
La Jornada Mundial de los Pobres “ayudará a las comunidades y a cada bautizado a reflexionar cómo la pobreza está en el corazón del Evangelio y sobre el hecho que, mientras Lázaro esté echado a la puerta de nuestra casa (cf. Lc 16,19-21), no podrá haber justicia ni paz social”.
Con esta motivación el Papa Francisco pidió celebrar esta Jornada en el Domingo XXXIIII del Tiempo Ordinario de cada año; como una manifestación concreta de que no podemos volver la espalda a los más pobres, a los que son más vulnerables y están tocando la puerta de nuestros corazones para que podamos atenderles.
Tal cual lo referencia el pasaje bíblico, sobre el pobre Lázaro, muchas veces nos topamos en la vida con gente que necesita que les tendamos la mano. Precisamente, a las puertas de la V Jornada Mundial de los Pobres, el llamado de la Iglesia es a hacer patente el Evangelio, a dar la mano, a mostrar la misericordia de Dios.
En mi V Carta Pastoral, “No volverás la espalda a tu hermano”, n. 5, decía: “Alcanzar el bien común, no puede ser, en consecuencia, tarea de unos pocos, ni verse sólo como signos que son propios de actos de filantropía, porque el nivel óptimo en la calidad de vida de las personas debe sustentarse en la participación de todos, y más aún, como expresión de la fidelidad al mensaje evangélico”.
Nosotros católicos y, en general, los creyentes, debemos movernos con la fuerza del amor de Dios para transformar la realidad que estamos viviendo. En esa Carta Pastoral abordaba el compromiso social del creyente a la luz de las exigencias de la fe y de la realidad actual. Hoy más que nunca, cuando la pandemia ha desnudado de manera más cruda la situación que existe en nuestra sociedad sobre la pobreza, tenemos que ser esa luz que ayude a cambiar la vida de otros que lo necesitan.
Esta Jornada tampoco puede ser ocasión para recordar a los más necesitados solamente una vez al año. Al contrario, debe motivarnos a seguir trabajando siempre, en procura de ese bien común, esa justicia y paz social que nos permita tener una mejor sociedad.
Como bien lo señala el Santo Padre en su mensaje con motivo de la V Jornada Mundial de los Pobres: “No se trata de aliviar nuestra conciencia dando alguna limosna, sino más bien de contrastar la cultura de la indiferencia y la injusticia con la que tratamos a los pobres”.
No basta con quedarnos solo con el aporte, aunque significativo, que se hace de manera constante por medio de gestos concretos de dar alimento, vestido o dinero a los que lo requieren; de esto puede dar fe la acción de la Pastoral Social que se realiza en nuestra Diócesis, en el país y en toda la Iglesia universal; nuestra actitud debe ser cada vez de mayor apertura, para evitar caer en una cultura de descarte que desecha a los que menos tienen.
Ese es el llamado fundamental y énfasis que el Papa ha puesto para este año: tener sensibilidad y conciencia real sobre las condiciones de vida en que se encuentran muchos de nuestros hermanos.
La pandemia, que aún no termina, y que además de desnudar una cruda realidad o de aumentar los índices de pobreza, debe permitirnos mirar con mayor atención y actuar, a la vez, para procurar un cambio real.
Provoquemos entre todos que esta Jornada se pueda celebrar cada vez con más fuerza en nuestras comunidades parroquiales, como un gesto constante que nos identifique como cristianos que queremos hacer presente el Reino de Dios en medio del mundo.
Fermento 189. Martes 9 de noviembre, 2021