La familia es base de la sociedad y de la Iglesia

IV día de la Novena en honor de Nuestra Señora de los Ángeles

Participación de la Diócesis de Ciudad Quesada, Lunes 26 de julio 2021, Basílica de Los Ángeles, Cartago, 11:00 a.m.

Tema: “María, la mujer que aprendió a creer y confiar en la cotidianidad familiar”.

Hermanos todos en el Señor:

Un año más -el segundo en medio de la crisis de la pandemia- hemos dirigido nuestros pasos, como diócesis de Ciudad Quesada, a este Santuario Nacional y casa de nuestra Madre y Patrona, Nuestra Señora de los Ángeles. Obispo, sacerdotes, consagrados, seminaristas y fieles laicos hemos venido con fe y amor a honrar a nuestra querida Madre, y a poner en manos de Dios, por intercesión de María, las intenciones y necesidades de nuestra Iglesia Particular, parroquias, comunidades, familias, grupos, y las intenciones de cada uno de nosotros individualmente; sin olvidar lo que más necesita nuestro país que, como nación creyente, ama a María, la Reina y Negrita de Los Ángeles.

Nuestra gratitud sincera a Mons. Mario Enrique Quirós Quirós, al P. Miguel Adrián Rivera Salazar y a sus vicarios parroquiales por la amable invitación que nos han hecho y por la generosa bondad con la cual nos reciben. Un saludo fraterno para todos ellos y también para Mons. José Francisco Ulloa Rojas, obispo emérito. Que el Señor nos conceda muchos frutos de la celebración de esta fiesta nacional en honor de Nuestra Señora de los Ángeles para todo nuestro país y para todas las diócesis de nuestra ya centenaria Provincia Eclesiástica.

Para este día cuarto de la novena, en el contexto de la memoria litúrgica de hoy, dedicada a San Joaquín y Santa Ana, padres de la Santísima Virgen María, y un día después de haber celebrado de I Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores por iniciativa del Papa Francisco, queremos meditar en torno al tema “María: la mujer que creyó y confió en la cotidianidad familiar”. Tenemos acá varios elementos importantes: la fe y la confianza en Dios, la familia y las circunstancias cotidianas o de la vida diaria; todo ello a la luz de la figura y experiencia de María. En efecto, al recordar y celebrar hoy a sus padres, los Santos Joaquín y Ana, no cabe duda que ellos jugaron un papel fundamental e insustituible en la formación, crecimiento y experiencia de fe de María, desde las vivencias y circunstancias más propias y ordinarias de la vida familiar, siendo así su hogar y familia una verdadera escuela de espiritualidad. La fe como don de Dios y respuesta a Él, al mismo tiempo, es una experiencia que se va realizando en lo ordinario y común de todos días. La fe ha de iluminar, dar sentido y soporte a nuestro diario vivir. Así lo recibió y experimentó María desde la relación familiar con sus padres.

Teniendo en muy alta consideración la vivencia cotidiana de la fe desde el ámbito familiar, la primera lectura del Eclesiástico nos presenta un elogio o alabanza a la fe y testimonio de los mayores y antepasados. Decía el texto que, en medio de influencias y tentaciones del momento, como las tenemos hoy en día también nosotros, estos mayores y antepasados destacaron por sus buenas obras, por su misericordia y por la herencia testimonial que dejaron. Es decir, fueron fieles a Dios y a su alianza; fieles a sus creencias y convicciones; no renegaron nunca de ellas ni se dejaron arrastrar por influencias o ideologías que niegan a Dios y rechazan la fe.

El testimonio y legado de los mayores y antepasados no se puede echar en saco roto.  No podemos ni debemos olvidarlos o descartarlos, como dice Papa Francisco, sino todo lo contrario, hay que valorarlos y agradecerles su sabiduría y experiencia; hay que aprender de su testimonio y fidelidad en la fe. Así lo experimentó María de parte de sus padres, Joaquín y Ana, para creer y confiar en Dios en cada momento y circunstancia de la cotidianidad de su vida. Así estamos llamados nosotros hoy a aprender, recibir el legado y testimonio de nuestros mayores, familiares, modelos y referentes que nos ayudan a crecer y madurar humana y espiritualmente. Y esto lo hemos experimentado y seguimos experimentando en una sociedad y país que cree en Dios y en el cual la experiencia de fe es muy importante para el diario vivir.

Esta visión y experiencia de fe desde la cotidianidad fue lo que le permitió a María aceptar e interpretar los designios de Dios en su vida, particularmente frente al misterio de su Hijo Jesús. Desde la fe de todos los días asumió las pruebas y dificultades, las alegrías y tristezas, cada detalle y vivencia que forma parte de nuestra vida diaria; incluso asumió así todo aquello que no entendía, como fue la pérdida del Niño en el templo, el crecimiento de Jesús en sabiduría y gracia en medio del hogar de Nazaret. “Ella conservaba todas aquellas cosas en su corazón”, nos decía el evangelio de Lucas al inicio de esta celebración. Es decir, María miraba, interpretaba, asumía y vivía todo desde la visión y la experiencia de la fe.

