
Con motivo de la LVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, el Papa Francisco nos proponía en su mensaje “hablar con el corazón”. “Es el corazón el que nos ha movido a ir, ver y escuchar; y es el corazón el que nos mueve a una comunicación abierta y acogedora”, expresaba.
¡Qué importante que haya una comunicación abierta, transparente, humana, dispuesta a la escucha! En estos tiempos en que las tecnologías de la información y las comunicaciones se mueven de forma tan acelerada, muchas veces perdemos la perspectiva del corazón, de la humanidad; muchas veces perdemos de vista que, a pesar de tantos y tan avanzados dispositivos, fundamentalmente nos seguimos comunicando con personas; no debemos dejar ese trato.
Otras muchas veces, lamentablemente, desperdiciamos nuestras comunicaciones al difundir falsas o engañosas noticias; en dividir lejos de unir e incluso en difamar. “Todos estamos llamados a buscar y a decir la verdad, y a hacerlo con caridad”, nos recordaba el Santo Padre.
Nuestra sociedad debe sacar provecho de los adelantos tecnológicos y de la capacidad humana tan amplia que le ha permitido generar una serie de recursos que debemos poner al servicio de la comunicación clara, que sea inundada por la verdad, que refleje desde la persona humana el espíritu de servicio y el ánimo de construir en procura del bien común.
Como obispo, proponía, con motivo de esta celebración dedicada a las comunicaciones, un llamado cristiano para “poner nuestro corazón y todo nuestro ser para que a la luz de la verdad que es Jesucristo (Cfr. Juan 14, 6) procuremos servir al Reino de Dios atendiendo su mandato y llamado de que seamos uno”. Como Iglesia, tenemos una responsabilidad grande de comunicar esperanza, de llamar a la unidad, de anunciar la Buena Noticia.
La Iglesia no es ajena a esos avances de la tecnología y debe saber aprovechar también la iluminación que viene de Dios hacia el ser humano, para disponer de estos recursos en procura de una comunicación más fraterna que tienda a la construcción de una mejor sociedad.
Hago también un llamado a todos los católicos y a aquellas personas de buena voluntad, para que, a través de nuestras posibilidades de comunicar, seamos testigos de esperanza y de bondad, que seamos garantes de la verdad; no permitamos que se juegue con la dignidad de las personas solo por la “facilidad” que las comunicaciones nos brindan para viralizar cualquier contenido.
¡Seamos testigos del amor de Dios al comunicarnos con los demás! No importa la vía que utilicemos; seamos esos instrumentos de paz y no olvidemos el mandato evangélico de anunciar por todo el mundo la Buena Noticia (cfr. Mc 16,15).
Igualmente, quiero hacer un llamado a las familias, para que no perdamos la comunicación personal, y no nos conformemos con un mensaje de WhatsApp o una llamada al tratar a nuestros hermanos, padres, abuelos, etc.
Como célula fundamental de la sociedad, hay también una responsabilidad mayor de educar en el uso de las tecnologías de la comunicación y que estas no sustituyan la relación directa y el vínculo de unidad en la familia. Sepamos discernir, y sepamos comunicarnos para mantenernos unidos entre nosotros y unidos al Señor Jesús.
Fermento 270. Martes 30 de mayo, 2023