La familia es el espacio natural y vital que todos necesitamos

La Sagrada Familia 2021,

Domingo 26 de diciembre,

Catedral de Ciudad Quesada, 8:00 a.m.

Hermanos todos en el Señor:

En el contexto de la octava de la Navidad, celebramos esta importante, significativa y trascendental fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José, la santa familia de Nazaret. El hecho de que Jesús haya pertenecido a una familia humana, y de que haya vivido en ella, demuestra una consecuencia lógica e inmediata del misterio de su encarnación. Con su nacimiento entre nosotros, el Hijo de Dios ha entrado en nuestra humanidad e historia, ha querido asumir una cultura, un pueblo, una familia y una historia. En este sentido, bien decía San Pablo VI que “la familia de Nazaret es la escuela donde se empieza a entender la vida de Jesús”.

Nuestra vida, historia, desarrollo y realización empiezan y se gestan en la familia, de allí que su existencia y función tiene gran importancia para la enseñanza de la Iglesia y para la vida social. De hecho, la familia es célula fundamental de la sociedad y lugar donde se manifiestan los principales acontecimientos sociales: cuestión hombre-mujer, sexualidad, relación entre generaciones, infancia, juventud, vejez, estudio, formación, trabajo, etc.  Y desde nuestra perspectiva religiosa, nosotros creemos y asumimos que la familia es Iglesia doméstica, espacio donde se recibe, experimenta y testimonia la fe.

Como personas humanas e hijos de Dios, hemos sido creados con una vocación para vivir en comunión y en el amor. Decía San Bernardo de Claraval que “Hemos sido creados por amor, hemos sido hechos para amar”. Por ello, la familia, como espacio de relación, comunión y amor entre personas, sin duda alguna es un proyecto amoroso deseado y concebido por Dios. La familia es un don, un regalo de Dios, y así lo asumió y vivió la familia de Nazaret.

La familia en sí, y cada uno de sus miembros, son un don de Dios. El don de un hijo que pidió y tanto deseaba Ana, se ve cumplido en la primera lectura del primer libro de Samuel. Superada la dificultad de la esterilidad, el Señor regala un hijo a esta mujer en la persona del gran profeta Samuel. Al reconocer y agradecer el don del hijo deseado, Ana lo consagra al servicio del Señor. Su actitud es la de una madre verdaderamente creyente: agradece el don del hijo prometido por Dios y siente la necesidad de devolvérselo a él. Todo es don y regalo de Dios.

En la segunda lectura de la primera carta de san Juan, se nos recuerda la realidad maravillosa y el regalo inmenso de nuestra filiación divina: somos hijos de Dios, él nos ha creado y adoptado por amor, el amor es el gran mandamiento que estamos llamados a vivir y practicar. El amor es la experiencia profunda que nos une a Dios y a los demás. Por tanto, el núcleo familiar, conformado por quienes somos hijos de Dios, está llamado a vivir en constantes vínculos de amor. El amor debe ser nuestra forma propia y característica de vivir como hijos de Dios, especial y principalmente desde nuestras familias. En este sentido, gran razón tiene el refrán popular: “La caridad empieza por casa”.

El evangelio de San Lucas nos narra una escena y un acontecimiento importantes de la familia de Nazaret. Cuando Jesús tenía ya doce años, sus padres lo llevan a las festividades de Pascua en Jerusalén. De esta forma, notemos, en primer lugar, que la familia de Nazaret se presenta como una familia religiosa y piadosa; tienen a Dios como centro de sus vidas, cumplen sus mandamientos, le rinden el culto debido. Asimismo, como toda familia, la familia de Nazaret comparte experiencias, acontecimientos e incluso sufrimientos y angustias, sobre todo cuando Jesús se separa de sus padres sin saberlo ellos, y se queda con los doctores del templo. Jesús respeta y obedece a sus padres, pero su relación con Dios es fundamental y prioritaria. Jesús toma conciencia de que las cosas de Dios deben estar en primer lugar. Al mismo tiempo, queda claro que Jesús crecía en saber, estatura y favor de Dios al interno de la familia santa de la cual formó parte.

Hermanos, ante el don de Dios que es la familia, nosotros, como creyentes y miembros de la sociedad, deberíamos tener en cuenta y poner en práctica lo siguiente:

1. El valor y función insustituible de la familia: más allá de la crisis, modelos, tendencias y hasta ideologías que existan en la actualidad, seguimos comprobando el papel fundamental que juega la familia en el desarrollo, maduración y crecimiento integrales de todos sus miembros: esposos, padres e hijos entre sí, cada uno según su propio rol. La familia es fundamental e indispensable para la educación y formación de los hijos, mediante la transmisión de los valores. La familia es el espacio natural y vital que todos necesitamos.

2. La familia es núcleo fundamental de la Iglesia: la Iglesia es familia, y la familia es Iglesia doméstica. Por ello, a través de la comunidad cristiana, conformada por las familias, sus miembros perciben la pertenencia a la gran familia de Dios que les educa y acompaña en la fe. Por medio de la familia eclesial, cada una de las familias reciben una formación integral con valores humanos y religiosos, necesarios siempre, pero sobre todo en una época compleja y dispersa como la actual.

3. La necesaria misión educadora y formativa de los padres: los padres han recibido esta tarea y vocación de parte de Dios, por ello han de guiar, acompañar y formar a sus hijos con respeto, diálogo, paciencia, comprensión y autoridad, a la vez, desde la cotidianidad de las experiencias y vivencias propias de la familia.

4. El ejemplo de María y José con respecto a Jesús: sin duda se trata de una actitud acertada basada en la madurez y el equilibrio, con una visión integral que toma en cuenta los aspectos de personalidad, religión, cultura y sociedad como parte del todo de cada persona. María y José nos recuerdan y demuestran que la mejor pedagogía para educar y formar es el amor.

Hermanos, vamos a pedir en esta Eucaristía que Jesús, María y José nos ayuden a comprender y a poner en práctica el proyecto de Dios sobre la familia. Valoremos y cuidemos el don y el regalo de nuestras familias. El Señor nos ayude a trabajar por su promoción, desarrollo y consolidación para bien de la sociedad, de la Iglesia y de todos nosotros. Amén.