Asimismo, con esta perspectiva cotidiana de la fe, podríamos decir, con el evangelio de la Misa de San Mateo, que “dichosos nosotros por lo que ven nuestros ojos y por lo que oyen nuestros oídos”, pues la fe nos permite descubrir y contemplar el paso y la acción de Dios en nuestras vidas con sentido sobrenatural, como lo hizo María. La fe, la confianza en Dios y nuestra relación con Él nos hacen tener una mirada y una actitud totalmente diferente a una visión puramente natural e inmanente. Por eso, dichosos nosotros por el don maravillo de la fe. Así lo proclamó y testimonió María en su cántico de alabanza. Así lo reconoció Isabel al decirle: “Dichosa tú que has creído, porque todo lo que te ha dicho el Señor se cumplirá” (Lucas 1, 45).

Hermanos, al tratar este tema tan importante y trascendental de este cuarto día de la novena a Nuestra Señora de los Ángeles, permítanme unas puntualizaciones y concreciones finales:

1.- La familia es base de la sociedad y de la Iglesia: creemos que es el ámbito natural básico e indispensable para el surgimiento, crecimiento y maduración de la persona desde el punto de vista humano y de la fe. El ámbito familiar, tal y como lo entiende la Iglesia desde la revelación, es insustituible para el bien integral de la persona humana y de la persona creyente. Así lo aprendió y vivió María junto a Joaquín y Ana. Así lo experimentó María en el hogar de Nazaret junto a Jesús y José.

2.- En la familia se vive originalmente la fe y el testimonio cristiano: creemos que, desde la base de la familia, se transmite y recibe el don de la fe, se aprenden y practican las virtudes humanas y cristianas que toda persona necesita, se comparten las experiencias vivas que han de traducirse en testimonio edificante para todos los miembros de la familia, de la sociedad y de Iglesia. La familia es lo primero que tenemos y experimentamos.

3.- La fe se vive en lo normal y cotidiano: creemos que la fe no es algo ideal o abstracto; la fe es vida y experiencia, es un don maravilloso que da sentido a todo lo que somos y hacemos; nos permite dar contenido e impregnar cada momento y experiencia de la vida desde la visión y desde la vivencia de Dios. La fe auténtica, profunda y madura ha de encarnarse en cada momento y circunstancia de nuestra vida cotidiana.

4.- La fe no es una experiencia privada o individual: creemos que así es porque, como dijimos, la fe es vida, experiencia y testimonio. No es una experiencia llamada a ocultarse o esconderse. Por ser experiencia viva, la fe se vive y expresa en el ámbito público y privado, en la familia y en la sociedad, en lo íntimo y en lo comunitario, pues la persona creyente vive en medio del ámbito personal, social y eclesial. Por ello, la experiencia y la libertad religiosa es un derecho humano fundamental innegable que se ejerce en el ámbito público y social. También se vive y testimonia, en nuestro caso eclesial, a nivel institucional, visible y comunitario de la Iglesia; no individualmente a como cada uno lo entienda, desea o le convenga. A nosotros nos vincula una mediación sacramental eclesial, pues formamos parte de un cuerpo visible y organizado que es la Iglesia.

5.- Tenemos que ser consecuentes con nuestra fe: creemos que hay que vivir y actuar de acuerdo a nuestras creencias, convicciones y valores de fe. No se entiende que una cosa es lo que se cree y otra lo que se practica o vive. Tiene que haber coherencia y consecuencia entre nuestra fe y nuestra vida. María fue la mujer y la creyente madura, integrada, armoniosa, coherente y consecuente. Fe y vida siempre han de ir juntas.

Hermanos, vamos a pedir al Señor, como fruto de nuestra participación en esta Eucaristía, y por la intercesión de la Virgen de los Ángeles, a cuyas plantas nos encontramos, la gracia de una fe viva y eficaz vivida con fidelidad en las circunstancias cotidianas de nuestra vida. Pidamos para que la familia sea ese núcleo social y eclesial básico donde la persona reciba, madure y haga experiencia de su fe. Con mucha confianza roguemos al Señor para que Costa Rica se conserve y consolide como un país y familia de fe; la misma fe que ha estado presente desde sus orígenes, en los momentos más difíciles y alegres, en las experiencias más oscuras y luminosas; una fe siempre bajo el amparo fiel y constante de la Reina de los Ángeles que ha acompañado maternalmente a esta nación desde hace casi 400 años. Que Dios salve a Costa Rica, que María conserve y acreciente la fe de este pueblo que la honra y la ama.

Así sea, amén. Nuestra Señora de los Ángeles, ruega por nosotros.