La escucha atenta y profunda de la palabra de Dios debe encendernos en el amor del Señor

Miércoles de la Octava de la Pascua,

12 de abril de 2023, Catedral de Ciudad Quesada, 6:00 p.m.

En comunión con toda la Iglesia, con gozo y alegría desbordantes celebramos esta Octava de Pascua como si fuera un solo día el Gran Día de la Resurrección del Señor. Acá, en Catedral, y en particular, nos llena de gran dicha celebrar y compartir con los nuevos bautizados que recibieron su iniciación cristiana la pasada Vigilia Pascual. Damos gracias al Señor por cada uno de ellos; le pedimos al Resucitado por su experiencia de fe y testimonio en la Iglesia, comunidad en la cual han sido acogidos como miembros de la misma para todos sus efectos.

Aunque la enseñanza de la palabra de Dios es para todos los que estamos participando de esta Eucaristía, no obstante, quiero hacer énfasis en algunos aspectos de ella, especialmente dirigidos a los nuevos bautizados. Deseo resaltar los siguientes elementos, sobre todo del evangelio de San Lucas, que nos ha presentado el relato del encuentro de Jesús Resucitado con los discípulos de Emaús:

1. A manera de introducción, hemos de tener presente que el texto nos presenta a la primera comunidad de los discípulos en camino hacia la fe. Neo bautizados, ustedes también están iniciando su experiencia comunitaria en la Iglesia después de su iniciación cristiana. Asimismo, el relato nos revela los elementos constitutivos-esenciales de la comunidad eclesial: palabra de Dios, predicación de la misma, fracción del pan o Eucaristía, misión y testimonio de la fe. Todos, pero especialmente ustedes neo bautizados, estamos llamados a alimentarnos y fortalecernos desde estos elementos esenciales de la vida de la Iglesia para nuestra experiencia de fe en ella.

2. Dejarnos acompañar por Jesús: nos cuenta San Lucas que los discípulos iban desanimados y decepcionados por la muerte de Jesús. El Señor se pone junto a ellos en el camino, los anima y levanta, les hace ver diferente para descubrir la verdad de fondo de su misterio pascual. El Señor siempre nos acompaña, camina a nuestro lado en el camino de la vida y en la experiencia de la fe. No estamos solos, él va siempre con nosotros.

3. Tener gran capacidad de escucha de la palabra de Dios: Jesús les fue explicando el contenido y el sentido de las Escrituras, sobre todo lo que se refería a él. Al final, los discípulos reconocen y confiesan que ardían sus corazones mientras Jesús les explicaba la Escritura. La escucha atenta y profunda de la palabra de Dios debe encendernos en el amor del Señor; debe quemarnos por dentro con la luz y el fuego de esa palabra que para nosotros es vida eterna.

4. Alimentarnos con la presencia misma del Resucitado en la Eucaristía: Jesús aceptó la invitación para comer con ellos. Y, al partir el pan, lo reconocieron en el mismo gesto de la última cena. A nosotros, en cada Eucaristía, el Señor Jesús, además de darnos el pan de la palabra, nos da el pan y el alimento de la Eucaristía que fortalece nuestra fe y nos impulsa a cumplir nuestra misión en la Iglesia. Bien decía San Juan Pablo II que: “La Iglesia hace la Eucaristía, y la Eucaristía hace a la Iglesia”. Es el sacramento central y esencial de nuestra fe.

5. Anunciar, cumplir la misión, dar testimonio: luego del encuentro con Jesús, los discípulos de Emaús regresan a Jerusalén; van a comunicar, contar y compartir lo que vivieron. Es la misión del anuncio no solo de una palabra, sino también de compartir una experiencia viva de encuentro con el Señor. Es lo mismo que deberíamos hacer hoy nosotros sus discípulos. Allí está el reto y el desafío.

Una última resonancia: dar y compartir a Jesús. En la primera lectura de los Hechos de los Apóstoles, Pedro y Juan curan al paralítico que estaba en la puerta del templo. No tienen oro ni plata, pero sí la persona de Jesús (su palabra, su misma vida); por ello curan a aquel hombre con el poder del Resucitado que actúa y sigue actuando en su Iglesia. Nosotros también estamos llamados a llevar y dar a Jesús a los demás, él es el tesoro más grande que tenemos. Que la fuerza y el alimento de la Eucaristía nos ayuden siempre a cumplir con esta tarea y misión, especialmente a ustedes, queridos recién bautizados. Vayamos alegres a cumplir con esto. El Señor está con nosotros todos los días hasta el fin del mundo.