
“El trabajo es un derecho fundamental y un bien para el hombre: un bien útil, digno de él, porque es idóneo para expresar y acrecentar la dignidad humana. La Iglesia enseña el valor del trabajo no sólo porque es siempre personal, sino también por el carácter de necesidad. El trabajo es necesario para formar y mantener una familia, adquirir el derecho a la propiedad y contribuir al bien común de la familia humana”.
De esta forma, el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, n. 287, nos describe un amplio panorama de la importancia del trabajo para la persona humana de manera individual y, en general, para toda la sociedad.
Por eso preocupa siempre la cantidad de personas que se mantienen desempleadas o las condiciones de muchos de los trabajadores que no son las mejores, así como la situación del sub empleo o bien las cifras de personas que están en empleo informal.
Sin embargo, en los últimos doce meses, llama poderosamente la atención, según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC), el hecho de que aproximadamente 197 mil personas salieron de la fuerza del trabajo. Esto es que disminuyó la participación de personas en el mercado laboral.
Estas personas, aunque no tienen trabajo, en la práctica no están catalogadas como desempleadas. Son personas que dejaron de buscar trabajo, que se dedican al estudio, pueden ser personas jubiladas o, entre otras razones, personas con alguna enfermedad o situación especial que no les permite trabajar.
Es cierto que el desempleo ha disminuido. Según el reporte del INEC, en su Encuesta Continua de Empleo, para el trimestre de febrero, marzo y abril, el desempleo bajó a 9,7%, siendo 224.000 personas las que no tienen trabajo. Esto es al menos 100.000 personas desempleadas menos que al mismo periodo, en 2022.
Sin embargo, no perdamos de vista el dato que ha venido creciendo de personas que, sin tener empleo, ya no lo están buscando. No olvidemos el duro golpe que significó para el mundo laboral la pandemia. Tampoco podemos quedarnos de brazos cruzados ante la nueva era tecnológica que pone en riesgo la ocupación para la persona humana.
Traigo a colación unas palabras de Benedicto XVI en su Encíclica Caritas in veritate, n. 25, las cuales, precisamente, señalan la importancia del trabajo para la persona humana y para la sociedad.
“El estar sin trabajo durante mucho tiempo, o la dependencia prolongada de la asistencia pública o privada, mina la libertad y la creatividad de la persona y sus relaciones familiares y sociales, con graves daños en el plano psicológico y espiritual. Quisiera recordar a todos, en especial a los gobernantes que se ocupan en dar un aspecto renovado al orden económico y social del mundo, que el primer capital que se ha de salvaguardar y valorar es el hombre: Pues el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social”.
Procuremos como sociedad el desarrollo integral de la persona humana, poniéndola en el centro de todas nuestras actividades y en búsqueda del bien común que nos ayude a crecer a todos, y para que nuestros hermanos en necesidad puedan tener las herramientas y el empleo justo para llevar sustento a sus hogares.
Fermento 272. Martes 13 de junio, 2023