría ser leído en su conjunto, según decía, como el “Evangelio del Niño”.
“¿Qué quiere decir: ‘Si no cambiáis y os hacéis como los niños, no entraréis en el Reino de los cielos’? ¿Acaso no pone Jesús al niño como modelo incluso para los adultos? En el niño hay algo que nunca puede faltar a quien quiere entrar en el Reino de los cielos. Al cielo van los que son sencillos como los niños, los que como ellos están llenos de entrega confiada y son ricos de bondad y puros. Sólo éstos pueden encontrar en Dios un Padre y llegar a ser, a su vez, gracias a Jesús, hijos de Dios”, decía el Santo Padre hace casi 30 años.
También nos recordaba San Juan Pablo II en esa carta que “el Hijo predilecto de Dios se presenta entre nosotros como un recién nacido; en torno a Él los niños de todas las Naciones de la tierra sienten sobre sí mismos la mirada amorosa del Padre celestial y se alegran porque Dios los ama”.
Como discípulos de Jesús, es nuestro deber proteger y amar a los niños como él lo hizo; cuidarlos, promover su vida, respetar su dignidad. Desde ya, deseo a los niños, con motivo de la celebración del 9 de setiembre, un feliz día y les envío mi bendición; al tiempo que, de manera especial, hago un llamado a los padres de familia y responsables de los niños a protegerlos, a permitirles ser niños y a guiarles en la fe.
Fermento 284. Martes 5 de setiembre, 2023